El próximo año 2024 se cumplirán quinientos años del fallecimiento del escultor Vasco de la Zarza. De origen desconocido, para algunos portugués y para otros toledano, es considerado uno de los introductores del lenguaje del Renacimiento en España, a través de un amplio catálogo de obras que incluyen retablos, sepulcros pero sobre todo esculturas. De inspiración puramente humanística, poco o nada se sabe acerca de su formación, ignorándose todo lo relativo a los maestros o los talleres en los que pudo haber desarrollado su vocación artística. Las primeras obras atribuidas con total seguridad se enmarcan en los primeros años del siglo XVI, momento en el que se están desarrollando las labores de decoración y ennoblecimiento de la Catedral de Ávila. Para dicho templo realizará la portada de la sala capitular, el marco del retablo mayor que habría dejado inconcluso Berruguete y las obras de finalización del claustro. No obstante la importancia que revisten estas obras por la tímida asimilación de los modelos renacentistas tempranos, será en el marco de la escultura donde Vasco de la Zarza desarrollará todo su potencial creativo.
La iniciativa del obispo Carrillo de Albornoz de resignificar el espacio de la girola se materializará en la ejecución de una de las obras maestras de la escultura española del XVI, donde se introducirán elementos característicos del panegírico clásico a modo de elementos fantásticos, grutescos, tenantes y roleos. Es el sepulcro de Alonso de Madrigal "El Tostado", obra maestra indiscutible, donde la soltura y la técnica pulida del maestro se desarrollan en todo su esplendor, elaborando un complejo programa iconográfico resultado de un dominio del alabastro, logrando una obra que refleja la dignidad del fallecido, a través de la introducción de las virtudes teologales y de un conjunto de elementos ornamentales a modo de guirnaldas, coronas y elementos vegetales. En 1512 completará la girola con la realización de las capillas de los evangelistas, apoyándose para ello en sus discípulos, como se refleja tanto en la mayor sencillez de los conjuntos como en la sustitución del alabastro por la terracota o la caliza, lo que da paso a obras más monótonas y con menor profusión ornamental.
En esos años comenzará también los trabajos del retablo de la capilla de las Nieves, que concluirán Juan Rodríguez y Lucas Giraldo, acometerá obras de aclimatación de la muralla en compañía del cantero Juan Campero y realizará la pila bautismal de la Catedral, donde el lenguaje iconográfico puramente romano se materializa en forma de dragones, guirnaldas florales o putti y delfines a la manera de Verrocchio. Es en esta época cuando ejecutará también otro de sus grandes trabajos, el sepulcro del obispo Carrillo de Albornoz en Toledo, enmarcado también en un arcosolio, aunque apoyándose en este caso en el dorado y la policromía para acentuar los efectos de la luz, aunque el comitente aparece en posición yacente en lugar de sentado, como ocurre con "El Tostado".
Su producción abarca también varias obras en la provincia, cuyas atribuciones obedecen más a una asimilación de tipos o a una comparación que a una certificación documental, aunque en todo caso es posible apreciar restos de su reconocible estilo. Es el caso de los sepulcros de Andrés Martínez en la iglesia de Flores de Ávila o el de Bernaldino de Barrientos, procedente de Zapardiel de la Cañada y depositado en el Museo de Ávila, y cuyo programa decorativo y arquitectónico responden a los ideales renacentistas del maestro. Algo que se repite también, aunque de otra manera, en la Santa Faz que conserva el Museo de la Catedral, donde consigue crear una obra de una delicadeza envidiable.
Tras la muerte de Vasco de la Zarza en 1524, acabó instituyéndose lo que ha venido conociéndose como Escuela de Ávila, conformada por un numeroso grupo de escultores receptores del nuevo lenguaje moderno y clasicista, entre los que destacaron Juan de Arévalo, Juan Rodríguez o Lucas Giraldo y, tras la desaparición de estos últimos, supieron continuar Isidro de Villoldo y Juan Bautista Vázquez. Ávila, por tanto, supo erigirse en centro de la vanguardia artística de su tiempo.