–Buenas noches, don Claudio. He de felicitarle por doble motivo. Esta semana se cumplen 40 años de su Premio Príncipe de Asturias, un galardón iluminado por la frase con la que me deleito todos los días, y esta semana se celebra Pentecostés: "Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad"
–No hay nada casual, querido Adolfo. Casi 30 años se cumplen desde que aquel joven Felipe, hoy rey de España, te entregase el Príncipe de Asturias de la Concordia. De ahí la frase que elegiste como base de tu pensamiento y se lee tanto en la Universidad de Salamanca, como aquí en este claustro de la Catedral: "La concordia fue posible"
–Desde este viejo templo fortaleza y tan cerca del cielo al que se elevan las Murallas, ambos presidentes hicimos de la convivencia y la libertad una forma de entender la política, y me consta que son muchos en Ávila quienes así lo han seguido entendiendo.
–¡Ay, joven amigo! Ávila siempre ha sido escuela de concordia: hasta en los años previos a la maldita guerra y posterior dictadura, nos entendíamos los candidatos y diputados de partidos completamente enfrentados, aun cuando el tono y las palabras eran broncos.
–Fíjese, don Claudio: yo que venía de una formación y etapa política vinculada con el franquismo, tuve muy claro que había que abrir España a todos los partidos, a todas las formas de pensar. No podía ser de otra forma. Cuando buscaba dirección espiritual en don Baldomero, ya me decía que apuntaba alto en eso del entendimiento y así tenía que ser.
–Adolfo, eso deberían haberlo aprendido todos. Mi segunda patria fue la Argentina y estos días me remueve comprobar que los presidentes de allá y de acá se insultan y se hacen los ofendidos. En mis últimos años en la tierra me dediqué a estrechar lazos atlánticos entre continentes ¡Qué pensaría de este despropósito mi querido Enrique Larreta, con quien bromeaba si era mejor la carne argentina o la avileña!
–Cuarenta y dos largos años dediqué a la política, profesor. Veintitrés lleva en el cielo mi querida Amparo, se cumplieron este fin de semana, y cada dos por tres me dice: "Con lo difícil que creíamos que era todo en aquellos años de transición, ¿por qué se enredan tanto ahora, cuando parece que la vida es más fácil?"
–Estamos condenados a no entender el curso de la historia y la gravedad de enfrentarnos. Yo siempre recomiendo la frase de aquel otro paisano, Jorge Santayana, quien por cierto fue niño cantor en esta nuestra casa de ahora: "Aquellos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo"
–Seamos optimistas, presidente. Hay un legado de buenos enseñantes de concordia nacidos en esta tierra, de los que le hablaré dentro de dos semanas, cuando el Santísimo en la Custodia de Arfe nos pase por encima. Descanse, que para el Corpus volvemos a hablar, lo prometo.