Jesús María Sanchidrián

El cuaderno del Cronista

Jesús María Sanchidrián

Cronista de la ciudad de Ávila


Crónicas del Mercado Grande (II)

05/01/2025

"Las criadas en Ávila". Óleo de Carl Wihelmson, h. 1910. Museo Bousäns. Udevalla. Suecia.

9. EL SITIO DE MEJOR ASPECTO MODERNO. En el año 1900 la ciudad cuenta con 11.885 habitantes, y con el nuevo siglo la plaza del Alcázar o del Mercado Grande se presenta como símbolo de la modernidad urbana de la ciudad. El Grande era entonces, y todavía lo es, la plaza más importante de la ciudad, lugar de encuentro, de mercado, de paseo y auténtico mentidero de la villa. En este año, Fabriciano Romanillos y Fernando Cid publican la guía "Monumentos de Ávila", donde encontramos la siguiente descripción:

"Es la plaza del Alcázar (vulgarmente, y como ya hemos dicho, Mercado Grande) el sitio de Ávila de mejor aspecto moderno, debido a su buen caserío de reciente construcción. En el centro está el paseo que ya conocemos, con el elegante monumento a la Santa y a las grandezas de Ávila: a uno de los extremos, el suntuoso templo del San Pedro y frente a él, la soberbia puerta de la muralla, llamada del Alcázar, cuyo total aspecto es lástima que no dejen contemplarlo las edificaciones a él adosadas. Al otro de los lados de la plaza están el convento de la Concepción, vulgarmente la Magdalena, y el principio del paseo del Rastro, y en el frente opuesto la entrada de la calle de San Segundo y los soportales, elegante y espaciosa arquería a cuya conclusión, en el recodo que forman, solucionada por otros soportales más bajos que, aunque modernos también, afean el conjunto, está el edificio que ocupa el Casino Abulense, en este mismo año reedificado sobre las ruinas a que le redujo el terrible incendio del año 1897. La planta baja del Casino la ocupa el elegante Café de la Amistad, con hermoso salón de modernista decorado. Muy próximo a éste, en el otro lado del ángulo, está el bonito Café Suizo".

La imagen del Mercado Grande que se ve proyectada en las Murallas, resultó modificada por las obras que emprendió el arquitecto Repullés y Vargas con intervención del contratista Antonino Prieto en 1907 y 1911, las cuales tuvieron por objeto la reconstrucción ideal e inapropiada del almenado del arco del Alcázar y el torreón del Homenaje, y cuyo discutible resultado es el que hoy conocemos. Los últimos restos del Alcázar desaparecieron cuando en su solar se construyó el nuevo edificio del Banco de España proyectado en 1928 por José Yarnoz y Juan Zabala, cuya cornisa terminó asomándose por la muralla mirando al Mercado Grande con atrevimiento y descaro.

En el afán por modernizar la plaza de del Mercado Grande, el consistorio encargó en 1920 al arquitecto municipal Emilio González el proyecto de templete para conciertos musicales que entretuvieran a la colonia veraniega, sustituyéndose así el viejo entarimado de madera levantado para el mismo fin en 1910. Poco después, en 1923, el Ayuntamiento decide cambiar el antiguo nombre de la plaza llamada hasta entonces del Alcázar, por el de Santa Teresa, colocando una placa con tal motivo sobre el arco del Café 'Pepillo'.

10. SUCESIVOS CAMBIOS DE FISONOMÍA. La llegada de la II República supuso la llegado de tiempos de cambio, así que en 1934 el templete de música fue desplazado a su actual emplazamiento del jardín del Recreo, y la plaza del Mercado Grande pasó a llamarse 'Plaza de la República'.

Estamos en 1935, año en el que se publica la guía titulada Ávila de los Caballeros donde se divulgan las características históricas del Mercado Grande como señas de identidad de la ciudad, escrita por el Delegado Provincial de Bellas Artes y Académico correspondiente de San Fernando Antonio Veredas Rodríguez, quien se hace eco de acontecimientos ya conocidos. Insiste el autor en que la plaza del Mercado Grande fue escenario de numerosos episodios de la historia abulense, donde principalmente exteriorizó el pueblo sus penas y alegrías, en ella se honró la muerte del rey Enrique IV, se celebró la proclamación de los Reyes Católicos, se ajusticiaron los reos, se constituyó el Tribunal de la Inquisición, y desfiló don Diego de Bracamonte camino del cadalso.

