Hace nueve días se produjo en Valencia una gran tragedia al arder completamente un edificio de dos bloques, catorce plantas, ciento treinta y una viviendas y quince años de antigüedad, por un fuego que, al parecer, se inició debido a un cortocircuito en el mecanismo del toldo del apartamento 86. Las llamas, favorecidas por el fuerte viento que esa tarde hacía en la ciudad del Turia, junto – según algunos técnicos- al revestimiento aislante que tenía en la fachada, en poco más de una hora arrasaron completamente el edificio.
Un voraz incendió con rostros humanos, ya que fueron diez personas las fallecidas en el mismo. No hubo más víctimas, además de por la hora que se produjo, por la valerosa actuación del conserje de la finca, que fue avisando a todos los vecinos desde la última a la primera planta. También por la impresionante y arriesgada labor de los bomberos -varios de ellos heridos, pero ya dados de alta- que lucharon incansablemente contra las llamas, aunque estas pudieron más y solamente dejaron en pie el esqueleto del inmueble.
Desde esta azotea nuestra oración por las diez personas que perdieron la vida en el incendio, nuestro pésame a sus familiares, nuestro ánimo a los dueños de esas decenas de mascotas que también murieron y nuestro deseo de que los supervivientes puedan rehacer cuanto antes su nueva vida, pues todos ellos quedaron únicamente con lo que llevaban puesto esa fatídica tarde.
Igualmente es de destacar la enorme solidaridad demostrada por los valencianos, desde el primer momento, llevando ropas y otros enseres, así como ofreciendo sus domicilios, para las víctimas. También loable la rápida respuesta del Ayuntamiento valenciano, que, además de alojar a los afectados por el fuego en hoteles, a los pocos días les ha facilitado viviendas en un edificio nuevo propiedad del Consistorio, así como la de esas varias empresas que se han ofrecido para amueblarles las casas, para que no se encontraran en ellas sólo con las paredes.
¡Olé por los valencianos! Han estado, como debe de ser, a la altura de las circunstancias y sus políticos han apartado diferencias para trabajar todos a una, sin partidismo alguno.
Ojalá esta postura se produjera también en nuestra capital, pero, desafortunadamente, no es así. Lo estamos comprobando estos días como consecuencia del derrumbe de otro inmueble en el barrio de Las Vacas, en el que son varios los edificios que están en mala situación. Ello tiene preocupados a los vecinos de esta popular barriada, quienes piden se adopten inmediatamente las soluciones necesarias, para no tener que lamentar más derrumbes y, lo que sería peor, posibles desgracias personales.
Los únicos responsables directos de la situación de estos inmuebles, como la de otros varios que existen en la Ciudad, son sus propietarios que, a veces, por las sucesivas herencias, no se localizan, no se ponen de acuerdo o no pueden hacer frente a los gastos que ello supone. El Ayuntamiento, con los informes técnicos de arquitectos y bomberos, da la orden de ejecución para que sus dueños consoliden, rehabiliten o derrumben el mismo. Si dan la callada por respuesta se les ponen multas coercitivas para ver si asi responden y, si hay un peligro de derrumbe inminente, sí se encarga de su demolición, pasando el coste de esta a los propietarios.
Con este incidente algunos representantes municipales en el Ayuntamiento han vuelto a sacar sus "armas", para atacar al equipo de gobierno y casi, casi responsabilizarle de esa caída, convencidos van a obtener réditos políticos.
¡No todo vale!