Pablo González

El adarve digital

Pablo González


La ciudad que construimos. Ávila, año 2045 (Parte 2)

02/03/2025

–¿Recuerdas lo que decíamos hace veinte años?

Sofía giró la cabeza. Álvaro estaba allí, apoyado en la barandilla, con una sonrisa.

–Sí. Y recuerdo todo lo que se hizo.

Frente a ellos, la calle Reyes Católicos seguía en pie, pero con una energía completamente distinta. Pequeñas empresas tecnológicas compartían edificios con comercios locales digitalizados. Los locales estaban llenos, pero no solo de turistas, sino de gente que vivía y trabajaba en la ciudad.

–Ha costado, pero aquí estamos –dijo Sofía.

Álvaro asintió.

–No fue magia, fueron decisiones.

Recordó aquel día de 2025, en la terraza.

–Nos estamos quedando atrás, Álvaro.

–Si no hacemos algo ya, en veinte años esta ciudad será un decorado.

Pero esta vez, nadie se quedó callado.

Los primeros cambios fueron pequeños. Algunos negocios comenzaron a digitalizar su inventario, a vender online sin necesidad de plataformas gigantescas, a usar software para mejorar la gestión de pedidos y atención al cliente. Pero pronto, se entendió que la clave no era solo vender más, sino vender mejor.

Y lo más importante: el cambio no vino de fuera, sino desde dentro.

–El punto de inflexión fue cuando empezamos a atraer profesionales independientes que buscaban calidad de vida y espacio para crecer –dijo Álvaro–. Cuando Ávila dejó de ser solo una ciudad para visitar y se convirtió en una ciudad para trabajar y vivir.

Sofía asintió.

–Coworkings en edificios históricos. Startups tecnológicas nacidas aquí. Negocios locales que dejaron de depender solo del turismo.

–Y oficinas. Oficinas de verdad –añadió Álvaro–. No eran sedes de multinacionales, pero sí de pequeñas empresas digitales que buscaban una alternativa a Madrid sin renunciar a las oportunidades.

Del abandono al crecimiento

Los espacios de trabajo compartido se llenaron de diseñadores, programadores y emprendedores que ahora no necesitaban vivir en Madrid para tener clientes en todo el mundo.

Álvaro señaló un edificio con su logo en la entrada.

–No monté una startup para venderla en cinco años. Lo que hicimos fue dar servicios de automatización a empresas locales. Pequeñas, medianas. De aquí.

Sofía sonrió.

–Y al final, eso hizo que pudieran crecer.

–Exacto. Ahora una gestoría aquí tiene el mismo nivel de eficiencia que una de Madrid, pero sin costes imposibles. Y un negocio local puede gestionar su stock y su contabilidad sin perder horas en papeleo.

Sofía miró la calle. Ya no estaba llena de franquicias clónicas. Había negocios con identidad, con propósito, y lo más importante: con futuro.

La historia de Álvaro y Sofía es solo eso: una historia.

El futuro de Ávila no está escrito. No estamos condenados a la decadencia de la columna del Domingo pasado (escanea este QR si no la leiste……), pero tampoco podemos esperar la transformación casi utópica de esta segunda columna sin hacer nada.

El propósito de estas dos columnas no es predecir lo que pasará, sino mostrar lo que puede pasar según las decisiones que tomemos hoy.

Si no aprovechamos las oportunidades digitales, si no apostamos por la formación, si seguimos pensando que el comercio o el empleo deben funcionar como hace veinte años, el riesgo de acabar en la primera historia es, desgraciadamente, muy real.

Pero también lo es la posibilidad de construir un futuro mejor.

Porque el cambio no llega de golpe ni por una gran inversión externa. Llega cuando cada pequeño negocio, cada profesional y cada emprendedor local decide dar un paso hacia adelante. Y ese paso no es una historia de ficción, "es una decisión".