El acuerdo entre los dos grandes partidos para desencallar la renovación del CGPJ ha sido un éxito y, a la espera de su desarrollo, que comenzará a partir del 31 de julio, ha generado algunos espejismos que, por forzados, resultan casi absurdos. El único espejismo que, por ser cierto, deja de serlo, es que Nuñez Feijóo ha reafirmado su autoridad interna y ha asumido riesgos internos, ante la culminación de lo pactado en los términos establecidos firmados entre el ministro Bolaños y González Pons. La desconfianza en el Presidente del Gobierno no es exclusiva de buena parte del PP. Algunos de sus socios de investidura no ponen la mano en el fuego por él.
Los espejismos surgen de aquellas voces que han equivocado un acuerdo muy importante con la tarea de oposición del PP, porque es en la Oposición en donde está y mientras esto sea así la obligación es ejercerla. Otra cosa es el modo y forma de hacerla, pero el PP es la Oposición, hasta el punto de que ha sido Sánchez el que le ha colocado, nada menos, que en la internacional ultraderechista.
Para espejismo un tanto alambicado el de algunos de los socios de investidura. No han faltado quienes -ERC y Podemos- quieren ver en este acuerdo nada menos que un nuevo socio del PSOE, la vuelta al bipartidismo. Ven en un acuerdo insoslayable una especie de conversión de Sánchez hacia posiciones que se alejan de la izquierda. Nada más lejos de la realidad, al menos en este momento
Llamativa ha sido la reacción de Sumar. Horas después de que Yolanda Díaz dijera que había sido informada en todo momento y que había logrado colocar a dos personas propuestas por ellos, Íñigo Errejón no ha garantizado el apoyo de su grupo en el Congreso, lo que significa que Sumar continúa sumida en una crisis tan profunda que pone en riesgo su propia supervivencia.
Si, como afirma y reafirma el PSOE, la legislatura va a durar tres años, lo hará sobre la base de la actual mayoría. Y Sánchez sabe que por mucho que se enfaden y aunque le hagan pasar malos ratos, esa coalición no se va a romper, al menos de manera estrepitosa. Otra cosa es que le hagan sudar tinta.
Si esto ocurriera, si Sánchez se viera sometido a sudar tinta, todo dependerá de su ánimo y, desde luego, de los cálculos políticos y electorales que se manejen en Moncloa. Es decir, este acuerdo sobre el CGPJ es relevante, muy relevante, pero los muebles de la casa continúan donde estaban, de modo que la incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir en Cataluña ahí permanece, la financiación autonómica va a ser todo menos pacífica si ERC y Junts mantienen sus actuales posiciones, y pendientes están las negociaciones, nada menos, sobre los presupuestos para el 2025.
Otro espejismo es interpretar que Feijóo, al firmar el acuerdo sobre CGPJ, da por hecho que la legislatura va a durar tres años. Nada más lejos de la realidad. Feijóo no es un recién llegado, conoce las facultades del Presidente del Gobierno y es consciente, sobre todo, de la capacidad socialista para cambiar de opinión.