Siempre han sido uno de mis "lugares" favoritos. Casi una puerta de entrada para descubrir un mundo nuevo. A todos aquellos que solo viajan por "internet" les recomiendo que pierdan el miedo y entren, como si fuera en un templo griego de sabiduría, en una agencia de viajes, para que al menos tengan la experiencia. Y eso sin contar que cuando surgen los problemas, que de todo puede pasar, allí siempre hay una voz conocida que contesta, en vez de "si se ha quedado sin batería espere al tono". Tienen mucho de conocimiento, de saber donde se está cociendo todo en el mundo, de buscar casi lo mejor, es decir, que otro ser humano que conoce te guie.
Como vivimos en la cultura de la dopamina, que es la adicción que generan las redes sociales como está ya archi demostrado (un inciso, en Noruega y a la misma temperatura, ya no van a permitir el uso de ningún aparato electrónico "smart" en las escuelas hasta terminada la secundaria, y van a realizar una inversión en nuevos libros para que no se pierda la capacidad lectora, lo digo para que vean en que están los países "avanzados"), pues retomando, esa cultura de los likes en Instagram o los videos en Tik-Tok, está en la moda de las personas que consideran que viajar es hacer un tic en una lista. Y viajan a no se qué horas, a destinos exóticos, para pasar un fin de lo que sea. Sin duda mejor que quedarse en casa, pero para esos viajes no hacen falta las alforjas del que se siente compelido a cambiar, a que los viajes y las personas que conoces te puedan sacar de tu zona de confort y así enriquecerte y no cocerte, como nos recuerda un famoso anuncio de caldos prefrabricados. En Ávila también somos lo que comemos.
La reflexión me la proporciona una película que gira en torno a una agencia de viajes, pero sobre todo la conversación con mi hijo Javier de ocho años delante del mapamundi que me lleva acompañando desde los tiempos de la oposición a la Carrera fruto de un regalo de "mi amiga invisible" y que cuelga en nuestra cocina. El pequeño, que no le gusta mucho viajar, me dice que sin embargo le gustaría ir a Japón, cuna de Mazinger Z (se nos fue la mano en los ochenta) y Doraemon (que tiene un sentido del humor lateral algo impresionante), pero siempre "pasando por España". Eso dice mucho de su brújula vital, de que cualquier viaje que quiera emprender, siempre tiene que pasar por España. Incluso cuando me ha señalado Rusia (que es tan grande como mi brazo) o la India donde quiere ver a los indios, aunque no a nuestro añorado "flecha verde". Pero todo desde y a través de España. Y esa son las gafas graduadas que necesitamos todos para entender mucho de lo que nos está pasando, que el mundo que ya va a una velocidad independiente, y necesita del conocimiento de nuestros "agentes" cercanos y de nuestros amores primeros. Poco más que añadir.