La campaña de recogida de la cereza en el Bajo Tiétar tampoco es este año nada buena. Y es que las altas temperaturas unidas a las lluvias que comenzaron a caer ya en el mes de mayo, con tres danas en el peor momento -los picos de la campaña de recolección-, han estropeado buena parte del fruto. Así lo confirma Juan Pablo García, de la cooperativa Comapir, quien apunta que «la campaña del año pasado ya fue mala, pero ésta ha sido criminal, pues aunque se ha cogido algo más que en 2023, la mayoría se ha estropeado, pero no solo en nuestra zona, sino también en el Jerte». De hecho, en tierras extremeñas esta campaña también se recordará como una de las peores, pues las lluvias dañaron más del 50% de la producción, obligando a reducir un mes el periodo de recogida.
Y como una cosa lleva siempre a la otra, dado que la cereza se ha estropeado en su mayoría, los precios también son malos «porque el género no es bueno», explica García. Y es que son varios los factores que influyen en el precio de la cereza, como la evolución de la crisis, la cantidad de cereza que haya y si el género tiene buena calidad, o que haya exportación en zonas como el Valle del Jerte o las comunidades de Aragón y Cataluña. Así, cuando esas cerezas se pueden exportar porque están sanas, en el mercado nacional las cosas andarán algo mejor, aunque este año no es el caso ya que, no hay mucha cantidad de cereza y su calidad no es buena porque se ha estropeado en su mayor parte y eso ha derivado en precios bajos.
En el caso de la cooperativa de cerezas que une a las localidades de El Hornillo y Poyales del Hoyo, aunque algo de su producto se vende en fruterías de la zona, su mercado principal suele ser el nacional, y más concretamente de la mitad de la península para arriba (Madrid, Valladolid, Murcia, Valencia, Galicia, Barcelona o el País Vasco).
En torno al 10 de mayo comenzaba la campaña de recogida en el Bajo Tiétar con las variedades más tempranas, especialmente la Burlat, una cereza más blanda, pero según comenta el gerente de Comapir, «el calor estropeó el fruto». Y ya en junio se pusieron con las variedades de media campaña, las California, y las más tardías, entre las que destacan por su número en esta zona las Lapins, de tamaño y productividad medios, firmes y de buen sabor, con las que se cerró un año más la campaña el 8 de julio porque «había muy poca cantidad, un 90 por ciento Lapins», apunta Juan Pablo García.
Hace años eran otras las variedades que cultivaban en el Valle del Tiétar, pero que, como apunta el responsable de la cooperativa de El Hornillo, fueron desapareciendo «porque el mercado iba demandando otras cosas, como un mayor tamaño». «Ahora lo que queda en la zona es algo de la Burlat, la temprana, que es una cereza muy buena de comer, pero algo blanda; las variedades California, que no tienen mal comer y andan mejor de tamaño y son más duras, y luego están las tipo Lapins, que comienzan a recogerse sobre el 15 de junio y que tienen buen comer, mucho tamaño, con y sin rabo, y que son de color burdeos, tirando a negras», explica.
Y si bien es la cooperativa Comapir, fundada en 1983 la que más productores de cereza agrupa en el Alto Tiétar, con alrededor de 100 socios de los cuales unos 40 siguen recogiendo este fruto, no es la única de la zona, pues en el anejo candeledano de El Raso se encuentra la cooperativa Capra Hispánica, puesta en marcha en 1988, con 15 socios dedicados a la cereza.
Tanto en las zonas de El Hornillo y Poyales del Hoyo como en El Raso, son los dueños de los terrenos los que se encargan de su recolección, de forma manual, con un procedimiento artesanal que garantiza su buena calidad, para llevarlas después a la cooperativa, donde se ve si vienen bien seleccionadas y en unas condiciones óptimas, es decir, si cumplen los estándares de calidad. Si es así, la cooperativa se encargará de paletizarlas y de su comercialización.