Jesús María Sanchidrián

El cuaderno del Cronista

Jesús María Sanchidrián

Cronista de la ciudad de Ávila


Crónicas del Mercado Grande (I)

29/12/2024

'Pza. del Mercado Grande de Ávila'. Acuarela, lápiz y tiza blanca sobre papel. Valentín Cardererea, 1840. Museo LázaroGaldiano (Madrid).

'Pza. del Mercado Grande de Ávila'. Acuarela, lápiz y tiza blanca sobre papel. Valentín Cardererea, 1840. Museo LázaroGaldiano (Madrid).

Pasear por el Mercado Grande de Ávila es reencontrarse con la plaza de nuestra ciudad y revivir cada momento de su historia, y es que toda la vida por esta plaza pasa. El amplio espacio que configura la plaza surgió como una explanada entre los límites arquitectónicos que dejaron la muralla por el este, la iglesia de San Pedro por el oeste, la iglesia de la Magdalena por el sur, y el caserío con soportales por el norte. El origen y la realidad física de la plaza que conocemos se remonta al momento de la construcción de los monumentos que la circundan, coincidiendo entonces con los años de la repoblación iniciada en el siglo XI.

Adentrados en las entrañas misteriosas de la tierra sobre la que se alza la mítica plaza del Mercado Grande, y una vez conocidos, gracias a la arqueología, los restos de las antiguas civilizaciones que la habitaron, como el resultado de su autopsia, nos aproximamos a su peculiar historia cultural.

Pero la plaza del Mercado Grande, a pesar de su nombre, no es la plaza Mayor de Ávila, ni nunca ha pretendido serlo, porque paradójicamente la plaza Mayor es la llamada plaza del Mercado Chico, unidas ambas por una misma tradición histórica: la de celebrar en el espacio arquitectónico que las configura las transacciones mercantiles y de aprovisionamiento, reuniendo en su entorno el bullicio de una ciudad siempre viva. Esto es el mercado, lugar de concentración de mercaderes y gentes de cualquier condición social, reunidos para el intercambio de alimentos, productos exóticos y artículos diversos, conversaciones y miradas, experiencias y recuerdos, todo mezclado en algarabía y trasiego.

Aunque la vida de la ciudad en su devenir cotidiano ha tendido su centro en los cosos de San Juan o el Mercado Chico, en el coso de San Pedro o el Mercado Grande, y en el coso de San Vicente, en esta ocasión nos detenemos en el Mercado Grande, lo que haremos a través de una serie de artículos acompañados con decenas de ilustraciones históricas que nos mantendrá ocupados en estas páginas con seis entregas sucesivas a lo largo de otros tantos domingos

Para ello, tomamos la plaza del Grande como punto neurálgico de la ciudad y como referencia del lugar mágico con el que se identifican los abulenses, en la media en que siempre ha estado unido a la puerta del Alcázar, al hospital y la iglesia de la Magdalena y sus comedias, a la iglesia de San Pedro, al coso donde se lidiaban los toros y se hacía torneos, a la desaparecida Alhóndiga, al mercado de los viernes, a "La Palomilla", a los soportales y sus comercios, al cinematógrafo, al templete de música, a las recepciones reales, a los autos de fe y a los ajusticiamientos, a los paseos, a las paradas militares, y a las procesiones, cumpliendo así con el ritual característico de las funciones que tradicionalmente desempeñaron las plazas mayores.

1.- POBLARON EN EL BURGO DE SAN PEDRO. Dicen algunos cronistas y estudiosos que la plaza del Mercado Grande quedó definida entre los años 1090-1100, coincidiendo con los tiempos de la repoblación de la Ávila por el conde Raimundo de Borgoña, yerno de Alfonso VI, y en esta época, según el padre Ariz "poblaron en el Burgo de San Pedro, muchos escuderos nobles. E Sancho de Estrada hizo en tal Burgo su Palacio", y pronto se formó entonces la plaza del Mercado Grande.

No obstante lo anterior, hay que esperar a que se termine la construcción de las Murallas iniciada en la segunda mitad del siglo XII, y las obras de la iglesia de San Pedro, junto al antiguo convento de Santa María la Antigua, así como las de la iglesia de la Magdalena, que se realizan en el mismo periodo, para poder hablar de la verdadera plaza del Mercado Grande, siendo en ese momento cuando la plaza ya forma parte de la ciudad que en el siglo XIII "alcanza su techo demográfico, ocupando un solar que permanecerá prácticamente invariable a lo largo de varias centurias". Efectivamente, "parece lógico suponer que la expansión del tejido urbano va ligada a la construcción de nuevos templos en las zonas ocupadas", así que será entonces cuando la plaza del Mercado Grande se consolide como centro funcional y urbano de la ciudad formando parte del eje que comunica con el Mercado Chico.

