Domingo del Prado

Los lunes de Domingo

Domingo del Prado


El 'levantamiento' de Ávila

09/12/2024

Paseábase Domingo,

al alba, un lunes cualquiera,

por Ávila, la muy noble

ciudad de santa Teresa,

cuando de pronto topose

con el alcaide  Cabrera,

que a su despacho del Chico

muy veloz se dirigiera

corriendo a toda pastilla,

más agil que una gacela,

como alma que lleva el diablo,

casi con la lengua fuera.

Díjele yo: —¿Dónde va

tan lanzado, a toda mecha?

Por favor, señor alcaide,

ruégole que se detenga,

que quiero yo preguntalle

varias dudas que me acechan.

Detúvose el buen alcaide

ya de "su Chico" muy cerca

y, haciendo mil aspavientos,

díjome de esta manera:

—Voy corriendo a toda leche,

que tengo pleno a la media,

y si llego un poco tarde

la oposición se me altera,

y coge un gordo berrinche

y enfados, y pataletas…

Entonces yo preguntele

muy rápido, y con la venia:

—¿Porqué, mi alcaide querido,

—alcaide mío, no se ofenda—,

Avila está levantada,

llena de zanjas horrendas?

¿Porqué tiene a la ciudad

toda llena de trincheras?

¿Es que el Putín, desde Rusia,

le ha declarado la guerra?

¿O es que es un levantamiento

como el que don Franco hiciera,

y está, más que levantada,

soliviantada e inquieta?

Contestome el buen alcaide

con una cara muy seria:

—Es por la red de calor,

que Ávila es ciudad muy fresca,

y quiero que estén calientes

abulenses y abulensas.

No te preocupes, Domingo,

verás qué bien te calientas.

Además, otras razones

añado yo a la primera:

La red de abastecimiento

estaba jodida y vieja

y la red de saneamiento,

por donde fluye la mierda,

estaba muy atascada

y había que ponerla nueva.

Estas, pues, son las razones

de cavar tantas trincheras.

—¿Y otra vez, señor Alcaide,

los impuestos nos eleva?

—Yo no tengo otro remedio,

no están los tiempos pa juergas;

es que… ¡en las arcas del Chico

no nos queda ni una perra!

—Se le van a poner de uñas

"el Pepe" y toda la izquierda.

—No me preocupa, Domingo,

ya escampará cuando llueva.

—Pues cuídese, don Alcaide,

que se avecina tormenta.

Pero podían darse prisa,

que las obras van muy lentas.

¿Cuando acabarán las obras?

—¡Ay, ay! ¡Si yo lo supiera!

Mira que métoles caña,

mas ellos ni me contestan,

dicen que van a su bola

y que prisa no les meta.

Espero que acaben pronto,

¡antes de la primavera!

—¿Primavera? ¿De qué año?

¿Acaso en el dos mil treinta?

Mas permítame, señor,

otra pregunta indiscreta:

¿De verdad, con los de VOX

cree que harán buena pareja?

—A esos tales VOXeadores

es lógico que los quiera,

porque me hacen la pelota,

mis presupuestos aprueban…

Quedeme yo satisfecho

con tan sesudas respuestas.

Despedime del alcaide

dándole la enhorabuena

por su gestión eficaz,

llena de maledicencias

y críticas muy agudas

por sus buenas ocurrencias…

Y así acabose el diálogo

que, al alba, un lunes tuviera

Domingo, con el alcaide

de Ávila, San Chezcabrera.