Hace muchos años, sesenta o setenta, lo que yo conozco, la diversidad social prácticamente era inexistente en España, y en las ciudades pequeñas como Ávila, directamente no existía. Encontrar por la calla personas de otras razas era una casualidad, los pocos ciudadanos de otros países que te podías encontrar eran turistas ocasionales, alguna vez conocías en tu ciudad un conciudadano de algún país europeo, francés o inglés, pero raramente procedente de otros países. La primera persona de raza negra que entró en mi casa, fue todo un acontecimiento y motivo de conversación durante muchos días. En Madrid, era algo más normal encontrar personas de otras razas, y las de raza amarilla las considerábamos comúnmente como japoneses, como si no hubiera otros países asiáticos. En el medio rural era más difícil todavía encontrar personas de otras razas, y cuanto menor era el núcleo rural, más raro era encontrarse con otro tipo de etnias. Si en las ciudades no era fácil encontrar otro tipo de estirpes, en el medio rural la diversidad social era prácticamente nula. Lo mismo sucedía con el idioma, encontrar personas que dominaran otros lenguajes era difícil, de no ser antiguos estudiantes o emigrantes. La religión católica era absolutamente mayoritaria como si no fuera concebible otras creencias. El monolitismo era total, la población estaba formada por españoles, de raza blanca y religión católica apostólica.
Actualmente, la situación es diametralmente diferente, afortunadamente, la pluralidad de ciudadanos procedentes de otros países, razas, etnias y religiones, se puede comprobar diariamente en todas nuestras ciudades y pueblos. No hay más que dar una vuelta por la calle para encontrarse con una diversidad sorprendente. Montones de ciudadanos de diversos orígenes, razas, países, pueblan nuestras ciudades, y en nuestras tiendas y negocios, en nuestros bares, deportes, juegos y relaciones, encontramos una variedad de personas impensables hace unos años. Muchas de estas personas procedentes de otros países, prestan sus servicios en muchas áreas que a los españoles no les resultan atractivos. En el campo, en la construcción, en la paquetería, en la hostelería, en el acompañamiento a las personas mayores, en muchos de los sectores que se desarrollan en las ciudades, encontramos ciudadanos de otras procedencias. Y muchos empresarios coinciden en la falta de mano de obra, en la necesidad de encontrar personas en edad y ganas de trabajar, en gran parte por el envejecimiento de la población nativa, que es un grave problema al que nos enfrentamos. En Ávila es manifiestamente palpable, la edad de la mayor parte de nuestros vecinos autóctonos, a poco que paseemos por la ciudad, así como la escasez de niños de esta población.
Es por ello, que no entiendo las actitudes racistas contra los emigrantes, las acusaciones de que nos están robando los puestos de trabajo. No puedo entender las actitudes xenófobas, la pretensión de impedir la llegada de personas que puedan suplir la falta de mano de obra, y mucho menos de criminalizar a los emigrantes. No hace tantos años, que muchos de nuestros conciudadanos emigraron a otros países, como Alemania.