La plaza, aunque situada extramuros, pronto se convierte en el lugar más importante, junto al Mercado Chico, de la ciudad, y será la zona donde tradicionalmente residen los caballeros, los nobles y los clérigos y eclesiásticos. Ya en el siglo XVI, los licenciados, escribanos, comerciantes y mercaderes constituyen el grupo social que desarrolla su actividad entre el Mercado Grande y el Mercado Chico. También en esta zona, en el conjunto de calles situadas en los aledaños del Grande pertenecientes a las parroquias de San Pedro, Santo Tomé y San Vicente, tenían sus talleres los pintores, escultores, ensambladores y entalladores, quienes mantenían continuo trato con nobles y eclesiásticos.

La historia del Mercado Grande también es la historia de su comercio y de los monumentos que la circundan y configuran, como las Murallas y su desaparecido Alcázar, y San Pedro y la Magdalena, y aunque en esta ocasión no nos detenemos en su estudio, su presencia permanente se nota a lo largo de estas crónicas.

2.- PORTALES A CORDEL. El trazado de la ciudad medieval permaneció inalterable durante siglos, también la plaza del Mercado Grande, sin que ello signifique que no se hicieran obras puntuales. Así, en 1498 se hizo una calzada debajo del pilón, y para resguardo del viandante, en las plazas del Mercado Chico y Mercado Grande se hicieron portales. Luego, la Reina Doña Juana, mediante provisión de 17 de abril de 1512, recomendó el arreglo de calles y plazas, para que estuvieran "alegres e limpias e claras e pudiera entrar e entrara por ellas el sol, el aire, la claridad, pues había encontrado la ciudad con edificios e saledizos e balcones e parcelas de late de las casas que salen por gran trecho en sus calles que estaban muy tristes y sombrías y no podía entrar claridad ni sol y estaban muy sumidas e lodosas e sucias".

Los soportales del Mercado Grande se hicieron con postes de madera o ladrillo allá por el año 1503, comenzándose a sustituir por otros de piedra hacia 1518, y requiriéndose en 1526 a los vecinos de la acera del pilar que los hicieran que si no los haría la ciudad a su costa. En consecuencia, en junio de 1560 se obliga a Juan López a sacar sus casas del Mercado Grande y hacer portales "a cordel y nivel de los otros que están fechos y en aquella igualdad y alto de los otros contando que el suelo y aire de los dichos portales han de ser y quedar para uso comunal desta ciudad y de los vecinos della". Sobre los bajos soportales adintelados se construyeron casas de corredor con dos pisos y ventanas y balcones, mientras que la plaza estaba encodonada y empedrada con cantos rodados, no faltando en la misma una fuente y un pilón que abastecían a los vecinos y el ganado.

3. URGENTE NECESIDAD DE REPARAR. Mediado el siglo XVII, las casas del Mercado Grande necesitaban obras de reforma, restauración y, en algunos casos, de reconstrucción las que estaban arruinadas. Llegado el siglo XVIII, la miseria parecía haberse instalado en Ávila, y muchas casas están abandonadas, cuando no en ruinas. Las entradas y salidas a la ciudad, entre las que se cuenta la plaza del Mercado Grande, tenían un aspecto sucio y descuidado, y las obras de los paseos públicos iniciadas hacía tiempo todavía estaban sin terminar. No obstante, a pesar de la falta de recursos, el Ayuntamiento procuraba reparar el empedrado y arreglar las continuas averías en el abastecimiento de agua, todo lo cual no impedía la celebración de frecuentes corridas de toros y algunas "farsas de comedias" con ocasión de la presencia de soldados en la ciudad. Efectivamente, en el presupuesto de 1751 se incluye la compostura de calles y fuentes, y la conducción de aguas, al igual que los festejos taurinos y las celebraciones y ceremonias a favor de la corona.

La preocupación por mejorar y evitar la ruina las edificaciones municipales de la plaza siempre ha sido una constante en la historia del Mercado Grande, y buen ejemplo de ello es la comunicación que en 1820 hace el Ayuntamiento a la Diputación Provincial y al jefe político, el escritor y periodista liberal José Somoza, diciendo: "Urgente necesidad de reparar parte de la obra nueva de la plaza, por hallarse amenazando ruina; y con este objeto el de hacer habitables varias casas que se hallan sin concluir, y son pertenecientes a los propios, y el de establecer al mismo tiempo un peso público, a donde se reúnan los víveres para surtir al público de primera mano".

