Hace unos meses yo estaba hablando con mis amigos Ángel, Cronista de Blanca y José Antonio un gran cofradiero, durante el congreso de Cronistas de Sigüenza, que este año tenía que ir por su tierra, que es año jubilar y que nos veríamos por allí. Yo me planteaba hacer una visita por aquellas tierras, que conozco a medias, algunas ciudades y zonas sí, pero me faltan otras partes que deseo conocer.
Caravaca de la Cruz sería, quizás, de los sitios de interés que tenía ganas de conocer y, por cosas que pasan, se venía haciendo esperar. Ese deseo se transformó en decisión al ser Año Jubilar, y ver el anuncio de la peregrinación que ha organizado el Obispado de Ávila, y pronto me apunté para realizar ese viaje-peregrinación en compañía de un buen grupo de compañeros de viaje, con José Luis Gail a la cabeza.
Viajar de forma individual tiene sus ventajas de tiempos e itinerarios, de prioridades en las visitas, de salida y regreso. Pero viajar en grupo tiene otras, todo preparado y organizado, conoces gentes y compartes vivencias, y tienes un páter que nos recuerda que viajamos en peregrinación.
Ya conocía la otra gran reliquia de la Cruz, en Santo Toribio de Liébana, en el norte, en la Cantabria verde y ahora se planteaba en el sureste, sitios y paisajes tan diferentes… esas dos reliquias que por diversas causas históricas han acabado en nuestras tierras.
El hotel, en La Manga, muy bueno, confortable y con buen buffet. Era el cuartel general de nuestras excursiones previas.
Almagro, plaza y corral de comedias; Murcia, con sus Salcillos y la catedral camuflada por restauración; Cartagena, su gran puerto con trasatlántico, el submarino de Isaac Peral y su «nuevo» teatro romano recuperado bajo el caserío; La Unión con su museo de las minas; y el Mar Menor un hotel entre dos mares y paseo en barco, fueron destinos de esos días, con sus particularidades en cada lugar.
Ya en la última etapa, viajamos a Caravaca donde desde la iglesia parroquial de Santiago, en forma de peregrinos, salimos a realizar el rito de subir con la Cruz de doble brazo, característica de aquí y de los patriarcas del Imperio de Oriente, su origen. Ya en la esplanada de la basílica organizamos procesión para entrar en la basílica tan emblemática por lo que contiene. Allí nuestro grupo, con más gentes procedentes de otros diversos lugares, asistimos a una eucaristía que celebró el Obispo emérito de Orihuela con otros sacerdotes y entre ellos nuestro José Luis Gail, muy solemne y con emoción. Al final se dio a venerar la Cruz de dos brazos con los trozos de la Cruz de Cristo. Misión cumplida.
Por la tarde la visita turística a la ciudad y su entorno, los lugares religiosos con el «Lignum Crucis» como gran protagonista durante siglos en el santuario-fortaleza, todo en Caravaca gira en torno a esa gran reliquia, pero también las fiestas del caballo engalanado, el del vino, esos suntuosos desfiles de «Moros y Cristianos» en su propia versión.
Ya de regreso me entrevisté con mis amigos de Blanca, Ángel y José Antonio, en el santuario de la Virgen de la Esperanza, en Calasparra, una visita corta pero cordial, como de compañeros y amigos. Quedamos para vernos en Mérida, en el próximo congreso de Cronistas.