Hace ya más de 6 años escribimos en estas mismas páginas un artículo titulado «Más átomo y menos renovables2 y ya entonces fuimos conscientes del poco éxito que tendría dicho artículo y más con el poco favorable título que tenía. Ya que la energía nuclear lleva décadas demonizada. Ya entonces dijimos que Francia tiene 58 reactores y que no depende de los avatares petrolíferos de la OPEP, o del gas ruso. Y ya apuntábamos que los argumentos a favor de la energía nuclear eran que es barata, abundante, limpia, segura y, sobre todo, que no produce emisiones de gases y, por consiguiente, no repercute sobre el calentamiento global y en el nocivo efecto invernadero. Y hemos dicho barata, pues la carga impositiva sobre la energía nuclear incluye multitud de impuestos y cargas parafiscales que suponen el 60% de la facturación de las centrales. Y también dijimos que la realidad de las energías renovables, solar y eólica no era nada halagüeña. Y como el tiempo pone a cada uno en su sitio nos quedamos cortos. La eólica ha sido un fracaso, ahí esta el caso de Abengoa y su agujero de más de 6.000 millones o más actual y similar el de Gamesa. De los huertos solares ya ni hablamos. Ahí está el fiasco con los gobiernos de las dos Castillas, La Mancha y León. Ni de los 9.000 millones que han costado a las arcas públicas dichos huertos y que al final nos cobran en el recibo de la luz. Y entonces terminábamos el artículo con las palabras de Loyola de Palacio, cuando era comisaria Europeo de Energía: «tenemos que relanzar el programa nuclear europeo».
El gran problema de las renovables es que dependen de su fuente y por ello de las condiciones meteorológicas. Necesitan un almacenamiento que tiene sus limitaciones tecnológicas, para cuando hay que recurrir a ellas en los momentos en los que el sistema esté tensionado, o sea, necesario su aporte y necesitan el respaldo de otra energía. De noche no hay fotovoltaicas y si hay mucho o poco viento no hay eólica.
Acabamos de decir que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Pues bien, ¿nuclear? !ahora sí, gracias! Pues hoy emerge como una alternativa verde frente al calentamiento global y al cambio climático. Y según la Agencia Internacional de la Energía, «conseguir los objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero sería mucho más costoso y complicado sin contar con la energía nuclear». Y la propia Comisión Europea ha incluido la energía nuclear en la lista de energías verdes. A pesar de una resistencia en la que se mezclan sesgos ideológicos, desinformación y preocupaciones legitimas, como el manejo de los residuos. Pero para estos ya hay tecnología para eliminar la mayor parte de esos residuos. Ahora ya tenemos centrales de cuarta generación, capaces de generar residuos con una vida infinitamente menor y los reactores modulares pequeños (SMR) que son más ubicuos. Teniendo en cuenta la falta de gas ruso y que los barcos metaneros que nos vienen de Estados Unidos son caros; el gas de USA nos sale tres veces más caro que el gas ruso. Y el enfrentamiento con Argelia provocado por las políticas de nuestro Gobierno. Lo único que podría hacer España si quisiese es posponer el cierre de nuestras centrales nucleares. Pero me temo que no hay contexto institucional, social ni político para hacerlo. Y así seguiremos, abocados a mendigar a satrapías y dictaduras, léase Putin, Argelia o Venezuela, la energía que no producimos por carecer de autonomía energética. Las 22 centrales nucleares proyectadas en su día se fueron al traste con los asesinatos de los directivos de Lemóniz por parte de ETA. Y ahora sus herederos van de ecologistas, feministas, humanistas y pro Derechos Humanos e incluso marcan la pauta al Gobierno de Sánchez. El colmo.