José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Envejecer a los ojos del joven

28/07/2024

Se presenta como una obviedad que el único que no comprende lo que es la vejez es el joven. Exhibe una dificultad grande, ya que en muy contadas ocasiones empatiza el joven con el viejo. Piensa que lo inevitable tardará en llegar. Aunque como recoge el clásico, llega cuando menos lo esperas. 
Y sin embargo ese tiempo elástico de la juventud donde una tarde aburrida es la definición de eternidad, donde uno espera y anhela el futuro mientras exprime el presente, donde los años duran como décadas, ese tiempo chicle, cambia de tornas cuando te haces más mayor. Ya sólo vives en el pasado, el presente se vuelve eterno mientras los años empiezan a transcurrir en segundos. Por este margen temporal, no se pueden cruzar nunca los horizontes de un joven y un viejo, salvo muy contadas excepciones. No viven el mismo pasado, no entienden el mismo presente, no vislumbran el mismo futuro. Son líneas paralelas que se miran, pero se rehúyen. Esta distopía la ha destrozado nuestra comprensión del tiempo, de la tradición y el afecto.
¿Cómo puede un joven so pena de lesiones musculares, entender que la cadera ya no funcione y esté más cerca de las prótesis que de la salsa? Ese niño que era el objeto de toda la ternura de sus abuelos, de joven o maduro, marca distancias con sus padres. Parece un activo o un pasivo a gestionar, no un sujeto de transmisión de esa ternura que antes había subarrendado a sus padres, a sus abuelos. Esta sociedad que se ha empeñado en la ruptura de la tradición, que no es más que todo aquello que se pone en la mano de forma generosa para continuar siendo humanos, eso que llamamos instituciones, educación, respeto, celebraciones, formas de hacer, se quiebra. 
Por eso, esas peligrosas vacaciones que están a punto de comenzar no se reflejan en resbalarse por un imposible terraplén en Kenia y acariciar la muerte. El verdadero peligro de todas estas vacaciones reside en desear abierta o secretamente que todas sean diferentes, estrambóticas, ultra, de foto de pose. Pocos se reconcilian con ir siempre a su pueblo, a su mismo sitio, al lugar de afectos mediterráneos en vez de las deseables seducciones caribeñas. 
En este permanente efecto Peter Pan que vivimos, no entra en la ecuación ser viejo. Los hombres y mujeres buscamos siempre al niño interior para fomentar seguir dándole caprichos a todas horas, destrozando el carácter como apuntaban los viejos latinos "alterum non laedere",  no haciendo daño a los otros pero sí a nosotros mismos que en el fondo es la mejor manera de dañar la sociedad, porque como el conejo blanco de Alicia, miramos siempre un reloj como si fuéramos su dueño, pero no dueño del tiempo, y siempre con prisas para ir no se sabe dónde huyendo de nosotros mismos. Créanme, es mejor mirar hacia arriba y adelante y empezar a visitar al viejo que ya habita en todos ustedes que llegan al final de mis artículos para ver si de verdad, este verano ya merece la pena.

ARCHIVADO EN: Kenia