La ciudadanía abulense hemos sabido recientemente que por parte de nuestro Ayuntamiento se va a privatizar la gestión del Mercado de Abastos por un cuarto de siglo, incrementando así la larga lista de externalizaciones municipales, que no deja de crecer. Cuando en 2019 el alcalde tomó posesión del sillón del Mercado Chico, se dolía públicamente de que algunos pliegos habían quedado ya firmados para uno o dos años y no tenía margen de maniobra inmediata. ¿Qué habría dicho de haberse topado con estos mismos veinticinco años ya comprometidos por sus antecesores, más de seis legislaturas, una generación entera?
Ese tipo de cesiones por plazos tan largos deberían exigir para su aprobación mayorías cualificadas, consensos amplios y más información previa a la población, no solamente encontrárnoslo en el periódico a hechos consumados. Una cosa es privatizar y otra privar, aunque los dos vocablos se asemejen peligrosamente.
No es mi intención abrir aquí el melón del debate sobre la conveniencia de externalizar o bien de municipalizar, pues es una cuestión de tal calado, con partidarios y detractores, que apenas sin haber empezado a esbozar la cuestión se me agotaría el espacio de la columna de esta semana. Solo me viene a la mente ahora el dato objetivo de la ingente cantidad de servicios municipales que nuestro Consistorio ya provee en estos momentos a través de una empresa interpuesta. La externalización local abarca ámbitos tan básicos y variados como la provisión de agua potable, la iluminación de las vías públicas, la recogida y tratamiento de residuos urbanos, el transporte público urbano en autobús, los aparcamientos públicos y la zona ORA, la limpieza de colegios e inmuebles municipales, el mantenimiento de jardines y el desbroce, la gestión de espacios municipales turísticos y deportivos, la programación de eventos festivos, culturales y juveniles...
Y digo yo, si no paramos de recurrir a empresas externas para ejecutar todo género de competencias municipales, propias e impropias, ¿es necesario sostener una cantidad tan generosa de ediles liberados? ¿no tendría más lógica ir disminuyendo su número de forma proporcional a las competencias que los munícipes dejan de asumir de forma personal? ¿o ir reduciendo el porcentaje de la dedicación exclusiva de cada uno de ellos a la parte que en realidad se reservan en sus concejalías para gestionarla directamente? Llevando el argumento hasta sus últimas consecuencias, a este paso, cualquier día vemos que sacan a licitación la externalización de la propia alcaldía para que su día a día lo asuma una gestora. Al tiempo.