Fernando R. Piñero

Blanco sobre blanco

Fernando R. Piñero


La alfombra del claustro

10/07/2024

El 8 de julio de 1984, con 91 años y tan solo siete años después de su regreso del exilio, murió en Ávila Claudio Sánchez-Albornoz. Historiador y político, se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Central, donde defendería su tesis sobre las instituciones medievales castellanas. Catedrático en varias universidades españolas y rector de la de Madrid, en 1931 se entregaría a la causa de la Segunda República como militante de Acción Republicana, fundada en 1925 por Manuel Azaña. Además de diputado por la provincia de Ávila, fue también ministro de Estado, vicepresidente de las Cortes y embajador en Portugal. Terminada la Guerra Civil en 1936, partiría al exilio en Argentina hasta 1976, cuando regresó a España para defender la instauración de un régimen democrático.

Cuarenta años después, Ávila se ha reconciliado definitivamente con él al restituirle el título de Hijo Adoptivo que la ciudad le concedió en 1924 y que le fue arrebatado en 1937 por defender a la República. Este reconocimiento se une a la Medalla de Oro que recibió a su regreso del exilio, cuando también recibiría el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Su figura queda unida así a la ciudad, en la que vivió y en la que descansa, desde el momento en que se decidió enterrarlo en el claustro de la Catedral. Desde el año 2014, además, comparte el espacio con el presidente Adolfo Suárez y su esposa, acogiendo con ello a dos de las figuras más relevantes que, de alguna manera, la ciudad y la provincia aportaron al siglo XX en España.

Además del reconocimiento recuperado esta semana, coincidiendo con el cuarenta aniversario de su muerte, a lo largo de estos meses Ávila ha acogido una serie de eventos y de homenajes de diferente naturaleza que han servido para revitalizar su figura. Sirva como ejemplo el tributo que se le brindó durante la Feria del Libro celebrada durante el pasado mes de abril. Unido a los diferentes artículos y trabajos presentados por el cronista de la ciudad y que publicó durante varias semanas este periódico. Todos ellos han permitido, no solo recuperar la memoria de un hombre que dedicó su vida a la defensa de la República y de las libertades y que contribuyó enormemente al desarrollo de la historiografía medieval; sino también modificar el punto de vista de aquellos que, aun hoy, siguen sin asimilar que merece reposar en un lugar como la Catedral.

Hubo quien, después de aquello, defendió la necesidad de cubrir su lápida con una alfombra para condenarlo al olvido. Molesto, posiblemente, por tener que celebrar su cumpleaños el mismo día del aniversario de la muerte de Sánchez-Albornoz. Quizás, allí arriba, ambos se hallen enzarzados en acaloradas discusiones. Mi abuelo, como don Claudio, también se las gastaba.