Si no existe trilogía, no eres nada básicamente, con lo cual esta serie de indios y vaqueros se despide con dos novelas que vienen a recoger todo lo que hemos publicado en los artículos anteriores. Mi tentación entendible consistía en haberla titulado "no todo lo que recordamos es pasado" ya que de esta forma haría justicia a lo que se va a contar. Es indubitablemente mejor poder afirmar sin rubor, que leyéndolas he cabalgado junto a un Gran Jefe indio, o que me he emocionado con los acordes de una corneta que nos animaba a la caballería a cargar a ciegas frene a unos molinos que no eran ni mucho menos de viento.
Poder desenmascarar a nuestros villanos particulares exige mucho de valentía, de inconsciencia y de "madurez de poso" a la vez. La madurez de poso no la buscas, la proporciona el contacto con la inevitable barrica que nos contiene a todos y que llamamos vida. Para algunos es de roble francés y para otro de roble americano más joven. Y así ya sabes llamar al pan lo que puede ser vino, o viceversa.
Si elaboraba sobre la necesidad de jugar con los pequeños y de que siempre existiera un "Flecha verde", más subrayaba el hecho de que las "bio de Elvis y Marylin", pese a ser soberbias artísticamente, escondían la demolición del pasado para que no quede nada y así pueda aparecer una de las características contra las que Pons y Floriano luchan sin cuartel en sus novelas. Como si la eterna reyerta fuera siempre nueva, siendo, sin embargo, como es, vieja y escondida, casi sepultada. Para Pons, en un misterioso nicho bajo el Congreso español. Para Floriano, en lo que sería el abandono de los recuerdos simplemente por el negligente olvido, por no querer sentarse en un fuego dentro de la tienda para que el Jefe de la tribu nos cuente la historia con banderas y cartas escondidas en las estanterías.
Si Maverick deshacía como nadie el nudo gordiano de esa nueva relación entre generaciones y por eso se condenaba a tener el Oscar de mejor sonido, como si fuera ruido, esta proverbial película parece extraer mucho de lo que he leído en estas dos novelas.
Con el título del "Escaño de Satanás", que la invita a leer con el Rosario empapado en agua bendita en mano, se esconde un fabuloso verismo político de un universo creado por un artista singular que es su propio autor, Esteban G. Pons. Se desnuda como pocos y el uso del lenguaje parece de nuevo un privilegio otorgado por los dioses a los entusiastas prometeos, como en el caso de Floriano en "Tan terrible es el Odio", que también lleva su propio manual de uso en dos genios de la moderna comunicación. Hablan de lo vivido al límite para poder hablar del futuro con autoridad. Por eso asoman dos llamadas con soluciones convergentes en el inacabable trance de los indios y vaqueros. Porque básicamente, los recuerdos nos permiten cobrar perspectiva, situarnos y "coquetear con la seducción de la nostalgia, envejecer a nuestro ritmo", mientras el mundo siempre anda acelerado.
Repetimos con más frecuencia la historia de lo que nuestro paisano Santayana nos advertía, y por eso creemos que estamos atrapados en ese bucle sin salida. Sin embargo, estas novelas son valientes porque proponen. Propuestas de las de mirar desafiante al lobo a los ojos, de las que buscan la verdad. Y por eso son dos grandes novelas. Pons demuele el poder mientras salva la política. Esa colección de frases geniales pronunciadas por "monaguillos ministrables", o "la Universidad McMaster de Canadá", o el defecto de que "la política es la hija mayor del desasosiego". Podría continuar, pero entonces descubrirían si Pons se pinta la cara o se ata el pañuelo amarillo al cuello, y eso es para ustedes.
Carlos Floriano, cita de pasada intencionada, aunque acierte en toda la diana, al imprescindible Manuel Chávez Nogales, y les otorga un legado en mano a sus hijas, de la forma más inteligente e intensa que se podría hacer. Esa "traditio" necesaria para aprender a jugar y sobrevivir, en no dejarse atraparse en el odio que no es más que vanidad diferida. Otro novelón solo apto para los que se atrevan a ir al Oeste o a Almería, pero de momento, se presenta este martes 21 a las 19h en la Fundación Rafael del Pino. Para los que puedan ir, ya me cuentan después, quién de los dos llevaba las plumas y las botas puestas.