Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Sheinbaum, la presidenta

09/06/2024

 Acostúmbrense a este apellido askenazí. Es y será la primera presidente del país azteca. De origen familiar judío procedentes de Lituania y Bulgaria. El gigante país norteamericano, sí, norteamericano, de casi ciento treinta millones de habitantes. Con unas diferencias sociales abismales y una violencia que no es atajada, pero un país con enormes recursos y riqueza.  De origen familiar judío procedentes de Lituania y Bulgaria. Formada en la UNAM y en Berkeley, comprometida desde la izquierda, sabe lo que es gestionar en primera línea. Su arrolladora victoria es sorprendente, toda vez que su predecesor López Obrador fue a la tercera, tras dos escabrosas y sospechosas derrotas. Su sexenio pedagógico y frentista con algunos queda para la historia con tintes más grises y populistas que efectivos. El tiempo lo dirá.

Sheibaum tiene perfil propio. Por mucho que digan que es la heredera, marcará su rumbo y su agenda. No le faltan tablas. Al contrario. Carácter enérgico, mentalidad calvinista, raciocinio puro sin espacio para la demagogia, bien formada, académica y con tinte intelectual, puede ser un revulsivo. Su victoria ha sido rotunda, aplastante, con mayoría en las cámaras lo que le permite un colchón reformista como a pocos, incluido el texto constitucional.

México tiene enormes desafíos por delante, entre ellos, volver a ser una voz líder en el contexto latinoamericano con el aval de una gestión en la alcaldía diferente a la de otros políticos de izquierda en la región y con unas relaciones clave con su vecino del norte, vecinos, Canadá y EEUU. Sus primeras palabras han sido la de garantizar las libertades, expresión, prensa, reunión, concentración y movilización. Lo cuál evoca, a primeras, el riesgo de que esto no ha sido así, de lo contrario, no haría falta apelar a las mismas sino partir de un radical compromiso democrático del país.

No le faltan retos, nunca resueltos por sus predecesores inmediatos. Economía, pobreza, migración, crimen organizado, democracia y la relación con su vecino estadounidense.

Pobreza y violencia son causas nerviales que explican la migración de los mexicanos hacia el vecino del Río Grande. Mas de dos millones y medio de migrantes de toda Latinoamérica intentan cruzar las fronteras entre ambos cada año, de los que un tercio son mexicanos. Nadie ha sido capaz de detener esta sangría, y la política es de reacción contención ante las exigencias de la administración estadounidense.  Falta un plan de acción, de protección a la persona, y de lucha contra la violencia. No lo tendrá fácil y la cuestión se despejará, cual incógnita en función de quién sea el próximo inquilino de Avenida Pennsylvania 1600. Con Trump todo es posible, desde campos de detención a deportaciones masivas. Económicamente México es satélite de EEUU, siendo para la economía azteca un socio imprescindible, el 80% de las exportaciones van hacia este país.

México ha crecido en el último sexenio a un ritmo muy lento y marginal. El déficit fiscal es muy alto, y ello a pesar de la austeridad practicada en sus políticas por Obrador. Sin una verdadera reforma y cambio de presión fiscal no hay dinero para acometer reformas y políticas expansionistas pero sobre todo, sociales, base de un importante electorado que simboliza también el apoyo de amplios sectores otrora conservadores y del PRI y del PAN en un pasado no muy lejano. Faltan empresas punteras y saneadas, disrupción tecnológica y sectores clave y de desarrollo en polos como el de la automoción que pueden todavía crecer más. La red eléctrica está obsoleta y las infraestructuras en general han de renovarse. Los recursos petroleros tocan a su fin. Pemex vive momentos convulsos e inciertos, heredados de pasados sin control y donde la corrupción ha hundido a la petrolera. Su formación como ingeniera, y experta en temas medioambientales, hará que México bascule hacia un nuevo modelo de energías limpias. Atraer capital e inversiones es esencial, pero también retenerlo y crecer, lo cual solo se puede hacer ofreciendo garantías de estabilización, sin intervencionismo, seguridad jurídica y erradicación de la violencia. Y éste es el gran desafío de la presidenta. Acabar con la violencia, la impunidad y la corrupción que la ampara. El cáncer metastasiano del país. Del rico país. Pobreza, libertad y seguridad no son posibles sin erradicar la violencia, las diferencias y gigantescas brechas sociales, y sin ahondar en políticas de bienestar. Pero para ello hay que garantizar la llegada de inversiones que estimulen la economía, se recaude de una manera no solo eficaz, sino sobre todo justa, lo que le enfrentará a ciertos sectores empresariales, acostumbrados a otras lides.

La violencia se ha cobrado en dos décadas casi medio millón de víctimas y decenas de miles de desaparecidos. Las guerras contra el narco, entre narcos, y el rol del Estado deja un panorama desolador en este aspecto, como también la violencia de género con una decena de mujeres asesinadas diariamente.