La panorámica de la Unión Europea tras las elecciones muestra un parlamento más gris, menos rico, en el que ciertos colores son estigmatizados. La primera vuelta de las francesas ha difuminado la tricolor hacia el gris. ¿Recuperará el color hoy? Cuidémonos de aquellos que padecen un daltonismo ético y moral, una visión reduccionista del mundo, donde el simplismo, la confusión y la oscuridad prevalecen.
El color es una percepción visual que se genera en el cerebro, la luz es la fuente que lo hace posible. Ni toda la luz que les facilitara un "chispa", un electricista como Pedro, haría discernir los colores a esos daltónicos, sobre todo políticos, que miran al mundo cínicamente.
Daltonismo es también esa actitud partidista y arrogante que ignora al resto de los colores y las ideas, conociéndolos los rechaza y desdeña.
Pese a que el mundo ha evolucionado, sorprende como determinados elementos siguen anclados en la prehistoria. Platón consideraba cuatro colores básicos, el arcoíris de siete colores ya se veía, y dicen que el cerebro puede percibir millones de colores. ¿Cómo pueden seguir viviendo ciertos personajes en la caverna? Hay tantas formas de pensar como colores podemos ver, ¿por qué se empeñan en la insignificancia y la negrura?
Los matices, la abundancia de ideas mezcladas con sentido común y con proporcionalidad, dotan de equilibrio al discurso, es ahí donde radica la esencia y la riqueza. Los daltónicos éticos y morales no solo están confundidos, lo peor es que pretenden oscurecer y confundir todo lo que les rodea.
Los niños deberían leer "Momo" un cuento que explica cómo algunos personajes pretenden robar el tiempo, en definitiva, la vida. A los ladrones se les denomina hombres grises, el color es definitorio del alma de los personajes.
Nuestros líderes y adalides políticos, dentro y fuera de las fronteras, exhiben su singularidad, mostrando solo el color de sus ideas, y repudiando otros valores como la solidaridad, el entendimiento, la paz, la convivencia, etc., condiciones que hacen al humano un ser social y que han sido fundamentales para conformar la democracia.
Hay personajes de palabra sombría, interesada y egoísta; actúan de manera gris y son maestros en la mirada retrospectiva. La nostalgia es su catecismo y razón de ser. Daltónicos totales que no distinguen ningún color como evidencia su mundo.
Los sátrapas y dictadores solo perciben un color como, por ejemplo, el gris acero putiniano que ensombrece Ucrania. Los chinos alardean de un llamativo color rojo, pero es un fraude, un señuelo; bajo él únicamente se vislumbra el control, un falso igualitarismo y oscura uniformidad. El color del genocidio es ceniza, que mezclado con sangre pinta e inunda Gaza, Netanyahu es el maestro pintor. Los dictadores latinoamericanos lucen pálidas guayaberas, gris ceniciento, como el que refleja el rostro de sus ciudadanos, producto del dolor y la miseria a la que están sometidos. El gris define la mediocridad de esos gobernantes.
Hubo un tiempo en el que Estados Unidos ofrecía colores de esperanza a los ciudadanos, a muchos pueblos del planeta, hoy triunfa el color zanahoria. Noviembre, tiempo de siembra en EE. UU. Veremos qué prolifera en el huerto, si ese rubicundo color que, como la mala hierba, todo lo malogra, pues la simiente es violencia, de momento verbal... El hortelano y líder pelirrojo menosprecia incluso la ley. Es un país con muchos defectos, amado y odiado, dejaba entrever alguna luz y color, aunque los tiempos han cambiado. La antorcha de la estatua de la libertad parece languidecer tras el debate entre ambos candidatos. Pareciera que el emblema de la Isla de Ellis adquiere un color cetrino, y se nos antoja cabizbaja y avergonzada. Algo no funciona en el "país de las oportunidades".
Me contaba un amigo que hay un sistema que delata a los daltónicos de estrechez mental, es ponerles una bandera arcoíris y, cual morlaco, embisten enceguecidos sin pararse a pensar. Hemos comprobado que en algunos edificios donde se exhibe la enseña multicolor, los berridos y bufidos retumban dentro de los edificios y en las calles. El 28 de junio se celebró el Día Internacional del Orgullo LGBTQ+, fueron momentos de claridad no por quienes lo celebraban, sino porque delataban a los intransigentes, intolerantes, fanáticos y sectarios. ¿Les va la vida en ello? ¡Vivan y dejen vivir! A veces más que daltonismo es ceguera.
El daltonismo político y mental está tan generalizado que nos rodea sin darnos cuenta, pues esos profetas de las tinieblas disimulan su miseria tan hábilmente que algunos incautos les dan su confianza y, aún peor, su representación.
Creo que esto ya lo escribimos, pero no me cansaré de repetirlo: Necesitamos disfrutar de una larga temporada de sosiego. Dedicarnos únicamente a resolver los asuntos del día a día: trabajo, vivienda, salud, educación, infraestructuras, servicios sociales… O a tocarnos las narices, intuyo que cada vez será más difícil.
A los daltónicos obsoletos que equiparan tiempos pasados con los presentes se les paró el reloj. La luz y el color les ciega y les abruma, pues anclados en el blanco y negro o en el gris no hay color en su perspectiva de futuro. Si las condiciones sociales, económicas y políticas son diferentes, deberían mirar de otra manera, pero se niegan. Un fantasma gris recorre Europa y otros muchos lugares.
Hay que exigir a los responsables del alumbrado, esos que nos representan y hemos elegido, que proyecten luz para todos; precisa, no interesada, suficiente pero no deslumbrante. No deben limitarse a enfocar solo aquello que interesa a quienes disponen de la capacidad de alumbrar.
Si no, recordemos que tenemos la capacidad de arrojarles a las sombras. Los ciudadanos, los electores debemos informarnos para tomar decisiones precisas. Al representante incapaz: ¡puerta! Y cierre por fuera, por favor. ¡No apague la luz, seguimos trabajando!