Rafael Torres

FIRMA SINDICADA

Rafael Torres

Periodista y escritor


El tufo de la venganza

18/01/2024

Si no fuera por el tufo a venganza que desprende la actitud de Junts en sus negociaciones con el PSOE, la amnistía que el Gobierno prepara para "olvidar" los desmanes de la asonada secesionista del 17 y de sus anexos anteriores y posteriores se recibiría, seguramente, con otro talante, en incluso bastantes de sus actuales debeladores le encontrarían la gracia a semejante medida de gracia. Pero ese tufo a venganza, esa descarada intención de herir y humillar al otro cuando, por las circunstancias de la vida y de la aritmética parlamentaria, éste tiende su mano desarmada, envenena la atmósfera que todos, sin distinción de ideología o procedencia, hemos de respirar.
La venganza es una cosa tan sucia que empuerca cuanto toca, y lo que está tocando es nada menos que la necesidad de reconciliación plena. Lo que debería ser un suceso jubilar, la amnistía, emparentada, sí, con el pelillos a la mar y con el borrón y cuenta nueva, pero también con la voluntad de reencuentro civilizado y cordial, se envenena con ese afán indisimulado de venganza, de odio, que anima a los de Puigdemont, y particularmente a éste. La circunstancia de que la mayoría de la sociedad catalana ni comparta ni apruebe esa conducta política, esa forma de ser y de hacer, cual demuestran los resultados electorales que relegan a Junts a una posición muy pobre en Cataluña, apenas consuela, pues en la práctica esa sociedad, como la española en su conjunto, es hoy rehén de esa gente que un día sumió a ambas en la frustración y en la tristeza, y que, según dice, volvería a sumirlas.
Que en esas negociaciones más parecidas a ajustes de cuentas se pretenda incluir el terrorismo entre lo amnistiable, o que se exija el control absoluto sobre la inmigración, no sólo es un disparate, sino que es un imposible, pero la venganza y el rencor, que en ningún caso raparan ni restañan el supuesto daño recibido, son, en sí mismos, un imposible también. Ahora bien; el que ha de conceder, en éste caso el Gobierno de la Nación, debe tener muy claro qué es imposible y qué no, y trazar la línea roja pertinente tan gruesa como pueda, tan gruesa que la venganza no alcance a traspasar.
Si no fuera por el tufo a venganza que desprende la conducta del reaccionarismo catalán, con sus capitanes Araña inspirándola, se abriría, seguramente, un espacio para la racionalidad, que siempre precisa, como se sabe, de una buena ventilación política, moral y mental.