Paso por el Mercado Grande del féretro de Claudio Sánchez Albornoz, 1984. Foto Mayoral
16. COMEDIAS, MOMOS, COMPARSAS, GIGANTONES Y TARASCAS. Las representaciones teatrales al aire libre, en calles y plazas, forman parte de la tradición cultural de las ciudades medievales, y en este contexto la plaza del Mercado Grande de Ávila fue, efectivamente, un espacio abierto al espectáculo callejero.
Sabemos que el 18 de diciembre de 1474, los moros con sus danzas de espadas y "momos" o representaciones en el Mercado Grande actuaron en los festejos organizados con motivo de la proclamación en Ávila de los Reyes Católicos.
Otras danzas conocidas en el escenario del Grande fueron las de Serranas, de Judíos, de las Plagas de Moisés, de Moros y Cristianos, de Portugueses, de Convertidos, de Monteros, de Gentilhombres, de Infanzones..., brillando dichas danzas con especial esplendor y originalidad a finales del siglo XVI y principios del XVII en las actuaciones de la fiesta del Corpus. Además, también en la plaza tenían lugar exhibiciones de comparsas, gigantones, tarascas y otros animales alegóricos, a la vista de los gastos anotados en el Libro de Fábrica de la Catedral de 1552, donde se recoge una partida por la realización de tres gigantones, una tarasca y una cabeza de toro.
La tradición cómica y el gusto por el teatro ha sido siempre una constante entre las aficiones de los abulenses, pues no en vano "contó Ávila desde finales del siglo XVI con una casa de comedias: el patio del Hospital de la Magdalena", colindante por el norte con el Mercado Grande. Una de las más significativas de representaciones teatrales de las que se tiene constancia fue "La Comedia de San Segundo", escrita por Lope de Vega y escenificada en 1594 dentro del programa teatral elaborado con motivo de la Traslación de San Segundo. El cronista de dicha representación, Antonio de Cianca, constató: "Representado el auto del bienauenturado san Segundo públicamente a la ciudad en el patio del hospital de la Madalena de Áuila, donde se representan las comedias que en ella públicamente se hazen".
El ambiente teatrero que propiciaba el patio de comedias llegaba, como es lógico, hasta el propio Mercado Grande, ya que el edificio estaba construido en uno de los laterales de la plaza. Fueron muchas las representaciones celebradas en la Magdalena hasta el cierre del teatro en 1801, contándose por centenares las funciones, danzas, títeres y volatines que aparecen documentadas en el estudio realizado por José A. Bernaldo de Quirós.
Desaparecida la casa de comedias de la Magdalena, el teatro que se representa en el Mercado Grande lo es entonces al aire libre, o en barracones instalados durante las fiestas y ferias. Años después, el característico ambiente teatral de la plaza se propaga de nuevo gracias a las funciones que se realizan en el café "Pepillo", inaugurado en 1873, y en el Coliseo Abulense, abierto en 1906 en la cercana calle Estrada.
17. TOROS, JUEGOS DE CAÑA Y TORNEOS. El correr los toros ha sido tradicionalmente uno de los divertimentos más típicos entre los actos festivos medievales, lo que se hacía en los cosos del Mercado Chico, del Mercado Grande y de San Vicente. Para ello, cuenta el concejo con el "corral de la corraliza en que se encierran los toros cuando se corren en la plaza del Mercado Grande", colindante con la plaza, casas y la barbacana, donde se construyen talanqueras, y así Françisco de Henao, rregidor, dixo que, por quanto los toros que se corren el día de Santa María de Agosto se corren siempre en Mercado Grande e así es uso e costumbre.
Son numerosos los documentos medievales que recogen la celebración de festejos taurinos en la plaza del Mercado Grande, como el que relata los actos programados con motivo de la "Traslación de los restos de San Segundo":
El mismo Lunes doze días de Setiembre (de 1594), por la tarde, huuo en la plaça de mercado grande, que estaua muy bien adereçada con infinidad de gente, por las ventanas y tablaos, en mucho número de personas y adereços, vna fiesta de ocho toros, y vn juego de cañas de caualleros de Áuila, a la vsança della. Los toros fueron ocho, y los mas dellos de los que el vulgo llama no buenos, por no ser muy brauos" … "El Iueues huo otra fiesta en la plaça de mercado grande, de toros y cañas: corrieron siete toros, y fueron mejores que los passados.