Al norte de la plaza del Mercado Grande se disponía un paseo que fue empedrado y allanado en 1834 con la colaboración vecinal, proponiéndose años después, en 1853 y desde el periódico El Porvenir Avilés, la plantación de cuatro filas de acacias desde el edificio de La Alhóndiga hasta la iglesia de San Pedro, para ser utilizada como paseo y mercado semanal, si bien la plantación no se realizó hasta después de la remodelación que proyectó Angel Cossín en 1865.

4. CUADRILONGO CON SOPORTALES. La fisonomía primitiva de la plaza del Mercado Grande fue completada en el siglo XVI con la construcción de una casa de carnicerías y una alhóndiga, sin sufrir con ello grandes transformaciones hasta el último tercio del siglo XIX. Por ello, las distintas descripciones que se hacen de la plaza por Pascual Madoz (1845), Valeriano Garcés (1863) y José Mª Quadrado (1865), ofrecen una visión contemporánea a ellos y bastante acertada de lo que ha sido durante siglos la plaza del Mercado Grande.

El Ministro de Hacienda que fue Pascual Madoz, mientras estaba atareado con una segunda ley desamortizadora que pretendía elevar la riqueza nacional, escribió en 1845 para su diccionario geográfico que la plaza del Mercado Grande, con una forma elíptica irregular y desigual "se halla extramuros, en contacto con los edificios arrimados a la muralla. Es un cuadrilongo de diez mil varas cuadradas, y contiene la parroquia de San Pedro, la casa que fue alhóndiga y la ermita de la Magdalena. Tiene soportales en el lienzo que mira al sur y en parte del Oeste, pero ambos muy mal alineados y de desigual altura; sin embargo, como gran parte de los del primeros, están bien embaldosados y sirven de paseo en tiempo lluvioso".

El caserío de la ciudad, mediado el siglo XIX, presenta en general un estado de abandono, con plazuelas y calles mal empedradas, irregulares, estrechas y sucias, escribió Madoz, y el propio Ayuntamiento reconocía entonces que "se trata de una ciudad antiquísima que, con su importancia, perdió la mayor parte de su población y riqueza, por esto se ven reducidos a ruinas o solares muchos edificios y aún calles enteras, y por falta de riqueza no se reparan las muchas fachadas que conservan la primitiva forma que les dieron hace cuatrocientos años".

5. EXTRAMUROS DE LA CIUDAD. Por su parte, Valeriano Garcés González, que vivía en la propia plaza dedicado a la formación de planos, trabajando también como delegado de un Montepío de Caja de Ahorros, escribió en su detallada guía de Ávila de 1863 que la plaza del Alcázar o Mercado Grande está al Este, extramuros de la ciudad, y frente a la puerta del mismo nombre. Es muy extensa, aunque de figura irregular, y su pavimento lo forma un empedrado bastante mediano e incómodo por sus prominencias o desigualdades. En la fachada que mira al Sur, tiene unos soportales antiguos y en mal estado, pero que, sin embargo, es el punto que sirve de paseo en las tardes lluviosas del invierno: en la que da frente al Oeste tiene también otros soportalitos muy malos, empedrados todavía como la plaza: en esta misma línea, aunque más metida en la plaza, está situada la Parroquia de San Pedro, que adorna con su fachada principal de buenas formas. La que mira al Norte está compuesta de cuatro casas de mediana construcción y unos corrales, y fuera de la línea de estas, retirada como unos seis metros, está la Ermita de la Magdalena y otra casita. La que cae al Este la forman las antiguas casas del pósito, carnicerías y cárcel o prisión de los caballeros hijosdalgo de esta Ciudad, cuya fachada está intacta, por decirlo así, y parte del edificio lo ocupan hoy las escuelas prácticas de instrucción primaria, a continuación, y algo retirada, la muralla y puerta del mismo nombre que el de la plaza.

Las casas en lo general son muy antiguas y de mal aspecto, excepto una, cuya fachada da frente al Sur, de propiedad de Don Rafael Jara, que es moderna y muy buena. En esta plaza hay una fuente de tres caños quedan abundante agua, de donde se surte mucha parte de la ciudad, y un buen pilón circular para abrevadero. Desembocan en ella las calles de San Segundo, Feria, Bajada al pilón de las bestias, Circuito de San Pedro, San Millán, Estrada y Cuesta de Gracia.

