Adolfo Yáñez

Aquí y ahora

Adolfo Yáñez


Santiago y Prisciliano

25/07/2024

La Iglesia Católica es sin duda la institución más influyente en el mundo durante los dos últimos milenios, pues ninguna otra ha marcado como ella el diario vivir de los humanos. Pero se ha dejado llevar con frecuencia por lo legendario y por un exiguo rigor histórico a la hora de hablarnos de sus personajes más ilustres. Santiago el Mayor es uno de esos grandes santos cuya figura, en mi opinión, nos ha llegado velada por demasiados e innecesarios mitos y fábulas.

Evangelios y fuentes neotestamentarias indican que fue discípulo de Cristo, que perteneció al círculo íntimo del Mesías y que, posteriormente, gozó en la naciente comunidad cristiana de un inmenso prestigio. ¿A esta enfervorizada veneración por el apóstol es a la que hay que atribuir la contradictoria información que tenemos del viaje que le trajo hasta aquí ? Hay quienes le hacen llegar a la Bética tras atravesar las Columnas de Hércules establecidas, supuestamente, en los promontorios que bordean el estrecho de Gibraltar. Otros aseguran que desembarcó en Tarraco. Una tercera versión fija su llegada en Carthago Nova. Parece que, fruto de sus predicaciones, fue la conversión de siete varones apostólicos a los que hizo ir a Roma para que los consagraran obispos y luego continuaran la fecunda labor evangelizadora que él inició. Se nos dice también que Santiago se encontró milagrosamente con la Virgen en Zaragoza. Se le apareció subida a un pilar de jaspe y, antes de la dormición de María y de su asunción en cuerpo y alma a los cielos, volvió a relacionarse con ella en Jerusalén, donde Santiago fue decapitado en tiempos de Herodes Agripa. Finalmente, en una nave de piedra, circundando la actual costa portuguesa, su cadáver llegó a Hispania, arribó a las inmediaciones de Iría Flavia y allí fue sepultado.

Bastantes siglos después, el obispo Teodomiro reveló a la cristiandad que se había descubierto el hasta entonces ignoto enterramiento. En lo que afirmaba, le apoyó Alfonso II, Rey de Asturias, pues ambos tenían interés en cristianizar la vieja costumbre que existía desde épocas célticas de peregrinar al Finis Terrae, pero pretendían que se comenzara a peregrinar para rendir culto a quien señalaron ya como patrón de los españoles y defensor del ejército cristiano que, por esas fechas, mantenía una encarnizada lucha contra el Islam. Antiguas crónicas describen a Santiago guerreando a lomos de un caballo blanco en la batalla de Clavijo, aunque la historiografía moderna indica que se trata de una batalla que nunca existió.

Mucho se ha especulado sobre la autenticidad de los restos mortales que guarda la catedral de Compostela. Aparecieron en el año 813, en un lugar de abundantes sepulturas, por lo que no faltarían cadáveres con los que simular los huesos del proto-predicador de España. ¿Pertenecen realmente a él? Debemos respetar a quienes así lo creen, aunque cuesta aceptarlo. Se especula, incluso, con la posibilidad de que esos restos sean, nada menos, los de nuestro obispo Prisciliano de Ávila. Esta última leyenda es muy reciente. La planteó como hipótesis en 1900 el sacerdote de Toulouse Louis Duchesne y, de hipótesis, pasó a ser considerada por algunos como realidad. Es obvio que se trata de otra atrevida fabulación.