También hubo toros en el Mercado Grande para festejar las nupcias del príncipe don Juan y la princesa Margarita de Austria en enero de 1497. Esta costumbre inmemorial, que ya se celebraba en Ávila en 1372, sirvió también como festejo por la visita del emperador Carlos V en 1534, y así se recoge también en un contrato suscrito para proporcionar los toros en 1543.
Los torneos y juegos de cañas eran otras de las diversiones que tenían lugar en el Mercado Grande, tal y como escribió Cianca: El lunes 12 de septiembre de 1594, se celebró el juego de las cañas, con sus entradas, primera, con lanças y pendones, a parejas, y vltima, con adargas y varas, en caracol y al tropel, cada puesto de doce caualleros por su parte, y el juego de rodeo, fue todo bueno y bien ordenado, sin interuenir en él desgracia, ni descompostura alguna. Y el jueves 15 de septiembre de 1594 jugaron las cañas, con capas y gorras negras ordinarias, con plumas de diferentes colores, y vandas de diferentes tafetanes en braços y adargas.
El coso de San Pedro o Mercado Grande fue coso taurino en el que se corrían los toros hasta 1785, aproximadamente, siendo uno de los lugares donde los abulenses demostraron su gran afición a este entretenimiento festivo, el cual nunca faltaba en cualquier acontecimiento relevante que se celebraba en la ciudad. Continuaron corriéndose los toros en el Mercado Chico y en San Vicente, hasta que en 1867 se inauguró la plaza de toros del Paseo de San Roque.
18. LA ALHÓNDIGA. DE GRANOS PARA SOCORRER A POBRES Y LABRADORES. El edificio construido en el Mercado Grande junto a la puerta del Alcázar para servir como alhóndiga o pósito de granos, fue durante más de trescientos años una de las imágenes arquitectónicas más peculiares que definieron y dieron lustre a la plaza, ocupando un lugar preeminente en su configuración como espacio público y en muchos de los acontecimientos que sucedieron después.
La Alhóndiga, un montepío de granos para socorrer a pobres y labradores, nació como institución jurídica a iniciativa del Obispo de Ávila Fray Francisco Ruiz, quien "a sus expensas en 1521 fundó en esta ciudad un montepío, que aora llaman Alhóndiga, para socorro de los pobres y labradores menesterosos de Ávila y pueblos de su tierra, poniendo primero el Obispo en depósito doscientas fanegas de trigo; y el cavildo, su Yglesia, puso ciento cinquenta, y otros cavalleros en proporción, de modo que su primer pie fueron 700 fanegas de trigo".
El edificio que finalmente debió albergar el montepío en que consistía la institución de la Alhóndiga debió construirse en los años sucesivos a su fundación, no pudiéndose precisar la fecha de su construcción de una forma concluyente. No obstante, lo anterior, a la vista de los interesantes datos aportados por Emilio Rodríguez Almeida, obtenidos después de un minucioso estudio epigráfico de la inscripción existente en los restos de la cornisa del antiguo edificio de la Alhóndiga, puede decirse que la fecha de inicio de las obras debió coincidir con la de su fundación, y así resulta que dicha inscripción:
"Se comenzó esta obra reynando la sacra magestad del emperador don Carlos el primero deste nombre, en la era de mill y quinientos y cincuenta y nueve ?, a … días de Octu-, Noviem-, Diciem- ? bre, año del nascimiento de nuestro Señor del mill y quinientos veintiuno ?,… acabóse con el acuerdo y mandado del y.. don… o de Baeca, corregidor desde ciudad y por la industria del muífico cavallero don Gerónimo de M… e?go, sñor de…"
Y ello, con independencia de que en 1530 se fechara una Provisión Real "mandando hacer una información sobre el sitio para hacer una alhóndiga en esta ciudad", o que el 15 de mayo de 1562 se fijaran condiciones para construir los pilares del edificio de la Alhóndiga en la plaza del Mercado Grande, lo que bien pudo deberse a obras proyectadas sobre la marcha, o a obras de ampliación, reforma o reconstrucción.
