Personajes y hechos amenazadores salen a la palestra a la menor oportunidad y asistimos atónitos al comportamiento de algunos individuos. El encontronazo entre un medio de comunicación y un experto en comunicación dedicado al asesoramiento de políticos finaliza, de momento, en escándalo; pretender que los medios de comunicación se inhiban de informar según qué hechos es antidemocrático, y utilizar como método la amenaza y el miedo y la falsedad, indigno.
El argumentario se prodiga como elemento informativo y no es más que un prontuario de consignas y lugares comunes, cuya única misión es llevar al informador y, por tanto, al informado, por el carril que marque la institución de turno, sea pública o privada.
La comunicación se puede ejercer desde las instituciones hacia los medios, ningún lado es oscuro si lo ilumina la luz de la ética (no confundir con moral); los oscuros suelen ser los personajes. Nada justifica pisotear el código deontológico, aunque por desgracia algunos habitan en ese lado oscuro.
Telespectadores y lectores asisten incrédulos a la magia que producen, sobre todo los partidos políticos, cuando sus miembros y portavoces inician su perorata coral usando las mismas palabras y argumentos y rematan con idéntica coletilla, una ruidosa armonía, un concierto que parece magia, que diría mi amigo Tomás, pero que produce inquietud.
En música sería un acierto y una actuación admirable, pues la conjunción de todos los instrumentos lleva a la ejecución de una composición agradable. En la política es evidente el arte del engaño, su finalidad es influir, mediatizar la libertad de pensamiento y capacidad crítica del observador; resulta repulsivo como algún político muerde las palabras para herir al adversario.
Después, en las redes sociales, el juguete de muchos políticos, se remacha el mensaje, siempre interesado.
Ahí están nuestros amados líderes y sus adláteres, unos en el ámbito nacional y otros en el planeta.
En "El último periodista", libro de Antoni Vidal, se escribe: "El periodista debe mantener una visión de gran angular de la realidad, para intuir o deducir hechos sustantivos que puedan emerger o cambiar la actualidad o incluso la vida colectiva"; y añade, las fuentes informativas amistosas son un lastre, aunque faciliten un material noticiable de primera, "siempre buscan la compensación y el trato de favor a sus intereses", sobre todo cuando el informante trata de embrollar al periodista con lo de: "esa amistad de siempre". El incumplimiento de las normas tiene su árbitro en los colegios profesionales y en última instancia, los tribunales.
Es misión del periodismo la denuncia, no el insulto infame, aunque lo sufra; indeseable es también el intento o uso espurio de los medios de comunicación para fines individuales o propios. Las trabas a la libertad de prensa son la antesala a una democracia limitada. Prensa libre y democracia son inseparables, ambas se retroalimentan y prestan energía, cualquier injerencia externa acaba afectando a los ciudadanos, por lo que hemos de guardarnos de los demócratas a tiempo parcial, a quienes gusta una prensa disminuida, recortada, restringida. Una sociedad enmudecida e incapaz de pensar al faltarle información está perdida.
Estos son tiempos oscuros, personajes propietarios de riquezas inmensas, o de poder incontrolable, intentan cegar a la prensa. Actúan en el ámbito local y mundial, parecen, a veces, estar por encima de los Estados. Vemos a propietarios de grandes empresas -y propietarios de países- patrocinar deportes (fútbol, tenis, golf), cultura, medicina y otras actividades, tal vez con la intención de acallar su conciencia; es objetable, pero es su dinero; incluso hay gobiernos que inclinan su cabeza. Una lucha entre el dinero, la inteligencia, la cultura y el poder privado es cuestionable, pero siempre ha sido así y lo que requiere es luz, taquígrafos y ley.
Lo vergonzoso son los imitadores de tres al cuarto que usan los dineros públicos para conseguir "sus objetivos" mediante el uso de la publicidad institucional u otros métodos, puede que legales, ¿pero legítimos?, ¿y más oscuros? Como dice la gente, no gastan de lo suyo. Aquí están los que gobiernan con o sin nuestro voto y se apoyan en personajes ambiguos para mantenerse en el poder. Aquí es donde la prensa ha de ser cristalina; sin libertad de prensa no hay democracia, cuidado con el "vivan las cadenas" porque lleva a la autocracia. El llamado "cuarto poder", debe sacudirse la presión y actuar con independencia y veracidad contrastada e independiente de los demás poderes.
Por abundante que sea el presupuesto de los que cercenan la libertad, nunca superará la suma de ansia de libertad de los ciudadanos, como nos ha enseñado la historia. La prensa es testigo incómodo en escenarios donde se desprecia a los seres humanos, a la libertad y a la democracia. Setecientos ochenta periodistas han pasado por la cárcel y sesenta y cinco han muerto asesinados en 2023.
La Unesco está preocupada por 2024, un año en el que dos mil seiscientos millones de ciudadanos acudirán a las urnas, la información será cubierta por periodistas, pero no faltaran los manipuladores que traten de alterar los resultados, lo que es fácil si se mata a los medios de comunicación por asfixia o se amenaza a los profesionales de manera abyecta.
Los protagonistas de esas acciones son los culpables, pero si la sociedad no condena de manera contundente a esos tipos, peligra la democracia y el estado de bienestar.
Votamos cada cuatro años, pero bajar la presión sobre la democracia requiere de un ejercicio diario por parte de ciudadanos y prensa. Denunciar comportamientos sectarios, a sus autores, a cuentistas y tramposos es muy higiénico; aplicar el sentido común, juez que rara vez se equivoca, viene fundamentado por el acceso a una buena información, opinión equilibrada y ética universal.