Por la guía de Veredas sabemos que la fisonomía del Mercado Grande había cambiado repetidas veces: "Primero fue una gran plaza de armas, dependiente del Alcázar, donde las cuadrillas de caballeros justaban o quebraban cañas y alanceaban toros. Más tarde, con los edificios de la Alhóndiga y Carnicerías, Casa de Comedias (donde luciera su genio el gran Lope de Vega), tenderetes de sastres, latoneros, silleros, joyeros, panaderos, traperas, taberneras, mesones; etc., era el eje de la vida local, donde lo mismo se hacían las contrataciones de mercancías, que, de hombres para la guerra, al toque del pífano y el tambor".

Veredas critica también la caprichosa restauración que hizo Repullés en la torre del Homenaje, y se detiene en el ya desaparecido edificio del Alcázar datado en el siglo XIV, que debió levantarse sobre los restos mudéjares de otra fortificación militar, y dice, como hicieron Cuadrado y Gómez Moreno, que "al Alcázar pertenecieron las torres llamadas del Baluarte y del Homenaje, mientras que detrás de la puerta llamada del Alcázar se extendía una gran plaza de armas". Durante los siglos XVIII y XIX sirvió de cuartel, sabiéndose que en 1771 se alojó en él el primer regimiento de tropa ligera voluntaria de Cataluña, en 1828 el Real cuerpo de Zapadores, y en 1866 el Batallón de Almansa; mientras que en el primer cuarto del siglo XX los salones del Alcázar sirvieron como estudio de los pintores Chicharro y López Mezquita, y también de Zuloaga y Caprotti.

En la segunda mitad del siglo XX, la plaza del Mercado Grande, llamada de nuevo de Santa Teresa, fue objeto de diversas reformas, encaminadas todas ellas a su ordenación en función de las necesidades y gustos del momento. En este afán de cambiar la plaza, se realizaron las siguientes intervenciones: Adecuación del paseo junto a los soportales y eliminación de baches, según proyecto del arquitecto municipal Clemente Oria (1943); ordenación de la plaza para aparcamiento de coches en superficie y regulación del tráfico, según proyecto de Víctor Caballero Ungría (1964); dotación de grupo escultórico en honor de Santa Teresa, según proyecto de los arquitectos Diego Vega y José Manuel Vasallo Rubio, y el escultor Juan Luis Vasallo Parod (1973); recuperación de la plaza para esparcimiento y recreo manteniendo un viario para coches similar a su estado anterior a 1964, según proyecto de José Ignacio Paradinas Gómez (1984); y reordenación total de la plaza que se convierte en peatonal con aparcamiento y accesos subterráneos, según proyecto de Rafael Moneo (2001). En esta última reforma de Moneo también se han sustituido todas las edificaciones que se asomaban a la plaza por el norte, con lo que su nueva configuración supone un importante y atrevido cambio en la imagen tradicional de la plaza.

11. MERCADO LIBRE Y FRANCO DE ALCABALAS. La plaza del Mercado Grande debe su nombre, precisamente, a la celebración en la misma de una intensa actividad mercantil donde convergen el campo y la ciudad. El mercado urbano de Ávila, en el que se daban cita periódica los mercaderes para vender sus productos, debió comenzar sus actividades hacia 1144, según constata José Belmonte, apareciendo ya en el año 1230, el 'mercado de Sant Pedro' como un mercado estable y permanente. A principios del siglo XIV, "la ciudad contaba con amplios espacios abiertos, denominados plazas o cosos, donde además de una actividad mercantil rutinaria y cotidiana, es seguro que se realizaban también mercados con periodicidad semanal. Es el caso del Mercado Grande o Mayor; en uno de cuyos extremos se encontraba el coso 'do mueven los caballos', del Mercado Chico y del Coso de San Vicente".

