En el año que acabamos de despedir, ha tenido lugar la celebración del 550 aniversario de la proclamación de la princesa Isabel como reina de Castilla en el atrio de la desaparecida iglesia de San Miguel, en la plaza mayor de Segovia.
Las efemérides siempre constituyen un buen motivo para recordar y poner en valor los acontecimientos, la figura o los logros alcanzados por los protagonistas. En este caso, de la gran reina de Castilla; nacida en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) y fallecida en Medina del Campo (Valladolid); que ocuparía definitivamente el trono, tras una guerra sucesoria y la batalla de Toro frente a los partidarios de su sobrina Juana, la Beltraneja y que, junto con su marido, Fernando II de Aragón, fueron nombrados Reyes Católicos por el papa Alejandro VI por su labor de propagación del catolicismo.
El acontecimiento de mayor trascendencia de su reinado fue el descubrimiento del Nuevo Mundo por parte de Cristóbal Colón, en su afán de buscar una nueva ruta comercial a las Indias. El almirante moriría en Valladolid sin tener plena conciencia de haber descubierto un nuevo continente. Contó el navegante con el apoyo económico de los monarcas, en especial, de la reina Isabel, tras haber sido rechazado su ofrecimiento para embarcarse en la empresa transoceánica, por parte de la monarquía lusa.
En el ámbito hispano y el mismo año del descubrimiento, 1492, se consumó la conquista del último reducto musulmán en la península, Granada y la derrota del rey de la dinastía nazarí, Boabdil el Chico: «Aquel que lloró como una mujer lo que no supo defender como un hombre», en palabras de su madre Aixa -según la leyenda-. Siendo el acontecimiento definitivo para la unificación territorial. La parte más triste de este propósito, producto de su política de «maximum religioso», fue la decisión de expulsar a los judíos o la obligación, también para los musulmanes, de abrazar la fe católica.
En el Archivo Municipal de Ávila, se encuentra el único Decreto de expulsión de los judíos que se conserva en España, firmado en Granada. Una decisión basada en el objetivo superior de lograr la unidad no sólo política, sino también religiosa de sus reinos.
El mote de «Tanto monta» fue acogido por el rey Fernando como divisa personal, a instancias de Nebrija; enlazando con las palabras pronunciadas por Alejandro Magno cuando deshizo el famoso nudo gordiano, cortándolo con su espada: «Tanto monta cortar como desatar», para significar que el fin justifica los medios. Aunque, al parecer, fue en la casa fuerte del amigo de los reyes, don Luis de Chaves el Viejo, lugar de hospedaje de los monarcas en la ciudad extremeña de Trujillo donde se firmaría la unidad patria.
Fue destacado su papel como forjadora de un imperio. Importante para su posicionamiento fue el emparentar con las principales casas reales europeas mediante la política matrimonial de sus descendientes.
Mujer de fuerte carácter, inteligente, culta y muy devota; ligada a la "devotio moderna" y la espiritualidad cisneriana. Defensora de los derechos de los indios y preocupada por la cultura.
Es un hecho que los Reyes Católicos pusieron las bases del Estado moderno con importantes pilares como la aparición de la Hacienda Real, sustentada en el sistema de impuestos. La creación del embrión de una organización judicial dependiendo del Estado. Siendo los reyes, los garantes de la Justicia verdadera. La atención a la sanidad con la creación de grandes hospitales como el de peregrinos, que lleva su nombre, en la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela (hoy parador de turismo). La considerada primera policía europea, para protección de los caminos y luchar contra el bandolerismo: la Santa Hermandad (su uniforme tenía las mangas de color verde y los cuadrilleros solían llegar siempre tarde; de donde surgió la expresión: «A buenas horas mangas verdes»). La creación de un ejército permanente, dependiente de la autoridad real. Sin olvidarnos de la, tristemente famosa, Inquisición, a la que, siendo una institución anterior a los Reyes Católicos, éstos darían un nuevo impulso, con el objetivo de velar por la ortodoxia católica y perseguir, sobre todo, a los criptojudíos.
El desmoche de las torres de las casas fuertes de los levantiscos nobles, que habían apoyado la causa de la Beltraneja en la guerra de sucesión, por el nuevo poder real, despojándolas de sus elementos militares y defensivos, fue indicativo del cambio de papeles, del dominio de la monarquía, la supeditación de la nobleza y la implantación de un nuevo orden social.