—Solo quedan cinco días. ¿Te das cuenta? ¡Solo cinco días!
—Relájate, alcalde, tenemos todo bajo control. Las cámaras ya están instaladas y la ordenanza aprobada; hemos hecho una Zona de Bajas Emisiones modélica, sin fisuras. Sólida, como la muralla que la circunda.
—Me preocupa que a nuestros nuevos amigos verdes no les guste la iniciativa y nos dejen tirados, ahora que por fin los hemos engaña… digo convencido.
—A ver, no tienen por qué: hemos puesto una moratoria de seis meses en las sanciones y la zona allí donde apenas entran coches o vive gente.
—Ya, ¡pero los pocos que viven nos quieren llevar a los tribunales!
—No te apures, poco van a rascar; las restricciones son solo para coches sin etiqueta y ya no quedan tantos. Además, no afectará a los residentes.
—¿Ah no?
—No, esos pueden pasar.
—¿Y los que vayan al aparcamiento del Grande?
—Claro, alcalde. Que si no se nos echa encima la concesionaria.
—Sí, eso está bien, pero ¿y los padres que quieran llevar niños a los coles de dentro de la zona?
—Sin problemas, no te preocupes.
—¡Pues menos mal! Que esos son unos cuantos miles de votos. Supongo que a los turistas que se alojen en el centro también los dejamos, ¿no?
—Por supuesto.
—¿Y los de movilidad reducida, los servicios especiales? ¿Y los taxis?
—Adentro con ellos, adentro…
—¿Oye, no podríamos habilitar un horario especial? Eso viene bien a la hostelería, sobre todo por la noche.
—Ya está hecho, desde las ocho de la noche a las siete de la mañana siguiente. Y veinticinco pases por coche, además. Como digo, todo controlado, alcalde.
—Vale, aunque entre tú y yo, esto me parece un coladero. Quizás los de Vox se queden contentos, pero se nos va a echar encima toda la izquierda, y ya sabes que a mí me gusta nadar y guardar la ropa. Nos van a acusar de hacer una ZBE de tapadillo. Habría que prohibir de verdad el acceso a alguien; que se perciba el impacto y que justifique las cámaras, que nos han costado una pasta. ¡Tengo una idea! ¿Y si se lo prohibimos a los peatones? De esos hay muchos, al menos a algunas horas por las calles de comercio.
—No creo que sea buena idea, y menos en estas fechas: mandaríamos a la porra la campaña de compra en Navidad y las rebajas. A los peatones, ni tocarlos, que contaminan poco. Tendría que ser otros vehículos… No sé, las bicicletas, por ejemplo.
—¡Eso, las bicicletas! Ahora que hemos prohibido por fin que aparquen en cualquier lado —aunque no hayamos puesto todavía aparcabicis— me parece genial impedirles además la entrada en la ZBE. ¡Anda que no molestan! Eso las obligará también a usar los carriles bici, que andan algo vacíos y abandonados. Y me sé de un columnista de Diario al que no le va a hacer nada de gracia la idea… ¡Me encanta!