El tiempo todo lo cura…, o lo pudre. Las penas van por barrios, depende donde se habite; la vida continúa con los sobresaltos habituales, pero los avatares políticos son menos cuando el sistema está instaurado y reconocido por todos los ciudadanos. La democracia sigue y no obedece al capricho de ningún sátrapa, como en Rusia, o a la tontuna de fatuos como Trump.
En España no nos la regalaron y como la soberanía reside en el pueblo, del que emanan los poderes del Estado, los ciudadanos conforman su juicio resolutorio y se pronuncia. En las acciones unilaterales el gobernante de turno acaba pagándolo antes o después.
Metámonos en la mollera que el líder es importante, pero la democracia y la gobernanza del país lo es más. El cesarismo solo cabe en el populismo; la intervención de Aznar o el discurso hacia el unilateralismo de Puigdemont van contra la soberanía popular. Esto parece de difícil comprensión para la derecha, los nacionalistas e independentistas. También en la izquierda hay desacuerdos y desunión, mientras a Zapatero lo de Sánchez le pareció bien, Felipe González fue despectivo y Guerra directamente le llamó autócrata; Izquierda cainita, sin remedio ni perdón. Otra vez al insulto y la presión.
Cierto que a Sánchez se le pide algo más, y se le advierte de que cuidado con el caudillismo, pero no son de recibo ciertos comportamientos ni las mentiras de sus adversarios. Provocó zozobra la carta de Sánchez y sus posibles consecuencias. Aragonés tuvo la desfachatez de afirmar que la democracia española era de mala calidad, mantra al que se adhieren algunos. Sin comentario. Los socios de gobierno, también asustados, tratan de recuperar el pulso pidiendo acciones concretas ¡ya!
Cada cierto tiempo algún zarandeo nos recuerda que nunca se navega por aguas tranquilas. Varios y de diversa ideología han sido los gobiernos de esta democracia, que ha soportado vicisitudes todas: OTAN no, pero luego sí. El 11M, sí a la guerra, pero luego no. El 155 sí, pero suavizado por la presunta amnistía. Reforma exprés del 135 de la Constitución por un quítame ese déficit. A lo político se unieron las crisis: 1997 "burbuja puntocom". Tres años después, "2001, una odisea inmobiliaria". Crisis financiera en el 2008. La gran pandemia 2019… Y aquí seguimos, con la ausencia de algún ser querido.
Tras cada tormenta, más democracia. Ante cada problema la ciudadanía responde y vota, pero los políticos ¿se enteran?; alguno sigue chapoteando en la hez. El lodo exige buenas botas democráticas, ¿qué le vamos a hacer?
Un presidente dimitió en España, Suárez. Otro, Sánchez, estuvo a punto, o eso creímos; quedó en amago, ¿ofrece ahora ilusión renovada?, al tiempo. Los otros presidentes han tenido que dejar sus puestos porque, o ya no ofrecían ilusión, fin de la era González; o mataron la ilusión de los gobernados con comportamientos increíbles, caso del 11M; o realizaron una labor anodina. Consecuencia, todos descabalgados del poder. Las preocupaciones de los españoles ahí están, no entraremos en detalle de actos impresentables y contra el pueblo, cada cual sabe de qué escribimos. ¿Olvidan todos que viven "a nuestra costa" de los españoles?
Suárez provenía del régimen franquista, estuvo a la altura y supo acompañar los nuevos tiempos; pero insisto, la democracia no es obra de una persona, pero requiere, eso sí, que el gobernante de turno acompañe el anhelo y sepa estar a la altura. Un líder se hace, no nace. En cada crisis los ciudadanos han sabido responder ¿Los líderes también?, hay dudas.
La política de Sánchez puede ser más o menos controvertida, va en gustos, pero fue elegido en las urnas: es la democracia. Sus logros en el plano económico y social, el apaciguamiento de los independentistas no ha bastado. No ha practicado políticas de consenso, en parte por él, en parte porque no gusta a la oposición, es el debate de las ideologías. Lo inaceptable es pedir insistentemente la reválida del elegido, ya lo hizo el pueblo en las urnas.
Dicen que Estamos en la política del siglo XXI; invasión del populismo; el insulto como consigna; el obstruccionismo es el pan nuestro de cada día, como la renovación del Consejo General del Poder Judicial; sobre acuerdo en las propuestas de carácter social en el Congreso: ¡no son mías oiga!, es la respuesta.
Parece que estamos rodeados. ¿Cómo se permiten acciones de retrógrados colectivos, de dudosas hechuras, anclados en el pasado; o utilizando la creencia religiosa como argumento? ¿Y aquellos que tratan de judicializar cualquier asunto? Son enfangadores profesionales, y no todo vale.
La historia que nos cuenta La trucha, obra de Schubert, es la remoción del lecho del río para enfangar, cegarla y atraparla, así es fácil cogerla. Algunos siguen empeñados en el fango y el barro y debieran dejar de agitar la convivencia para que cada elemento vuelva a su sitio. Importante es desvelar las manos que embarran, que viven de la miseria, esos pleiteadores, "querellantes profesionales" que rozan lo delictivo, e igual les da el daño que causen. Urge una generación de políticos nuevos, aunque algunos cachorros ya vienen muy salpicados cuando no sucios, y se extrañan de que sus herederos, sus sucesores, no triunfen. Recordemos que hoy se remueve el estanque catalán.
Casi todo está escrito, no tenemos tiempo, ni en mil vidas, para leerlo todo, pero para este caso recordemos lo que se escribe en "Ezequiel, 18": Los padres la hacen y los hijos la pagan, salvo si estos siguen el camino recto.
Justicia y Fortuna son representadas como personajes ciegos; en democracia los ciudadanos no podemos depender de la suerte, capricho o arbitrariedad de según quién. La justicia está tasada, escrita, argumentada y razonada, la Fortuna es pura casualidad, no fiemos todo a esta carta.