Ávila no padece graves problemas de violencia, pero tampoco se ve libre plenamente, como es lógico, de lacras que hoy azotan con mayor saña a otras provincias españolas. Una de ellas es el machismo bravucón. Porque el mes de diciembre se presta a realizar balances anuales sobre cualquier materia, me he interesado por conocer un poco qué incidencia tiene entre nosotros esta siniestra delincuencia que no sólo lleva angustia y luto a demasiados hogares, sino que nos entristece a todos. No me consta que, en los últimos doce meses, hayamos sufrido en Ávila ningún crimen machista como sí lo hubo en 2023, pero son más de un centenar las mujeres que han sentido necesidad de solicitar ayuda al 016, teléfono gubernamental contra la violencia de género. Y hoy, al parecer, medio millar de pobres infelices están acogidas en la provincia al sistema de protección VioGen, mujeres que viven asustadas, sometidas a riesgos y amenazas, precisando apoyo policial, sicológico y económico. Comparándonos con otros lugares de mayor densidad poblacional, como Barcelona o Madrid, o de más alta criminalidad porcentual, como Melilla o Almería, el machismo abulense parece anecdótico. Pero todo suma espanto a una monstruosidad que no cesa.
En España se acercan a 50 las víctimas mortales del machismo en 2024 y son 1300 las que, desde 2003, han perdido la vida a manos de maridos o exparejas. En un 35,5 por ciento nacieron en el extranjero y en un 65,5 por ciento eran de origen español. Sólo en los últimos 11 años, 462 menores han quedado huérfanos por culpa de agresores que, en un 80 por ciento, no habían sido denunciados por maltrato previo. A estas cifras espantosas, habría que añadir las de violencia vicaria, que no me atrevo siquiera a transcribir por tratarse de algo tan cruel como niños que fueron asesinados por sus padres o por las parejas de sus madres.
¿Qué estamos haciendo mal? ¿Qué no hacemos y debiéramos hacer? Los que estudian en profundidad este problema, ¿no encuentran soluciones alternativas para, al menos, reducir tan horrible tragedia? ¿Ha servido de algo la diferencia de trato que la Ley otorga ahora al hombre con relación a la mujer? ¿Resulta útil la normalización de esta atrocidad que realizan los telediarios cuando, junto a la política, los deportes, las noticias nacionales o internacionales, ofrecen a sus audiencias el crimen o crímenes de cada día? Igual que se pone cuidado en no publicitar suicidios de jóvenes, para impedir el contagio entre ellos de esa aterradora realidad, ¿convendría quizá tener en cuenta la fragilidad de algunos cerebros a los que la reiteración de asesinatos machistas puede hacerles creer que lo aberrante es lo normal?
Mis líneas de hoy, y lo siento mucho, no ofrecen tampoco soluciones porque no las tengo. Pretenden ser tan sólo una reflexión dolorida ante tanta sangre inocente como continúa derramándose