Así terminaba una conversación con María que, por un guiño lleno de sentido del humor y esperanza para ambos, con una inteligencia penetrante, retrata el momento histórico que vivimos. No consigo explicarme por qué todo el mundo está pretendiendo que todo le cabrea, si llueve, la lluvia, si sale el sol, el calor. Un poco de por favor que rezaba el clásico, para que los volvamos soportables todos para todos.
Pero como les decía para los que se quedan al principio de mis artículos, retrata el fin de época que vivimos. Ya pareciera que todo el mundo ha perdido la esperanza hace tiempo. Esperanza de que lo que viene será mejor, simplemente porque todos trabajamos para que llegue algo mejor para todos los que nos rodea, o incluso en clave de supervivencia o banal egoísmo, para nosotros mismos. Esperanza de que lo que se nos ha prometido, será una realidad. Es cierto y no me engaño que basta con asomar el periscopio por encima de nuestro submarino vital para pensar que todo lo que nos rodea se ha vuelto en contra, pero no perdamos la esperanza.
Volviendo a lo que decía María, una vez que se ha perdido la esperanza, ya solo queda el fortín del sentido del humor. Todavía recuerdo la profusión de chistes que en cada momento acompañan a las situaciones más dramáticas que vivimos en España, desde todos aquellos casetes que siguieron al golpe de estado de 1981 y que era imposible de contener, al inimitable Chiquito de la Calzada y ahora a los personajes creativos que se esconden tan muchos de los mejores y más celebrados twits o memes de la red. No perdamos el sentido del humor, porque si no la esperanza ya se encuentra huérfana y sin defensa alguna, y en vez de color verde, se vuelve manzana agria.
Por eso y con mucha gratitud vital, tengo que citar a tres amigos que practican durante años el sentido del humor más acérrimo y aguerrido y que ha permitido que ninguno de nosotros perdamos la esperanza a lo largo de estos años. Ayer invitados por Nicolás, que será por ser francés penas menos canas que los demás y es todo gentileza y amabilidad esa «noblesse oblige»; Pedro con su proverbial sentido del humor y de la valentía, nos proponía un brindis salido del corazón «que nuestras mujeres nunca se queden viudas» que si analizan cada palabra no podrán dejar de reírse con nosotros porque llevan implícitas muchas de las cicatrices que ya tenemos. Incluso generosidad, porque incluso si hay algún accidente administrativo y desaparecemos de sus vidas, las deseamos larga vida. No obstante, es afirmar con la boca chica que sigamos disfrutando del presente, que seamos los mismos idealistas que decidieron que querían trabajar siempre por la paz y ver el mundo a la velocidad que rota, que pensamos que es mejor pasar frío en invierno que en verano, pero aún así no cambiamos de principios. Que es mejor pronunciar bien las palabras que importan. Que no perderemos nunca la esperanza para no poner así en riego el sentido del humor.