Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Testigos de la defensa

06/07/2024

A veces, cuando veo la situación mundial, pienso que, si no nos extinguimos antes, falta poco para que el resto de los habitantes del planeta denuncien a los humanos y pidan para nosotros la pena capital (o igual solo la expulsión de la Tierra). Espero que, llegado el caso, tengamos un buen abogado, porque la lista de cargos sería larga y la culpabilidad está bien documentada. Por eso, nos quedaría apelar a lo mejor de nosotros mismos para rebajar la pena y necesitaríamos los mejores testigos de la defensa.
Llamaría al estrado a declarar a Velázquez, para que hablase de las pinceladas en el pelo de las Meninas o de los ojos del bufón Calabacillas. No necesitaríamos a Antoine de Saint-Exupéry sentado en el estrado, bastaría con que leyeran El principito. Podríamos justificar que no merecemos la extinción con las grandes obras de ballet de Tchaikovsky coreografiadas por Marius Petipa, con El Lago de los Cisnes bailado por Margot Fonteyn y Rudolf Nureyev. Cerca del bailarín ruso, estaría Freddie Mercury que les deslumbraría con su voz y sus canciones. Después el abogado debería mostrar como, a veces, hacemos de vivir un arte y llenamos la tierra de belleza. Una ruta que incluyera el Taj Mahal o Notre Dame; el modernismo de Victor Horta o la Alhambra. 
Podríamos seducirles con los paisajes de Machado que no hablan de la tierra, sino del alma humana o deleitarles con los cuentos y las ilustraciones de Beatrix Potter, donde la naturaleza y la humanidad conviven en bella sintonía, al igual que lo hacen en los cuadros de Monet o en los de Van Gogh, pero también podríamos mostrar que los humanos sentimos el amor a través de los cuadros de Berthe Morisot con su hija como modelo o en la escultura de Antonio Canova. Tal vez sea Shakespeare quien revele al jurado no solo el amor, sino la capacidad humana de transformar el dolor en arte. Y ya metidos en un teatro, unir las artes y montar un buen musical, que les haga salir alegres y contentos, con nuevas esperanzas en la humanidad. Una vez en ese estado, podemos enseñarles que hasta de lo cotidiano y rutinario hicimos una vez arte y que aún no se ha perdido del todo: hacer una barra de pan mientras entonamos las panaderas para acabar en una fiesta popular, que el jurado baile jotas, flamenco o la expresión corporal que ha desarrollado cada lugar. Demostremos que sabemos reír y hacer reír, con los mejores cómicos y las grandes películas de comedia.
Podríamos poner en evidencia que el ser humano puede cambiar, como Jean Valejean en Los Miserables. Enseñarles que incluso de los defectos más limitantes sale la grandeza: que un músico sordo redimió a la humanidad con una sola sinfonía o que una mujer con frecuentes ataques de lo que se consideró locura y un joven asmático cuando no tenía cura cambiaron la literatura para siempre. Llamemos a los mejores testigos de la defensa para una causa que a todas luces parece perdida, pero que, con suerte, sirva para sacar a la luz la cara buena de los humanos. Y quizá entonces decidamos vivir bajo su esplendor.