Cada refrán tiene su contrarrefrán, que es forma tunante de la realidad de tener siempre razón, más por acomodarse al golpe ante de que pueda llegar que por adelantarse a la célebre y cínica frase de Groucho Marx que decía: «tengo unos principios, pero si no le gustan tengo otros». E igual que hay uno (refrán, no Groucho) que dice que la unión hace la fuerza, otro tenemos que afirma que la masa se comporta como el peor de sus miembros. ¿Con cuál nos quedamos? Pues, volviendo no al Marx marxista sino al humorista, con el que más interese en cada caso.
Recuerdo que hace unos años, cuando en Ávila apenas había movimientos colectivos para luchar por la consecución de alguna cosa de interés general (y así nos fue, que nos las dieron todas bien dadas y con repetición), llegó un día el muy respetable Milikito con un programa de televisión muy seguido –es fácil sumarse pasivamente a lo que ni exige esfuerzo ni compromete a nada– y consiguió que cerca de 10.000 personas, quizás más, centrasen ese 'día D' su intención principal es ponerse a rodear la Muralla dándose la mano. Todo a mayor gloria de Milikito y de la tele, que sumaron muchísimos extras sin pagar una peseta.
Hemos tenido desde entonces en Ávila, igual que lo habíamos tenido antes, decenas o incluso 'cienes' de ocasiones para juntarnos un rato y darnos la mano (o no) para conseguir algo que de verdad nos hubiese ayudado a ir a mejor social, cultural, económica y urbanísticamente, al menos a bastante mejor de lo que hemos ido, pero siempre nos hemos quedado en casa viendo la tele –ahora las redes sociales– porque el Milikito de turno no nos tentaba con salir a la calle.
En menos de un mes habrá cienes y cienes de abulenses que no podrán entrar dentro de la Muralla con sus viejos coches, vetustos seguramente porque no tienen posibles para mercar otro mejor, por la forzada excusa europea de que las altas emisiones han de quedarse fuera, y con la excepción de unos particulares que han querido moverse el resto de la ciudad hemos preferido esperar a ver si Milikito nos animaba.
Esta Ávila del Rey, de los Leales, de los Caballeros, de las Obras y de las Bajas Emisiones avanzará mucho en la conversión del casco histórico en un casco histérico las horas que el turismo lo ocupe, y solamente en un triste parque temático que por la noche cierra todos las atracciones porque la vida que tenía era fundamentalmente virtual.
¿Pero qué ocurrirá cuando el turista de turno decida embaularse dos raciones de judías de El Barco e iniciado el posterior paseo, avanzada ya la digestión, le aprieten las emisiones? ¿Tendrá que ir extramuros a expulsarlas, o si son bajas podrá desahogarse donde ya no podrá entrar el coche del abulense con pocas perras? De eso, aún, no nos han reglamentado nada. Habrá que llamar a Bruselas a ver qué nos aconsejan o imponen.