Finalizada la construcción de la Alhóndiga, la plaza del Mercado Grande se convirtió en el escenario de nuevos acontecimientos históricos. Así, el nuevo edificio de dos plantas con galería levantado entre la torre del Homenaje y la del Alcázar, frente al Mercado Grande, sirvió para la celebración de sesiones por el Ayuntamiento en 1589, y como prisión y cárcel propia y privilegiada de los nobles. Por esto último, el lunes 17 de febrero de 1592, fue sacado de la Alhóndiga don Diego de Bracamonte para ser ajusticiado. Iba montado en una mula enlutada, con un capuz y caperuza de bayeta, y las manos atadas con un listón y una cadena en un pie, y entrando por la puerta del Alcázar el siniestro cortejo se dirigió al Mercado Chico donde fue degollado. Dicha condena fue la pena impuesta por la acusación de haber incitado a la rebeldía fiscal, provocación hecha mediante papelones, término referido a los panfletos o pasquines anónimos aparecidos por la ciudad protestando contra la decisión de Felipe II de que la nobleza y el clero tuvieran que pagar, como el pueblo pechero, la contribución extraordinaria que pretendía recaudar ocho millones de ducados.
Además de cumplir su función propia de pósito de granos, el local municipal de la Alhóndiga era también el sitio escogido para reclutamiento y enganche de gente destinada a las milicias mediado el siglo XVII. En 1596 el edificio había albergado la Carnicería de la ciudad, en el siglo XIX las leyes desamortizadoras acabaron con la vida de la Alhóndiga como institución de préstamo y socorro , en 1842 era presidio, en 1844 se instalaron allí las oficinas del Gobierno, en 1848 se destinó a cuartel de la Guardia Civil, y en 1850 se instaló el Café Rubiños, con botillería y sala de baile y música en la galería del piso alto, cuyo arrendatario era el fontanero y "aparejador" municipal Faustino Rubiños.
El edificio de la Alhóndiga aparece reseñado en el Catastro de Ensenada de 1751, indicándose que tiene esta ciudad una casa para alfóndiga (sic) y pósito de granos, con las oficinas correspondientes, la que no sirve para otro ministerio, y la cual requiere reparaciones periódicas, por lo que a tal efecto se consigna el gasto correspondiente. Casi cien años después, Madoz en 1845 describe el edificio como "un pequeño e insignificante pósito o alhóndiga", una parte del cual se halla arrendada para vender carne, habiendo dejado de servir el edificio a los fines para los que se construyó. A partir de entonces se hicieron diversas reformas en las paneras, y escalinata de acceso, produciéndose en lo sucesivo continuos cambios en el uso de la antigua Alhóndiga, cambios que afectaron a su propia significación en la configuración de la plaza y a la actividad que se desarrollaba en la misma.
El 15 de enero de 1861, el arquitecto municipal Idelfonso Vázquez de Zúñiga firmó los planos de adaptación de la Alhóndiga para servir como escuelas, habilitándose después con bancos y mesas, aunque en 1864 son denunciadas por ruinosas. A partir de entonces empieza un progresivo deterioro del edificio sobre el que no prospera en 1876 un nuevo proyecto de reforma para escuelas de Juan Bautista Lázaro, y sí por el contrario un proyecto de demolición, así que el derribo ya era una realidad en 1882, año en el que la ciudad celebraba el tercer centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús.
Desaparecido el edificio de la Alhóndiga, y concluida la construcción de los nuevos soportales del Mercado Grande, la plaza experimentó una drástica transformación en su imagen, con cuyo cambio los regidores entendían pretendían dar un paso más en la modernización de la ciudad. Para ello también habrá que derribar las casas que continuaban adosadas a la muralla, si bien esta empresa todavía tardará años en llevarse a cabo.
