Decía la filósofa e historiadora Hannah Arendt, que vivió entre 1906 y 1975, que «esta mentira constante no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino asegurarse de que ya nadie crea nada. Un pueblo que no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal. Y el pueblo, privado del poder de pensar y juzgar, está, sin saberlo ni quererlo, sujeto completamente a la regla de las mentiras. Con un pueblo así, puedes hacer lo que quieras».
No es necesario recordar que el tiempo en el que vivió esta mujer coincide con los peores momentos del siglo XX, y que su pensamiento y afirmaciones no difieren en nada de la actualidad que vivimos. Lo cual debería ponernos en alerta sobre sus consecuencias, salvo que sea demasiado tarde.
En las últimas semanas hemos asistido, con intensidad, al descubrimiento de mentiras que, en unos casos han provocado desengaños, en otros, sorpresa y en todos, indignación. Del caso Errejón sobre «la persona y el personaje», a la victoria electoral de Trump en Estados Unidos sembrada de bulos contra las evidencias científicas, y llegando a la más burda falsedad sobre la gestión de la Dana de Valencia por parte del Partido Popular.
Pero la mentira también está cerca, más de lo que pensamos. El último ejemplo es el acuerdo entre Por Ávila y Vox para aprobar las ordenanzas fiscales y ya veremos si los presupuestos de 2025, en el Ayuntamiento de Ávila. El documento firmado por el partido amarillo y la extrema derecha es un engaño para el propósito que se ha planteado y una certeza sobre las verdaderas intenciones que pretende.
Es un engaño porque solo se trata de una declaración de intenciones. No explica cómo y cuándo se van a ejecutar los propósitos con los que la extrema derecha intenta demostrar que condiciona a Por Ávila. La posibilidad de sacar adelante las ordenanzas fiscales, con una modificación mínima de los ingresos a través del IBI, donde siguen sin pagar más los que más tienen, o una bajada de sueldos y asignaciones a los grupos municipales, solo busca «salvar las cuentas» a un precio demasiado alto.
La certeza es que el apoyo de Vox no es porque estén a favor de los servicios públicos municipales. Son ultraliberales, les sobran las instituciones. Están en política porque creen que es como gestionar una empresa donde se consiguen beneficios a costa de reducir gastos. Es todo mentira, y prueba de ello es que los concejales de Vox han pedido disculpas a sus votantes por haber firmado el acuerdo con Por Ávila. Un auténtico despropósito.
Lo único cierto es que Por Ávila ha dado oxígeno a Vox admitiendo el relato antisocial que les caracteriza. Esto no es casual, responde a una realidad y a una intención. La realidad es que a Por Ávila se le ha acabado el argumento de la «herencia recibida» del PP. La intención es pasar a otra pantalla, al trampantojo del enfrentamiento directo entre el Alcalde de Ávila y el Presidente de la Diputación. Otra mentira más de dos amigos inseparables que aprovecharon sus circunstancias de poder en el PP para el reparto institucional que les convenía en cada momento.
Las derechas abulenses de PP, Por Ávila y Vox nos entretienen con sus mentiras. Un aparente enfrentamiento constante y una supuesta relación de amor y odio que, en realidad, esconde una sólida complicidad para el reparto interesado del poder.