La nueva construcción que le llama la atención a Valeriano Garcés había sido construida 1850 por su vecino Rafael Jara en la esquina con la calle Estrada, según planos del arquitecto municipal Andrés Hernández Callejo, cuyo criterio era que la fachada "deberá construirse sin entramado alguno de madera y sólo de fábrica de ladrillo, con zócalo de tres pies de altura de piedra berroqueña, fraguado todo con buen mortero de cal". Después, en 1855, el Ayuntamiento acordó la realización de obras de enlosado de los soportales con piedra labrada junto a la casa de Rafael Jara y la viuda de Manuel Ortiz. Unos años más tarde, la nueva casa tendrá que ser sustituida cuando el Ayuntamiento decide en 1866 que la plaza se haga con arquerías según planos de Angel Cossín, en contra de los que defendían soportales adintelados.

Para el arreglo y cuidado de los paseos el Ayuntamiento contaba en 1863 con dos guardas, y para la limpieza y arreglo de las calles y plazas el municipio disponía de dos empedradores y dos peones, dos barrenderos y dos carreteros, que con igual número de carros extraían a las afueras de la ciudad, a sitios destinados al efecto, las basuras y demás objetos inútiles, que resultan de la limpieza de las calles y plazas.

En esta época, la plaza del Mercado Grande, que nunca dejará de identificarse con tal nombre, se denomina del Alcázar, y es que la muralla en este tramo junto con sus torreones de la Esquina y el Homenaje formaban parte del edificio militar, el cual, según Valeriano Garcés, era "un edificio bastante capaz y fuerte, con buenas cuadras altas y bajas, patios, fuente, cocinas, caballerizas, etc. construido desde su principio para este objeto. Pueden aposentarse en él de 800 a 900 hombres y 100 caballos, y a muy poca costa es susceptible de poder colocar en él piezas de Artillería", si bien está necesitado de algunas obras para que pueda ocuparse.

Alhóniga de Ávila. Detalle de foto de Jean Laurent, 1864.

6. UN LUGAR IMPORTANTE EN LA HISTORIA DE LA CIUDAD. En 1864, el historiador y viajero José Mª Quadrado visitó Ávila para tomar los datos de la ciudad que después utilizó en su obra Recuerdos y bellezas. De su paso por la plaza dejó un interesante testimonio sobre la importancia que ocupa el Mercado Grande en la historia de la ciudad:

"Siglos de existencia y nombradía lleva ya el Mercado Grande frente a la puerta del Alcázar; y aunque no disuenan de su posición de arrabal la desigualdad y rudeza de los soportales que le ciñen a trechos, asígnanle sus recuerdos un importante lugar en la historia, al paso de que su extensión y objeto se lo dan muy principal así en la vida diaria como en solemnes ocasiones. Realzan su vulgar caserío el hospital de la Magdalena hoy convento de la Concepción, el cerrado monasterio benedictino de la Antigua, y sobre todo la venerable parroquia de San Pedro que llena el fondo de la plaza y en cuyo atrio estrenó casi las terribles pompas del santo oficio el auto de fe celebrado en 1491 contra Benito García y sus cómplices. A espaldas del magnífico templo por la derecha acaba muy pronto la población, no enlazada con el suntuoso convento de Santo Tomás sino por hondos y descuidados caminos; pero por la izquierda se enfilan una tras otra calle de alguna animación, se pasa por delante del seminario antes colegio de San Millán, síguense las tapias de las Madres".

También se detiene Quadrado en el Alcázar que da nombre a la plaza del Mercado Grande, si bien su descripción es más pesimista que la que hizo Valeriano Garcés: "Enclavado entre oriente y sur en la cerca de la plaza, pero sin distinguirse ya de ella exteriormente, subsiste el famoso alcázar, si tal nombre merecen unos patios o corrales que sirven de cuartel y un arco ojival entre dos machones, pintorreado con motivo de la proclamación del Felipe V", donde el deterioro progresivo requería reformas continuas.

7. UN ESPACIO PARA EL RECREO. La configuración original de la plaza del Mercado Grande, tal y como quedó consolidada en la edad media y describieron Madoz, Garcés y Quadrado, apenas sufrió variaciones durante siglos más allá se simples mejoras en el pavimento y los arcos de los soportales, por lo que su reforma se estaba convirtiendo en necesidad ante los nuevos tiempos. La modernización urbanística y arquitectónica de la ciudad sufrió un proceso lentísimo y lleno de problemas económicos y obstáculos originados por los vecinos, los técnicos y los propios concejales.