En el desarrollo ordinario de las actividades propias del mercado, pronto se dejaron notar las molestias que producían los animales de carga de los que se servían arrieros, trajinantes y demás mercaderes, por lo que los miembros del Concejo abulense decidieron en 1487: "Ordenamos y mandamos, que por cuanto estaba ordenado por el concejo, que las bestias que vine a las plazas del Mercado Chico y el Mercado Grande en los días de mercados francos las bestias y acémilas que estuviese descargadas de sus mercaderías ocupaban mucho en las dichas plazas en los dichos días de mercado, y fue mandado que allí no estuvieran so pena de dos maravedíes".

La ocupación de los espacios públicos de la plaza, generó a favor de la iglesia de la Magdalena el derecho llamado 'de suelo' por el terreno de su propiedad que se utilizaba con mercancías, tal y como fue reconocido por el Concejo en 1487 mediante la ordenanza que decía: "Ordenamos y mandamos que la Iglesia y ermita de la Magdalena, que está en la plaza del Mercado Grande, de los arrabales de dicha ciudad, haya de llevar y lleve de todas las cosas que vinieran a vender y se vendieren en la dicha plaza de Mercado Grande, en el circuito donde ahora se hacen las talanqueras y barrera al tiempo que se corren los toros desde adentro, de cada carga de cualquier mercadería, de cualquier calidad que sea, que venga a venderse y se venda en la dicha plaza y dentro del dicho circuito, por el derecho del suelo un cornado, que son tres cornados una blanca vieja, y seis cornados un maravedí".

Tal fue la importancia que tenía la celebración de mercados en Ávila, que los Reyes Católicos el 29 de noviembre de 1494 ordenaron a sus contadores y recaudadores que respetaran la merced que han hecho al concejo de Ávila del mercado franco de todos los viernes del año, lo que confirmaron días después el 8 de diciembre, "y en su virtud todas y cualesquiera mercaderías y otras cosas que se vendiesen y comprasen y trocasen y cambiasen en el dicho día de viernes del dicho mercado por cualesquier persona, así de la dicha ciudad y de su Tierra como de fuera de ella, fuesen libres y francos de toda alcabala".

El Mercado Grande, como lugar de compraventa de productos, ocupaba la zona centro de la ciudad, y aunque situado a las afueras, no por ello tenía condición de estar en el arrabal, declaró el consistorio en el año de 1500, señalando aquí también que el mercado se celebraba cada quince días, alternando así con el mercado del coso de San Juan o Mercado Chico, alternancia ésta ya apuntada siglos antes.

Iglesia de San Pedro y Monumento a Santa Teresa "La Palomilla". Tarjeta postal Luicien Roisin, h. 1925.

12. EL MERCADO DENTRO DE UN ORDEN. La intensa actividad mercantil desarrollada en el Mercado Grande originó a lo largo de su historia diversos conflictos entre el Concejo y los comerciantes, como no debe de extrañar. Así, tuvo que prohibirse la instalación en el Mercado Grande de tiendas arrimadas a los muros y los entrecubos de la cerca, igual que tampoco se permitirá ocupar la calle que había entre la calle Albardería (San Segundo) y la cerca, "ni hacer colgadizos, edificios o paredes en el lugar que solía ser barbacana o calle pasadera entres las casas e la cerca". En otra ocasión, en 1559, el Concejo prohibió algunos vecinos que vivían bajo los soportales del Mercado Grande alquilasen éstos a los comerciantes, "porque el hueco y el suelo de los portales es propio de la ciudad y común servidumbre de ella".

El callejero de la ciudad amurallada no ha sido lugar adecuado para el trasiego de carros y caballerías, como tampoco hoy día parece idóneo para el tráfico. Por eso, el Consistorio ordenó el 15 de julio de 1591 que los carros y carretas debían parar en la plaza del Mercado Grande, entre otros lugares, y desde aquí efectuar los portes necesarios al interior de la ciudad:

"Conviene remediar que las carretas que vienen a esta ciudad en mucha cantidad estorvan al pasar en las calles públicas della… por lo que ningún vezino ni forastero sea osado a meter por las dichas calles principales carretas…, sin no que todas las vezes que vinieren los dichos carros paren con las plazas de las puertas de la ciudad antes de entrar en la dicha ciudad, de allí puedan, con una o dos carretas, a lo más, entrar lo que así trujeren y descargarlo".

