Este puede ser el mejor momento que jamás has podido vivir si controlas aquello en lo que te enfocas, si creas unos rituales en lugar de conformarte con lo que traiga la marea.
Los resultados que deseamos son como el coche que tenemos en el garaje o el físico que queremos lograr, el significado que les demos determina si los mantenemos al día y en forma o solo son algo que utilizamos y aparcamos como objetos de usar y tirar. Un ritual es como algo sagrado, todo lo que toca lo transforma, asegura los resultados porque te pone a trabajar en ellos.
Lo dramático del asunto es que cuando tenemos a nuestro alcance ser buenos en algo no lo convertimos en una carrera de oposición, día y noche estudiando, día y noche entrenando, lo cogemos y lo dejamos tantas veces que con el tiempo nos convertimos en individuos que ni siquiera saben el por qué empiezan las cosas.
Pensemos en los grandes hitos en la historia de la música como Bruce Springsteen, quien agota las entradas allí donde toca y sus espectáculos son grabados y vistos por millones de personas. En fuertes personalidades como la de Nelson Mandela que fue premio Nobel de la paz y presidente de Sudáfrica después de décadas entre las rejas de una cárcel. Se han hecho estudios sobre ellos y las habilidades que los caracterizan para averiguar cuáles son los condicionantes que los han mantenido en la cima durante toda su carrera, y el resultado siempre es el mismo, sin importar época ni temática ellos transformaron sus sueños, sus pasiones y talentos en objetivos, esos objetivos en práctica, y esa práctica en maestría. Crearon un ritual de vida.
Charles Read dijo: «Siembra un acto y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino». Desde que te levantas y respiras los primeros segundos del día estás preparado para cosechar algo bueno. ¿Qué tienes que mejorar? Conozco muchas cosas en las que puedo mejorar yo, me conozco, y por mucho que me quiera engañar conozco también el amargo sabor de darle la espalda a las cosas de mi vida que requieren que yo, y no otra persona, sea el que haga algo por mejorarlas.
Algunas de esas cosas hacen que sea una persona más débil. ¿Cómo puedo combatirlas? Puedo impedir que se apoderen de mí, crear el hábito de no dejarme arrastrar como si yo no tuviese otra elección que ceder y darles el poder de hacer conmigo lo que quieran. Pasa a menudo con las personas que han pasado por un mal trago en la vida, un día dicen que más adelante se sentirán bien pero que ahora no les apetece sentirse así, otro año creen que es normal que la tristeza les haya robado parte de lo que fueron y una década después han normalizado la melancolía de tal forma que se han hecho adictos a la sensación de estar hundiéndose. En un modo muy cierto han creado un hábito destructivo, pero es un hábito.
Antes de morder la manzana envenenada, quizás debieras preguntarte si es mejor morirte por sobredosis de malas emociones o «morir de hambre» durante un tiempo hasta que recuperes de nuevo el apetito por las buenas. El ritual más importante que podamos desarrollar es el de resistir el huracán de malas emociones hasta vernos recuperados más allá de la tormenta que estemos viviendo, y saber que, en lo más profundo de las emociones que ahora mismo albergamos, se halla el mar en calma del que disfrutamos cuando recuperamos nuestra actitud y personalidad habituales.