Un espíritu de renovación embarga al comienzo de cada año. Buenas intenciones de cambio o de proyectos no faltan y eso obedece a la insatisfacción que podemos sentir en relación con nosotros mismos o con el mundo. Esto de considerar que con el cambio de año, con el comienzo de un nuevo ciclo algo diferente puede ocurrir en nuestras vidas tiene algo de mágico. Y eso no está nada mal, pues la magia es motor de asombro y alegría. Pero de la magia solo vive el mago profesional y, el en exceso aficionado a ella, vive de la ilusión, que no es lo mismo, como bien nos significa la palabra derivada del que vive en ella, iluso.
Pero es bueno dotar de magia a la vida y el comienzo de año puede ser un buen momento. Todo mago ha de aprender nuevos trucos para que su espectáculo sea atractivo, se renueve y tenga más valor. Y no hay magia sin aprendizaje ni esfuerzo. Ahí está la gran diferencia entre la magia y la ilusión. Dejó escrito Marco Aurelio que: "Tienes poder sobre tu mente, no sobre acontecimientos externos. Al darte cuenta de ello descubrirás tu fuerza". Los filósofos estoicos, Epicteto, Séneca y el antes citado, son buenos suministradores de fórmulas mágicas que, correctamente aplicadas gracias a la voluntad, la atención y la paciencia, pueden ser auténticos motores del cambio que anhelamos cuando el deseo de reinventarnos estalla.
Las listas de deseos expresan el carácter de nuestro pensamiento pero no de nuestra voluntad, que es la que hace que se realicen. En una lista de deseos para el nuevo año está bien, mejor dicho muy bien, que deseemos la paz mundial, que desaparezca el odio y el ruido, la ira y la maldad, el hambre y la desigualdad, etc. Desde luego es un listado que refleja nuestro espíritu y de todo ello lo que está en nuestras manos es que actuemos en la vida que nos toca acordes con lo que para el mundo deseamos. Y en otras listas de deseos está tener salud, ser felices o que nos vaya bien el año y tener suerte en él.
Y en esto último algo más de capacidad de maniobrar tenemos, pues la salud también depende, en parte, de nuestros hábitos de alimento y vida ("No busques lo bueno en las cosas externas; búscalo en ti mismo", reflexionaba Epicteto). Y la felicidad depende de nuestras expectativas y capacidad de adaptarnos y disfrutar de lo que tenemos ("La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos", dijo Marco Aurelio). Así como la marcha del año y la suerte también se verá influida por nuestras acciones y relaciones ("La suerte es lo que sucede cuando la preparación se encuentra con la oportunidad", palabra de Séneca).
El ser humano tiene, entre otras muchas, la capacidad de reinventarse. El comenzar un nuevo año puede ser el momento de llevar a cabo este propósito que, seguramente, nos va a ayudar a mejorar el bienestar personal y, con ello, aumentará nuestra satisfacción en la vida. El sentido de superación y voluntad que conlleva esta intención seguramente ya por sí solo nos aportará beneficios, siempre que perseveremos y no nos rindamos ante el menor síntoma de fatiga o decepción. Y con un objetivo, como apunta Séneca: "Si un hombre no sabe a qué puerto se dirige, ningún viento le será favorable". Somos seres inacabados, siempre en proceso de transformación y con múltiples posibilidades de cambio. ¿Por qué conformarnos con mirar y esperar siempre al mismo horizonte?
Foto: Ana Jiménez (@ginger_ajm)