El cronista José Mayoral, citando la documentación municipal del siglo XVI, describió en 1927, de una forma bastante ilustrativa, el escenario que ofrecía la plaza del Mercado Grande en un día de mercado, imagen que había perdurado durante siglos: "A un lado, las tiendas portátiles de plateros, sastres, lenceros, ropavejeros, jubeteros, calceteros, latoneros, curtidores, silleros, caldereros, agujeteros, bolseros. A otro, las arquetas con collaradas, sortijas, alfileres, cuchillos, tijeras. Estaban en otro, los puestos de frutas, vasijas, pan, trigo, cebada y hortalizas; y en otro se hallaban las mesas de carne, las de los cereros, rematadas por un soporte del que pendían las velas, y que se situaron por acuerdo de junio de 1548; y los herradores. Las traperas se concertaban para situarse, hasta que en julio de 1535 acordó el municipio que salieran todas al Mercado Grande. En el mismo mes del año 1525 acordó también obligar a las panaderas a vender en el Mercado Chico y en el Mercado Grande el pan, que, por andar escaso, lo expendían en sus casas, no pudiendo proveerse bien las clases menesterosas. Tan escaso que apenas venían las mingorrianas, las mujeres del inmediato pueblo de Mingorría, principales abastecedoras del mercado de Ávila, al que daban una nota característica".

Los días de mercado también eran buenos para pedir limosna, y en ello se afanaban las cuadrillas de San Juan y San Pedro de la Cofradía de la Veracruz, pues con esta recaudación debía atender a los pobres de la cárcel según la encomienda hecha por las ordenanzas de 1551.

13. EL CAMPO INVADE LA CIUDAD. La transformación de la ciudad durante los días de mercado es un recuerdo inolvidable para los viajeros y los propios abulenses, pues no en vano tanto el Mercado Chico como el Mercado Grande ejercen una especial atracción visual y sentimental que siempre permanece en la memoria. Por ello, cuando el filósofo y pensador Jorge Santayana escribió sus memorias, enseguida le asaltó la imagen que ofrecía el mercado semanal de los cosos de San Juan y de San Pedro a principios de siglo:

"El campo invade la ciudad todos los viernes por la mañana, y llena el mercado de campesinos y mercancías rurales. Llegan al amanecer en grupos desde sus pueblos, montados en sus temblorosos borriquillos, a la grupa el hombre o la mujer detrás de las alforjas de mimbre cuádruples, rebosantes de tomates colorados, de pimientos verdes y rojos relucientes, de lechugas y garbanzos o patatas de color terroso… No era sólo hortaliza lo que estos campesinos autosuficientes llevaban al mercado: había también gran cantidad de prendas de fabricación casera, como alpargatas con suela de cuerda, y cacharrería campesina, botijos y cántaros relucientes de nuevos y no menos lisos y rotundos que los maravillosos melones y las sandías de pleno verano".

"De todo el territorio avilés llegaban también sus gentes con el fin de adquirir lo que para la semana precisaban, recueros, acemileros y comerciantes. Hoy -escribía Antonio Veredas en 1935- sólo comprende el mercado, que continúa celebrándose los viernes, los artículos que producen las huertas de los arrabales de la capital y algunos pueblos del territorio, más ganados y baratijas de quincallero. Esto no obstante, todavía resulta ese día en Ávila extraordinariamente animado y de gran color regional; no faltando interesantes tipos serranos y morañegos, con sus listadas alforjas al hombro; los carros de mulas, yuntadas a la usanza de hace cuatro o cinco siglos; los grupos de borricos en las puertas de los mesones; los sacamuelas; los músicos callejeros; el romancero de crímenes espeluznantes; los tullidos, proclamando a gritos sus calamidades; la familia pueblerina que viene 'de vistas' y, en fin, el cura de aldea, envuelto en su capote de campo y montado en pacífico corcel".

