Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


La museida

18/05/2024

Escucha, oh musa, la historia del Museo, tu casa y tu guarida, el lugar del Elíseo. Es hogar de la belleza, es guardián de la sabiduría: la plaza del conocimiento. Solo en ellos podemos aprender mientras vagamos, elegir mientras deambulamos, analizar mientras merodeamos. En ellos nuestra historia, nuestras ideas y nuestro subconsciente.
Todo empezó en Grecia, como no podía ser de otra manera, cuando su civilización se extendía hasta Egipto: en Alejandría apareció el Museion, templo y hogar para vosotras, oh musas, más conocido en la actualidad por su incendio y por su biblioteca soñada, que por sus intercambios culturales y sus espacios de investigación. Hoy se intenta recuperar ese espíritu de diálogo y aprendizaje, pero en una sociedad que no sabe escuchar y menosprecia el conocimiento, las tentativas son endebles y muchas veces limitadas a aquellos que viven ya en vosotras. Luchan tus trabajadores entregados por recuperar ese esplendor, por fomentar el entendimiento y el debate que nos permita redescubrir el poder de la escucha y la magia de las ideas, pero triunfa la ignorancia, seña de identidad de nuestra era. Y es que para muchos vuestra casa no es más que un lugar más que coleccionar en foto, de descubrir lo que tanto tiempo se ha visto en imagen a través de la máquina que las lleva a cabo. Os visitamos para ver a través de la pantalla lo que en ella misma vemos.
Más tarde vino el coleccionismo, el rodearse de cosas bellas, de enseñarlas como trofeo o muestra de riquezas. Después vino el Renacimiento y tras él los gabinetes de las maravillas proliferaron, con cierto espíritu de aprendizaje porque en ellos encontrabas lo que parecía fantástico y fuera de lo posible. Lo desconocido. Disputábase el estatus con las ansias de enseñar, de abrir las mentes a aquello que no podíamos ni imaginar. Años más tarde volvió la palabra museo y a todos nos dejaron entrar: en grandes espacios un montón de objetos acumulados que nos permitían disfrutar, pero nunca dialogar. Faltaba el factor humano que nos había de enseñar, que si no entendemos lo que vemos mucho dejaremos de apreciar. Los años pasaron y lo fuimos ordenando: los hicimos accesibles y alguno hasta barato. Colocamos bien las obras, permitimos observar porque si estamos bien concentrados, mucho es lo que puede cambiar. También aprendimos a conversar, si la colección nos cuenta su historia, nos podremos ilustrar. 
Protégenos, oh musa, de los riesgos de su falta, de las censuras inútiles y de los que olvidan tu importancia. Acerca tu hogar a todos, que nadie sienta tu falta.
Disfruta, oh musa, del día del Museo. Pasea por tu casa y recupera su valor. Enseña a quién te visite que por mucho que lo olvidemos, más de trescientos días son los que tu morada abre sus puertas y que entre sus paredes susurras tus poemas, tocas tu música, nos acercas tu comedia. Recuerda, oh musa, el valor de tus historias, no dejéis nunca de inspirarnos, no nos olvidéis aquí abajo, que si no fuera por vosotras, la humanidad sería poca.