La mesa redonda celebrada en la tarde del pasado sábado ponía fin al ciclo de conferencias ‘El valor de la lealtad’, que el ayuntamiento de Arévalo viene organizando dentro de la programación de los 500 años del Movimiento Comunero. En la mesa redonda, que retrasó su comienzo por la tormenta acompañada de aparato eléctrica que descargó sobre Arévalo en ese momento, intervinieron el arqueólogo Jorge Días de la Torre, el presidente de la Asociación de Cultura y Patrimonio Alhóndiga, Juan Carlos López Pascual, el cronista oficial de Arévalo, Ricardo Guerra y el catedrático de Historia de la Universidad de Salamanca, Serafín de Tapia . Fue moderada por María del Carmen Martín Alonso, licenciada en Historia y profesora de Geografía e Historia, de Educación secundaria
El arqueólogo arevalense Jorge Díaz de la torre se refirió a los 500 años de la primera constitución, la Constitución Comunera. Dio una gran importancia al hecho de que el documento que firman los comuneros en 1520 en la Catedral de Ávila se considera que es un documento precursor de las constituciones democráticas modernas. Se cita explícitamente su influencia en la Constitución americana del siglo XVIII. Se lamentó que el documento original no se haya conservado y que siempre se había extraído la información a base de copias.
También habló Díaz de la Torre del fenómeno de los comuneros y de la forma en que se han apropiado del concepto comunero desde un punto de vista político y de las posibilidades que tiene la rebelión comunera como hecho histórico para ser divulgada. En este sentido indicó que se han realizado teatralizaciones en Ávila o que él hace talleres infantiles con las figuras de los estos personajes. Habló de cómo se puede divulgar este acontecimiento histórico en nuestros días. Se refirió también al hecho de que «Ávila fue muy comunera, pero de repente se va a desmarcar completamente. En el año 1521, cuando se va a producir la derrota de Villalar y prácticamente se acaba con el movimiento comunero, aunque prácticamente dura hasta el año 1522 en Toledo. Ávila se desmarca por varias razones: por amenazas, también porque algunos nobles se decantan en contra porque son chantajeados por la corona y se van a desmarcar cuando habían sido comuneros antes». Comenta también que «hay unas luchas internas en la propia ciudad entre los pecheros y los caballeros, que van por otro lado. Esto hará que Ávila termine por desmarcarse.
Juan Carlos López Pascual. Juan Carlos López Pascual, el presidente de la Asociación de Cultura y Patrimonio Alhóndiga, habló en su turno de uno de los personajes arévalenses más conocidos históricamente: el alcalde Ronquillo, uno de los protagonistas de todos los acontecimientos desde el lado realista junto con Fonseca. «Fue un personaje que nació en Aldeaseca, en Tierra de Arévalo, por lo que se le considera arevalense. Su participación fue importante porque se le encomendó ir a Segovia cuando esta ciudad se levantó como Comunidad, dentro del Levantamiento de las Comunidades. Hubo escaramuzas y se le obligó a retroceder, por lo que regresó a Arévalo y se reunión con los soldados de Fonseca y fueron ambos a la quema de Medina».
Reconoció López Pascual que hay muchísima información sobre este personaje, a pesar de que no participó en muchos acontecimientos, con la excepción de los dos mencionados. También destacó que fue la persona que enjuició y ajustició a Antonio Acuña, conocido como ‘el obispo Acuña’, que fue uno de los importantes comuneros junto a Padilla, Bravo y Maldonado. Destacó en este sentido que el hecho de ser juez de lo Civil y ejecutara a un obispo, le crearía dentro de la Iglesia una leyenda bastante oscura, como personaje diabólico. De hecho, hay alguna novela y una obra de teatro de José Zorrilla que le tratan en ese sentido, como un ser diabólico, al que el diablo a la hora de la muerte lo arranca de la tumba y se lo lleva al infierno. También mencionó algunas pequeñas anécdotas muy curiosas sobre el alcalde Ronquillo y Arévalo, extraídas de las distintas intervenciones y reseñas historiográficas que hay de autores arevalenses como Julio Escobar, Juan José de Montalvo, Emilio García Vara, o Eduardo Ruiz Ayúcar.
Serafín de Tapia.Por su parte, el catedrático de Historia de la Universidad de Salamanca, Serafín de Tapia, se refirió a los mudéjares y moriscos a principios del siglo XVI en Arévalo. Destacó en este sentido la importancia que tuvo esta población no solo por el número, llegaba al 10 por ciento de la población, unas 70 familias de las 700 que vivían en Arévalo. Pero también social y económicamente por la importancia que tuvieron algunas de sus familias, que se convirtieron en importantes comerciantes. Recordó en este sentido que en el año 1502, es cuando se produce el bautizo semiforzoso de los mudéjares.