En la década de 1950 llenan los mercados semanales del Grande y el Chico los morañegos, serranos y gentes del resto de la provincia, que se trasladan a la ciudad, con sus alforjas al hombro, montados en burros o carros de mulas, constituyendo bellas escenas costumbristas de las que se han recogido diversos motivos y tipos populares por afamados pintores españoles como Zuloaga, López Mezquita, Chicharro y Veredas, decía la guía de Luis Belmonte. La imagen campesina que presenta la ciudad cada viernes de mercado todavía se mantiene hoy día, si bien ya sólo se localiza en la plaza del Mercado Chico, mientras que en el Mercado Grande se dan cita las gentes de los pueblos para disfrutar del viernes y la compañía, alternando en animada conversación.

14. FERIAS DE ATRACCIÓN Y ESPARCIMIENTO. El Mercado Grande alcanzaba especial relevancia durante las ferias que se celebraban en la ciudad, manteniendo con ello su tradición medieval. Así, Valeriano Garcés señala en 1863 que la ciudad celebra dos ferias, una del 22 al 29 de junio, y otra del 8 al 11 de septiembre, llamadas, la primera, de San Pedro, y la segunda de San Gil. En la primera se presentan toda clase de géneros de comercio, así como también infinidad de ganados de todas clases, pero especialmente caballar y mular, y esta parte puede decirse, que solamente se efectúa en los tres primeros días, de los que dura la feria. La de objetos de comercio tiene lugar en la Plaza del Alcázar o del Mercado Grande para las tiendas de quincalla, loza, juguetes, cristalería, zapatos, lencería y encajes, guarnicioneros, etc. en el centro de dicha plaza, donde el Ayuntamiento construye (por contrata) unos cajones o casetas de madera, para comodidad de los vendedores; en sus inmediaciones se colocan los caldereros, beloneros y confiteros: en las tiendas de los soportales de la misma.

Coincidiendo con la celebración de la feria de septiembre, la Cámara de Comercio, en colaboración con la Diputación, el Ayuntamiento y la Cámara de la Propiedad, organizó en 1931 un programa de festejos "dignos de atraer un contingente de forasteros y proporcionar esparcimiento a la colonia veraniega y al vecindario". Entre los actos festivos programados en el Mercado Grande cabe reseñar un concierto de la Banda Municipal, una tómbola benéfica, pro obreros, para la que se donarán preciosas muñecas confeccionas por distinguidas señoritas, varias sesiones de cine sonoro con películas 'notables' y otras cómicas de dibujos sonoros, y fuegos artificiales desde el torreón del Alcázar y concierto en los intermedios. El programa incluía también corridas de toros, charlotada taurina, música de dulzaina, funciones de teatro, concursos de trajes regionales carreras de bicicletas y partidos de futbol. Finalmente, se destaca que con motivo de las fiestas se distribuirán limosnas a los pobres.

En los días de feria se abarrotan las calles de Ávila, sus cafés, posadas y tabernas, de gentes pintorescas, como chalanes, gitanos, ricos ganaderos y familias pueblerinas, escribió en 1935 Antonio Veredas. En la misma línea, Luis Belmonte recoge en su guía de la ciudad el ambiente ferial que se respira veinte años después: "Tanto las ferias como los mercados, constituyen verdaderos museos de interesantes cuadros costumbristas y fuente de infinitos motivos populares para plumas y pinceles. Principalmente en las ferias, las calles se pueblan de gentes heterogéneas, de pintorescos tipos que invaden los cafés, tabernas y posadas; de chalanes y gitanos, con cachavas al brazo; ricos ganaderos y hombres del pueblo, vestidos a la usanza del país".

Siglos atrás, en 1536, el Concejo había acordado que la feria se celebrase doce días antes y doce días después del día de San Mateo. También desde antiguo, la feria se celebraba en la plaza del Mercado Grande, hasta que en 1503 el municipio la trasladó al Mercado Chico, lo que produjo la queja de varios mercaderes que acudieron a los Reyes Católicos obteniendo de estos una respuesta inicial favorable, a lo que se opusieron los regidores de los lugares y pueblos de la tierra de Ávila. Finalmente, los Reyes dispusieron que se celebrara alternativamente en el Mercado Grande y en el Mercado Chico.