19. LA FARSA DE ÁVILA. Con el nombre de "La Farsa de Ávila" se denomina la ceremonia de destronamiento y destitución del rey de Castilla Enrique IV en favor de la proclamación de su hermano que reinó efímeramente con el nombre de Alfonso XII. El suceso tuvo lugar en Ávila el 5 de junio de 1465, y así ha sido recogido por cronistas e historiadores, haciéndolo en su contexto histórico y con especial rigor Mª Dolores Carmen Morales. El acontecimiento histórico cobra especial importancia en esta ocasión si se considera que el escenario del mismo pudo ser la plaza del Mercado Grande, situada entonces fuera de la ciudad circunscrita a su recinto amurallado, en lo que podía ser un llano o campo raso cerca de las murallas, cuya descripción se ajusta literalmente a la realizada por los cronistas Enríquez del Castillo, Valera y Garibay, como defiende el cronista de la ciudad Eduardo Ruiz-Ayúcar, si bien, el lugar exacto donde se produjo, y que ahora imaginamos, es indiferente respecto a la importancia que tuvo el suceso.
En la ceremonia del destronamiento se siguió el ritual de las Órdenes de Caballería, así que se montó un gran escenario de madera en el lugar elegido, el cual pudo ser, como hemos dicho, la plaza del Mercado Grande, o no muy lejos de aquí. El centro del tablado estaba ocupado por un trono en el que aparecía la efigie del rey, provista de los atributos reales: corona, cetro y mantón, de todo lo cual fue despojado con frases injuriosas por la Liga nobiliaria encabezada por Alonso de Carrillo, arzobispo de Toledo, el conde de Benavente y Diego López de Zúñiga. La rebelión discurrió ajena a los habitantes de la ciudad, aunque el concejo y el cabildo abulenses fueron receptores de importantes privilegios y mercedes, y defendidos de las apetencias nobiliarias.
Alabado por cronistas y poetas, el príncipe Alfonso, hijo del rey de Castilla Juan II y hermano de la futura reina Isabel la Católica, era una criatura en manos de nobles rebeldes y ambiciosos cuando fue alzado rey. Durante los tres años de reinado de Alfonso existe una situación de guerra civil entre sus partidarios y los de Enrique IV. La guerra se mantiene con sucesivas treguas que dan pie a negociaciones sin éxito, por lo que en la muerte misteriosa de Alfonso ocurrida en 1468 en Cardeñosa puso fin al panorama desolador que sufría Castilla. Firmada la paz el 19 de septiembre de 1468, la infanta Isabel fue proclamada heredera al trono en la "Venta de los Toros de Guisando". A la muerte del rey Enrique IV, el 11 de diciembre de 1474, Ávila celebra en la plaza del Mercado Grande las honras fúnebres y proclama a doña Isabel como reina.
Interesante y novedosa es la interpretación de la Farsa de Ávila que hizo Ernesto La Orden en un precioso libro dedicado a Ávila con fotografías de Enmanuel Sougez, quien no sin falta de algo de razón, dice: "solamente una ciudad tan monárquica, tan caballeresca y tal leal podía permitirse el lujo de la suprema afrenta al rey indigno, cuando su clero y su nobleza juntos, en 1465, sobre un tablado de burlas, destronaron y derribaron por tierra al monigotes del rey don Enrique IV, abriendo el proceso revolucionario que terminó con la proclamación de doña Isabel de Castilla".
Antigua alhóndiga de Ávila. Jean Laurent, h. 1864
20. EXEQUIAS, CORONACIONES, NUPCIAS Y ENTRADAS REALES. Las frecuentes ceremonias organizadas entorno a las exequias, coronaciones y entradas reales los siglos XIV y XV se enmarcan en un creciente proceso de acercamiento a la corona frente a la alta nobleza del reino. Con ello se pretende conseguir una identidad propia de la ciudad entorno al Rey, del territorio y sus habitantes. Efectivamente, la necesidad de demostrar la autonomía política y la fidelidad a la Corona, y reforzar la autoestima de los ciudadanos se manifestaba en ceremonias de luto por el monarca muerto, en fiestas por el nuevo rey, y en recepciones y recibimientos reales.