Analizó la situación que vivió en Arévalo esta población a través de seis pinceladas. Por una parte, comentó que entre los mudéjares de finales del XV y principio del XVI hubo una familia protegida por la reina Isabel la Católica, la de Alí Albéitar, que trabajaba en el palacio real al servicio de la madre de Isabel la Católica. Este Alí tomaría el nombre cristiano de Gutierre Velázquez el antiguo gobernador de la villa (ya difunto), padre de Juan Velázquez de Cuéllar. Este Gutierre Velázquez morisco sería el abuelo del futuro Mancebo de Arévalo. En la segunda de las pinceladas se refirió a que en los primeros años después del bautizo, 15 familias se marcharon a Granada y, desde allí, la mayoría pasó al norte de África. Se supone que serían los más opuestos al cristianismo.
También destacó un hecho significativo: En agosto de 1516 una asamblea de pecheros apoyó la decisión de Juan Velázquez de Cuéllar de oponerse a que Arévalo pasase a ser villa de realengo a ser de señorío. El primer firmante de aquella asamblea fue Juan de la Parra1 (también hubo otros 5 moriscos entre los asistentes).
Mencionó igualmente que durante el conflicto comunero Juan de la Parra, Miguel Bori y Hernando Bori desempeñaron importantes funciones públicas. Además, comentó que algunos de los moriscos más ricos y dinámicos constituyeron una compañía comercial que se movía por todo el reino (Valencia, Granada, Sevilla…). «Se harán muy ricos. Utilizarán su movilidad para contactar con otros moriscos del reino hasta que la Inquisición, a mediados de siglo, logre infiltrar un espía entre ellos».
Por último adelantó que «hubo una familia especial (los Bori) cuyos miembros desarrollaron habilidades económicas y sociales tan destacadas que desde muy pronto alcanzaron puestos de representación política y social como Hernando Bori y Miguel Bori, ambos primos».
Ricardo Guerra. El cronista oficial de Arévalo, Ricardo Guerra, habló en su intervención de Ignacio de Loyola y Juana I de Castilla.
Íñigo López de Loyola fue ciudadano de Arévalo entre 1506 a 1517, años en los que vivió en esta localidad. Está relacionado directamente con Juan Velázquez de Cuéllar. De hecho, fue su mentor y tutor, como un segundo padre durante esos años en Arévalo. Además, vivió muy de cerca todos los acontecimientos que tienen lugar.
Comentó Guerra que Velázquez de Cuéllar fue pariente de los Loyola, motivo por lo que trajo a la corte al menor de los hijos para «hacer burocracia», y colocarlo en la Corte de Castilla como alto funcionario. Ricardo Guerra destacó que «muchos son los hechos y los personajes, para nosotros el más significativo y para reivindicar es Juan Velázquez de Cuéllar, tan importante como desconocido, el gran personaje arevalense que en estos momentos queremos redescubrir, y ponerle en el lugar que le corresponde, como el más notable arevalense de esta época que hoy tratamos. Un gran desconocido que todo lo perdió por la lealtad a la corona de la villa de Arévalo de la que era ‘tenente’ y gobernador. Este es quizás el último acontecimiento en que nuestra ciudad es protagonista, tras de él, comienza el declive histórico, político, social y económico… El ser Villa de realengo, es un gran privilegio, reiteradamente confirmado por los reyes castellanos. Ser ‘Villa de Realengo’ era todo un privilegio, por no depender de ningún señor feudal, que siempre perteneció a la corona y no tuvo más señoras que reinas o infantas castellanas… Un privilegio que se inicia con Juan II en 1445, y es ratificado varias veces, la última por la reina Isabel la Católica en 1496”.
Destacaba el cronista que hablaba de acontecimientos como el levantamiento de Arévalo contra el emperador, con la reina Juana I que estaba ahí, y con un joven Íñigo López de Loyola, que entonces estaba aquí y lucho a favor de la Villa. «En aquel levantamiento de Arévalo, Íñigo, que ya era como el secretario de Velázquez de Cuéllar, luchó junto a su mentor por las reivindicaciones de Arévalo. Dicen que en la zona de San Pedro. En esos meses de asedio, murió el hijo mayor de Juan Velázquez. Con la rendición de la villa, y la muerte rápida del Contador, la familia cae en desgracia y la carrera cortesana de Íñigo, también truncada. Es María de Velasco, la viuda de Juan Velázquez, la que le da dos caballos, 500 escudos y la recomendación de que se dirija al Duque de Nájera para ponerse a su servicio».
Sobre Juana I de Castilla, dijo el cronista que fue maltratada por su marido Felipe y también por su padre, Fernando. Pero no fueron los únicos: «La usurpación de su hijo Carlos, que tiene prisa por reinar Castilla aún a costa de perpetuar el encierro de su madre… Tampoco accedió a firmar por los Comuneros, a pesar de todo no quería ir contra su hijo. Que locura de acontecimientos», relataba Ricardo Guerra.