Ester Bueno

Las múltiples imágenes

Ester Bueno


Cenobio

30/05/2024

Nuestra Señora de Gracia parece estar escondida de los vientos y de las lluvias en ese discreto rincón que hay que conocer para descubrir. Su pared encalada y su espadaña destacan tímidamente en un entorno demasiado sencillo, pero apropiado para el recogimiento y la meditación. Aún las cigüeñas marcan el paso de las estaciones, que cada vez dilatan menos su llegada, premonitoria de los verdores breves de la primavera.

Doña María Mencía López, con la tristeza de la viudedad estableció la fundación  junto con sus hijas Isabel y María, los rezos, el trabajo cotidiano, la dedicación a los demás y el empeño consiguieron que aquellas casitas cercanas al Monasterio de Santo Tomás se dejaran atrás para albergar a una congregación cada vez con más vida, alentada por María de Briceño, Isabel San Gerónimo, y en un momento dado con la juventud y el incipiente camino religioso de Teresa de Jesús, inspirada por las enseñanzas de María de Briceño  e imbuida por una religiosidad que traspasaba las paredes del lugar para llegar a los corazones de los abulenses.

La placidez, la quietud de la vida tranquila, el enseñar a bordar y a rezar, ora et labora, a muchas jóvenes de Ávila, el saber que en el ejemplo puede estar la virtud y la verdad. También el amor, impreso en la creencia, el amor y el recuerdo por la madre que movió a Pedro Dávila a fundar la capilla mayor. El dorado altar, el retablo, Lucas Giraldo y Juan Rodríguez templando mano a mano las aristas de cada imagen, de cada pequeño detalle hecho para generaciones.

Qué rasgos de una vida, de muchas vidas se quedan encerradas tras las puertas de madera de un cenobio. ¿El cenobio es la libertad o es la forma de alejarse de un mundo demasiado terrible, demasiado duro, con demasiados retos a enfrentar? ¿Hemos cambiado mucho desde el mil quinientos cuando ellas entraron decididas a ayudar, a formar, a rezar para escapar de un mundo demasiado difícil, demasiado cruel? ¿Es mejor contemplar cada día un retablo al que volver los ojos, hecho con tanto amor, o volver la mirada a lo que incontrolablemente nos afecta, a cada paso, a cada intento de sobrevivir en un mundo desolado por la inmisericordia?

Sentada en la pequeña balaustrada cercana al monasterio, mirándolo de frente, ese zaguán exiguo, oscuro y fuera de todo tiempo, de toda controversia, imaginando el trajín de las alumnas con sus cestos de mimbre para la costura, de los fieles acudiendo a la iglesia, de las monjas ungidas por la perseverancia y una gratitud extraña y tan devota, me pregunto si seríamos capaces  de hacer ese ejercicio de constancia, de desprendimiento, no necesariamente religioso, sino humano, el ver al otro como una oportunidad y no como enemigo, el no juzgar, el saber que las puertas se abren cuando de verdad nos sentimos acorde con el pensamiento.

Ávila es como una caja de sorpresas, cuando menos lo esperas te surge la ocasión o el desafío de quedarte pensando en el pasado, cuando te sale al paso un lugar como este, como si se tratara de un libro de consejos escritos por la mano de maestros antiguos, adiestrados en el discernimiento de las pequeñas cosas. Ávila de cenobios y de leyendas mártires, Ávila de celos y de veleidades, de nobles y de pobres, Ávila para sentarte y aprender, para contemplación y para regocijo del que vive entre los muros fríos de su cielo.