En dichos acontecimientos tan importantes para la ciudad, aparece el espacio físico de la plaza del Mercado Grande como uno de los lugares preeminentes en la celebración de tales actos de ostentación de poderío municipal. Buena prueba de la relevancia de estos actos fueron las exequias reales por la muerte del rey Enrique IV y la proclamación de Isabel la Católica celebradas el 18 de diciembre de 1474. Con este motivo se formó la comitiva vecinal formada por cristianos, moros y judíos, y todas las autoridades concejiles y eclesiásticas, que, desde la catedral, acompañada de trompetas y tambores, recorrió las calles de la ciudad hasta llegar al Mercado Grande donde se repetían las voces de los reyes proclamados.
El 2 de junio de 1475 se celebró la primera entrada real de Isabel la Católica en visita oficial a Ávila, cabalgaba en una mula bajo un paño brocado que la ciudad le dio, haciendo su primera parada en la puerta de San Pedro del Mercado Grande:
"Entrando la muy alta e muy poderosa esclareçida Reyna doña Ysabel, nuestra señora, en la dicha çibdad de Ávila e estando su Alteza a la puerta de San Pedro de la dicha çibdad por partes de fuera queriendo entrar en ella, estando cavalgado en una mula".
Allí estaban el pueblo y el concejo reunidos, y ante ellos confirmó los privilegios, usos y costumbres de la ciudad de Ávila y su tierra, los cuales ya había reconocido anteriormente en carta de 20 de enero de 1475.
En enero de 1497 la plaza del Mercado Grande y las calles de la ciudad se adornaron para expresar las mayores alegrías por las nupcias del príncipe don Juan con la princesa Margarita de Austria que se hospedaron con sus padres los Reyes Católicos en el monasterio de Santo Tomás, y por cuyo motivo se corrieron cuatro toros. Pero poco duró la alegría, ya que meses después la ciudad se vistió de luto por la muerte del príncipe, ocurrida el 4 de octubre de 1497. Las exequias y honras fúnebres duraron hasta que los restos del heredero de la Corona fueron enterrados en el monasterio de Santo Tomás el 8 de noviembre siguiente, en presencia de sus padres. De estos lutos fue testigo la plaza del Mercado Grande, donde se pregonó tan fatal suceso y por donde pasaron las tenebrosas comitivas en procesión participadas por todas las cofradías y órdenes religiosas de la ciudad, y muchísimo público que hacía grandes muestras de dolor, según recogen las crónicas:
El príncipe don Juan, nuestro señor, es falleçido desta presenta vida. (…) E de aquí començaron todos a fazer grand llanto a muy altas bozes. E desde ende se fueron todos en proçesyón por Cal de Andrín arriba e al Postigo del Obispo e dende por el Alvardería abaxo e a Mercado Grande e por Tras San Pedro e asý fasta el dicho monesterio nuevo. (…) Et después de lo susodicho, en la dicha çibdad de Ávila… se dio un pregón en el Mercado Grande, siendo ý mercado.
21. OTRAS EXEQUIAS Y RECIBIMIETOS. Otros recibimientos reales se sucedieron a lo largo de la historia, lo que se producía en la plaza del Mercado Chico, donde se encuentra el ayuntamiento, y en los que la plaza del Mercado Grande también participaba con actos de júbilo, pues por su puerta se hacían los monarcas parada y entrada, allí se les recibía, se les hacía entrega de las llaves de la ciudad, y se les pedía la confirmación de privilegios, usos y costumbres. De esta forma ocurrió con Carlos V en 1534, Felipe II en 1541 y 1570, Felipe III en 1600, Isabel II en 1865 y 1866, Alfonso XII en 1875 y 1878, Alfonso XIII en 1904, y Juan Carlos I en 1978. Y lo mismo puede decirse de los actos organizados con motivo de las proclamaciones de los reyes Felipe V en 1701, Fernando VI en 1746, Carlos III en 1759, Fernando VII en 1808 por abdicación de Carlos IV, José Bonaparte en 1809 por orden del general francés Hugo, e Isabel II en 1833.