Buena prueba de las dificultades que obstaculizaban la reforma de la plaza fueron, precisamente, los antecedentes de la construcción de la plaza del Mercado Chico que duró cerca de cien años, contados desde que Ventura Rodríguez hizo el primer proyecto en 1773, hasta que se concluyó la fachada del Ayuntamiento en 1868. Habrá que esperar entonces a esta época para que puedan apreciarse los síntomas de modernidad urbanística de la ciudad, los cuales se imponían inexorablemente a partir de la construcción de la nueva plaza del Mercado Chico.

En 1865 parece llegado el turno para la remodelación de la plaza del Mercado Grande, y con tal motivo el Arquitecto Municipal Angel Cossin redacta el proyecto de "formación de una plaza de recreo con su arbolado y asientos en la titulada del Alcázar". Este proyecto se ejecutó pocos años después, conociéndose que durante la realización de las obras en 1868 se trasladó el Mercado que habitualmente se celebraba en la plaza del Grande hasta la plaza del Chico. Además de la sustitución de los viejos e irregulares soportales adintelados, Cossín proyectó también obras de alcantarillado (1867) y pavimentación, y la instalación de una fuente de hierro con pilón y bancos (1868).

8. UN LINDO Y CÓMODO PASEO. En 1869 ya habían terminado las obras proyectadas por Cossin, y con ellas el Mercado Grande "se embelleció con un lindo y cómodo paseo", escribió Carramolino. Igualmente se sustituyeron los bajos y toscos soportales adintelados por otros más esbeltos y altos, regularizados con arcos de medio punto, sobre los que se levantaron dos plantas de viviendas en lugar de las viejas casas de corredor. El Ayuntamiento colaboró entonces en la realización de los veinticuatro arcos aportando 600 reales por cada uno, cuyo importe se abonó en diversos pagos, a la vez que se solicitó que el Gobierno Civil asumiera el coste de enlosado de los soportales, lo que se produjo en 1870. No obstante, los cuatro arcos que siguen a la calle Estrada fueron en un principio soportales adintelados, siendo en 1969 cuando se reconstruyó el edificio con arcos iguales a los del resto de la plaza.

Desde la terminación de las obras de Cossin, y hasta nuestros días, los simétricos portales de la plaza del Mercado Grande constituyen el paseo de invierno de la ciudad, y la arteria donde se desenvuelve la vida social de la población, como señaló ya en 1916 el cronista Mayoral.

Completan el plano de alineaciones de la plaza el nuevo trazado de la calle del Colegio, con el que se incorporan a la misma una parte del atrio de la fachada norte de San Pedro, según el proyecto del arquitecto municipal Juan Bautista Lázaro que se ejecutó en 1876. En 1883 la fachada norte de la plaza quedó igualmente configurada con las nuevas alineaciones que solicitaron los propietarios.

La fisonomía definitiva de la plaza pasará años después por la demolición del edificio de la Alhóndiga en 1882 y las casas que tras ella se adosaban al cubo del arco a la muralla, de cuyo derribo en 1911 y 1927 dio buena cuenta el cronista José Mayoral, cumpliéndose así un anhelo clamoroso mantenido desde mediados del siglo anterior, dice este autor.

En el mismo año en que se demuele la Alhóndiga, se proyecta la construcción de un monumento a las grandezas de Ávila y a Santa Teresa, el cual se concretó después en la conocida Palomilla. Al mismo tiempo, también se derriban las casas de tres plantas situadas junto al cubo de arco que da comienzo a la calle de San Segundo, y sobre el solar que queda se construye un nuevo edificio de cuatro plantas en chaflán y con bellos miradores e interesante factura por Manuel Dorado, el cual fue demolido igualmente casi cien años después en 1982 dentro del proceso permanente de transformación y remodelación al que ha estado sometido el Mercado Grande a lo largo de la historia.

El nuevo espacio de paseo y recreo fue completado con la plantación de arbolado que señoreaba en la plaza y servía para dar sombra a los puestos que se instalaban los días de mercado. Y cuando en 1898 el Ayuntamiento decidió reformar la glorieta de la plaza y cortar algunos árboles, fue clamorosa la oposición del vecindario y de la prensa local, lo que no sirvió de mucho, pues los árboles finalmente se cortaron. La electrificación de la plaza fue igualmente completada ese mismo año, con la colocación de otro arco voltaico en el centro del Mercado Grande, "que falta hacía, tanto como que se riegue bien el paseo", finalizaba la noticia de El Eco de la Verdad.