El 1 de noviembre de 1982 estaba llamado a ser para siempre un hito en los anales de Ávila. Juan Pablo II se convertía en el primer sucesor de San Pedro en visitar tierras españolas en toda la historia de la Iglesia, en el que sería el más largo de los cinco viajes a nuestro país a lo largo de su pontificado. El Santo Padre afirmaba que era un «viaje que deseaba desde hace tanto tiempo».
Ese 1 de noviembre, día en que se cumplían 36 años de la ordenación sacerdotal de Karol Wojtyla, su helicóptero procedente de Madrid tomaba tierra a las 8.30 en el campo de fútbol del antiguo Colegio de Huérfanos de Ferroviarios de Ávila y se dirigía al Monasterio de la Encarnación, a un encuentro en su huerto con 3.000 monjas de clausura de 28 órdenes religiosas y 49 provincias, representando a todas las contemplativas de España. ¿Habría soñado alguna vez Teresa de Jesús con acoger a un papa en el convento donde profesó y del que fue priora?
Más de un millón de personas se congregaron en la Puerta del Carmen para la misa que ofició, retransmitida por la televisión, en la clausura del IV Centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús, en lo que hasta el día de hoy ha sido la mayor concentración humana que se recuerda en la ciudad. Se contó con la presencia de la Familia Real, el presidente del Gobierno en funciones, Leopoldo Calvo-Sotelo, el expresidente Adolfo Suárez, los obispos de todas las diócesis de España y 400 sacerdotes de Ávila. Cantó la Coral Tomás Luis de| Victoria, acompañada al órgano por el padre Bernaldo de Quirós.
Tras recorrer en el papamóvil, entre vítores de miles de abulenses, las calles de Ávila engalanadas, visitar el Convento de San José y La Santa, firmar en el Libro de Honor del Ayuntamiento y bendecir el nuevo monumento dedicado a Teresa de Jesús en el Mercado Grande –el de Juan Luis Vassallo, en el que actualmente se realiza la ofrenda floral–, a las 16.10 el pontífice iniciaba camino hacia Alba de Tormes. Juan Pablo II pronunciaba las palabras de que en Teresa de Jesús y Juan de la Cruz «admiro y venero a los maestros espirituales de mi vida interior».