La feria de Nuestra Señora de septiembre fue declarada franca por el municipio tal y como se recoge en la ordenanza del día 2 de ese mes de 1526: Que la feria "sea franca e libre para todos los forasteros que a ella vinieren a vender sus ganados e otras bestias e no paguen alcabala ni otro derecho. Iten que sean francas todas las mercadurías que están en las rentas del peso mayor o menor. Iten que sean francas las mercadurías que están en la venta de la sal, de las zapaterías, e brocateles e sayales. Iten las de la buhonería e joyería e ropa vieja e esparto e vidrio e ollería e cobreía e sillería e paños".

15. OID, OID, OID TODOS. En el Mercado Grande, especialmente en día de mercado al ser éste el día de mayor concurrencia, los pregoneros públicos promulgaban a toque de clarines y tambores las ordenanzas, cédulas y pragmáticas, lo mismo que anunciaban las posturas del pecado, de la carne, y de los precios de las subsistencias. Igualmente, a la puerta del consistorio los pregoneros voceaban los actos, las contrataciones y los nombramientos, y como quiera que en 1589 se celebraron sesiones en la Alhóndiga del Mercado Grande, aquí también voceó el pregonero: "Oid, oid, oid todos".

Son numerosas las referencias existentes a los pregones y pregoneros encontradas en la documentación medieval, cuya actividad tenía en el Mercado Grande uno de lugares de expresión, así que sólo se reseñan algunas a modo de ejemplo. El 30 de octubre de 1431 el Concejo dictó una ordenanza sobre fieles, y estando en la plaza del Mercado Mayor, que está en los arrabales de esta ciudad, Miguel Sánchez, pregonero de la dicha ciudad, pregonó todo lo contenido en la dicha ordenanza.

Otro testimonio de los pregones dados en el Mercado Grande lo encontramos en el anuncio del nombramiento de los "fieles" dado en 1480 para recaudar las rentas de los vinos y las alcabalas de los paños de la ciudad, por lo que "en la plaça de Mercado Grande Chico Per Alonso, pregonero público de la dicha çiudad, pregonó a altas e inteligibles bozes la dicha fialdad e poder dado".

En 1491, los Reyes Católicos otorgaron carta de seguro a los judíos de Ávila poniéndolos bajo su protección, con orden expresa de que sea pregonada en plazas y mercados, y por ende en la plaza del Mercado Grande: "E que lo fagáys asý pregonar públicamente en las plaças e mercados e otros logares acostumbrados por pregonero e ante escrivano público, por manera que venga ha notyçia de todos e ninguno dellos pueda pretender ynorançia", era la coletilla de esta carta, la cual se incluía igualmente en la mayoría de las dictadas en la época.

Célebre fue también el pregón dado en el Mercado Grande con motivo de las honras fúnebres que celebró la ciudad para llorar la muerte del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, ocurrida el 4 de octubre de 1497. "Y mandaron que se pregone públicamente en las plazas y mercados desta ciudad, para que venga a noticia de todos", se decía en el acta municipal del 15 de julio de 1591, lo que se repetía frecuentemente en los acuerdos consistoriales.

Los pregoneros eran empleados municipales, pues no en vano eran su voz pública y el medio de comunicación oral del concejo. Así, en 1751 se presupuestan seiscientos reales que anualmente se pagan al pregonero de la ciudad, y como muestra de su oficio cabe reseñar que el 8 de junio de 1776, a las doce de la mañana, a las puertas consistoriales del Ayuntamiento y en la Plaza del Mercado Grande, como sitios más públicos, se 'publicó' la convocatoria electoral a regidores "a son de caxas, clarines y pífanos, por voz de pregonero público y asistencia de tropa y de un gran número de personas de todas clases".

La tradición de pregonar por calles y plazas se mantiene todavía en 1863, según se reseña en la Guía de Ávila de Valeriano Garcés, donde se recoge el cargo funcionarial dependiente del Ayuntamiento. Esta tradición decayó en los anuncios de cédulas, pragmáticas, ordenanzas y otras órdenes de similar contenido normativo con la aparición de los periódicos oficiales mediado el siglo XIX, aunque sigue perviviendo en su función anunciadora de bandos, actos y otros acontecimientos diversos, igual que ocurrirá en el medio rural hasta mediado el siglo XX, pues no hay que olvidar que el alto índice de analfabetismo existente en la época requiere la publicación oral de cualquier instrucción que se quiera publicitar.