Estudios recientes en varias universidades norteamericanas (Stanford, Ohio o Cornell) estiman que un 42 por ciento de sus alumnos plagian buena parte de los trabajos académicos; un 37 por cierto confesó que utiliza programas de inteligencia artificial para desarrollar al menos el bloque principal de texto de las investigaciones que deben presentar en cada una de las asignaturas. Por contra, un amplio porcentaje de docentes de dichas instituciones reconoció no tener ni los conocimientos ni el tiempo para manejar esas aplicaciones o programas lo que supuso, según un profesor de la universidad de Ithaca, una constatación de que la inteligencia artificial aplicada al mundo académico es una realidad que está modificando el aprendizaje del alumnado.
Les resumo lo anterior, por si les ha quedado algo frío: que literalmente en las universidades norteamericanas, y supongo que en otros estamentos educativos, se las están dando con queso. Vamos, que les engañan. El párrafo anterior que acaban de leer consta de 753 caracteres con espacios o 115 palabras y supone ya casi un cuarto de mi artículo. Un cuarto es básicamente el principio del texto, el arranque difícil, el tema del día. Pues mire, no es mío. Me lo ha proporcionado un programa de inteligencia artificial aplicado a la escritura. ¿Ven como es fácil? Después, simplemente copiar y pegar, como algunos políticos de la última década. Pero podría haberme quedado calladito. Ay, pobres lectores, se sentirán decepcionados. No me esperaba esto de ti, dirán algunos, engañarnos como a ciudadanos en víspera de elecciones. Si ya decía yo que algo raro había en sus artículos. Tan perfectos que solo podría hacerlos una máquina. Mira por donde.
Anda el paisanaje académico, de institutos y universidades, algo revuelto con tanta noticia sobre los programas de escritura en los que interviene la llamada inteligencia artificial. Como si esto hubiera nacido la víspera de nochebuena. Y como en la enseñanza todas las novedades son malas, llámense ordenadores antediluvianos, móviles o relojes, ya se está produciendo el habitual corrimiento de tierras, el tsunami anticipador que pondrá el castigo en el alumno antes de que este haya ni probado tan siquiera el chatGPT. Oh terror, ¿qué haremos para prevenir tanto engaño? Docentes de aquí y de allá se anticipan clausurando la tradicional escritura de trabajos o de ensayos y sustituyéndolos por podcasts, por tiktoks o directos en twitch porque allí al menos el alumno tiene que poner su cara bonita y marcarse un baile mientras habla de Isabel la Católica o de Juan sin Tierra.
Y vayamos a la conclusión, que es donde se guarda la tesis, el secreto escondido del artículo, como les digo a los aspirantes de la ebau. La inteligencia artificial aplicada a la escritura supondrá solo un problema en los malos estudiantes, como en los malos políticos, los malos legisladores o los malos periodistas. El bueno la podrá utilizar como base, como he hecho yo aquí experimentalmente. La única pega es que el director de El Diario de Ávila va a pagarme un cuarto menos de la tarifa convenida por haber confesado este pecadillo. Perdóneme, director.