Afirman los especialistas que la tecnología, por sí misma, no tiene la capacidad de hacernos más o menos infelices. Un uso adecuado facilita la vida cotidiana porque nos ayuda en numerosas facetas, pero el abuso puede generar un grave problema. De adicción, sin eufemismos. Pasamos una media diaria de siete horas delante de tabletas, móviles inteligentes, pantallas de ordenador y otros dispositivos, de manera que siete de cada diez encuestados considera que su situación es de dependencia. Alcanza tal extremo el vicio digital que muchos reconocen sin tapujos que incluso les quita horas de sueño, fenómeno este que explica en buena medida el amodorramiento de la opinión pública, salvo contadas excepciones como la gota fría de Valencia.
Las redes sociales nos tienen tan idiotizados que uno de cada dos ciudadanos es consciente de que por su culpa pasa menos tiempo con su familia o pareja, y uno de cada cinco siente envidia de lo que ve en ese océano de fatuidad, patrañas y estulticia. Como de padres gatos salen hijos misinos, resultan todavía más alarmantes los datos concernientes a niños y adolescentes: el 70 por ciento de los menores de entre 10 y 15 años tiene móvil, y los jóvenes españoles son de los primeros de Europa en experimentar reacciones de pánico al quedarse sin móvil. Trastorno que ya tiene nombre: nomofobia.
Ante tan desolador panorama, el Colegio La Salle de Palencia acogió el miércoles un encuentro para abordar el uso abusivo de las pantallas entre los jóvenes. El título, muy atinado e ilustrativo: "Pausa y reconecta". Nada de obcecarse. A veces es necesario detenerse para mirar el horizonte claro y seguir el camino. Si uno no es capaz de salir solo o le puede el mono, hay que pedir ayuda. Desde la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades se pone el foco en los videojuegos, que generan casos de aislamiento, y una nueva modalidad de juegos con dinero en redes sociales. La tecnología es un medio para hacer la actividad cotidiana más cómoda, no para esclavizarnos, deshumanizarnos, alienarnos. La distopía empieza peligrosamente por aquí.