En tales ocasiones la ciudad se embellecía y adornaba especialmente con colgaduras y tapices, sonaba la música, había danzas, repique de campanas e incluso se corrían los toros, finalizando las ceremonias con el enarbolamiento del pendón real en el arco del puente de la muralla del Mercado Grande, y fuegos artificiales, para lo que se construía un palco a la salida del arco de la plaza.
Así, en 1534 visitó Ávila Carlos V, y vio las calles y plaças muy bien colgadas. Después, en entrando en la plaça de Mercado grande, disparó la artillería del Alcázar, y con tal motivo se celebraron fiestas de toros y cañas que fueron muy vistosas y alegres, con libreas muy ricas y luzidas, huuo muy buenas suertes de toros, y lançadas de caualleros, que lo sabían hazer, y no lo han olvidado sus decendeintes.
Felipe II entró a la ciudad por la puerta del Alcázar cuando era un niño en 1541, y entre las fiestas, que la ciudad tuuo, fueron salir trezientas moças aldeanas de los sexmos y tierra de Auila baylando, muy bien vestidas, a quien acompañauan sus galanes con muchas gaytas golosas, tamboriles, y panderos. Felipe II volvió a Ávila en 1570, y a su intervención directa se debe la reposición de los merlones de la puerta del Alcázar y otras obras en el mismo edificio militar, de ahí la inscripción que figura en la entrada: EL REY DON FELIPE II MANDO REEDIFICAR LA TORRE DE LA ESQUINA DE ESTA FORTALEZA Y ANSIMISMO LA CASA REAL DE ESTE ALCAZAR SIENDO CORREGIDOR HIERONIMO PIÑA DE ZUÑIGA AÑO 1596.
Los gastos que se ocasionaban en la celebración de tales acontecimientos solían contrastar con la miseria y carencias que se apreciaban en parte de la ciudad, motivo éste por el que apenas se celebraron exequias por la muerte de Carlos II en 1700, época en que el municipio, mermado de propios, no podía ni promover obras. No obstante, lo anterior, el Ayuntamiento no escatimó gastos para festejar la proclamación de Felipe V en 1701, disponiéndose entonces la confección de un estandarte bordado. Más aún, en los gastos del municipio reseñados en 1751, se recogen los ocasionados en las exechias por los Señores, Reynas y Príncipes, y asimismo los que se orijinan en las proclamaciones, levantamientos de estandarte de Señores Reyes.
Qué bien quiso captar Azorín el espíritu abulense cuando dijo "Ávila se considera por encima de los monarcas. Los monarcas salen de la vida regia por Ávila y no pueden entrar en la vida regia sin Ávila. Y este matiz de soberanía e independencia nos hace penetrar más adentro en el espíritu de la ciudad", pues esta idea soberanista y de autoafirmación debía subyacer en las manifestaciones de apoyo a la corona, donde la ciudad quiere hacer muestra de poderío.
Pensando en las honras fúnebres que en Ávila se dispensaban a los reyes, Claudio Sánchez Albornoz rememora, a propósito de su propia muerte, el anuncio de tales sucesos que se hacía desde San Pedro: "recuerdo muy bien dos fúnebres anuncios reales desde la citada torre de San Pedro. Mi memoria, firme aún, no ha olvidado hoy los de las muertes de Isabel II, la reina castiza (1904), y de su primo Carlos, el pretendiente al trono por ella perdido en la septembrina revolución de 1868. Costeado el segundo anuncio por los carlistas abulenses, el monago de san Pedro dio a don Carlos tratamiento de Majestad y le calificó de rey de España (1910)". Siguiendo con esta costumbre, continúa diciendo el historiador: "quiero que cuando llegue mi cadáver a la alta ciudad de mis abuelos, un monago, desde las torres de San Pedro, grite: ¡Por el alma de don Claudio Sánchez Albornoz, muerto en la Argentina adorando España!".
Por lo anterior, resulta interesante señalar aquí las exequias del pueblo de Ávila a la muerte de Sánchez Albornoz, ocurrida el domingo 8 de julio de 1984. Con tal motivo la plaza del Mercado Grande fue el escenario donde pudo verse pasar el féretro hasta la catedral donde fue enterrado el que había sido historiador, político, diputado por Ávila, ministro y presidente de la República Española en el exilio.