Hace unos cuantos años, casi cumplo algo que aún no me he vuelto a plantear pero que ahora pongo de nuevo sobre la mesa y quizá en dos años lo haga. Ver las procesiones en semana santa en Murcia, las tallas de Salzillo y pasear por los rincones de los que alguna vez mi Lala me habló. Debe ser bonito también ver transitar la pasión de Cristo por la playa, la semana santa marinera la han llamado en Valencia (solo hemos visto tiburones y belugas, no íbamos de turismo activo que dicen). Zamora debe ser un sitio digno de ver en estas festividades. A Palencia la estuve viendo por TV y, aprovechando el sentimiento tan positivo que me provoca esta ciudad, debo decir que (con ayuda del realizador) estaba siendo una procesión preciosa hasta la lluvia. Lluvia que hace llorar, cuando debería ser bien recibida por aquello de no andar con escasez de lo más preciado para la vida, aquello que andamos buscando como locos por toda la galaxia (también hemos visitado Marte en Valencia). En estas fechas, ya hace tiempo, parece que vivimos un constante eterno retorno (perdón por la redundancia). Las esculturas no pueden procesionar y las gentes a llorar porque no pueden penitenciar. Creo, y solo creo, que hay otras muchas formas de expiar nuestros pecados más que sacar por las calles un trozo de mármol, madera o barro.
Aquí, en esta nuestra ciudad, tengo entendido que han solucionado de manera efectiva los acontecimientos que llevan a Jesús hasta la cruz para luego pasar un gran día en la ermita del resucitado. Hace muchos años que no puedo ir a mis favoritas, pero la del Miserere se realizó bajo techo, así como el via Crucis. Nada que ver con la elegancia y majestuosidad de realizarlo alrededor de la muralla, enclave único y bellísimo, pero dentro de la Catedral también es lugar apropiado y sacro. La de Medinaceli y la de los Pasos no pudieron salir, nieve ha habido estos dias. Nieve en casi abril. Nieve en primavera. Nieve que ya va siendo habitual como las lluvias pasadas.
Y es que visitar lo de fuera, ya te conté, hace apreciar lo de dentro. Viajar es necesario para ampliar las miras y rebasar los límites propios. Para comprender otro tipo de acciones y costumbres, apreciar otras luces al amanecer y ver atardecer antes siempre comparando con tu hogar. Y tener ganas de volver a tu casa. Casa que solo hay una. Y es que te puedo asegurar, aunque ya ves que me falta mucho por recorrer, que la Semana Santa abulense es una de las más bellas de España, y declarada de Interés Turístico Internacional por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo en 2014. Su historia se remonta hasta el 1500 cuando la cofradía de la Santa Vera Cruz tiene su origen. Y esa Cruz, junto a la talla del Cristo que la acompaña durante todo el año en la ermita del Humilladero es otro de mis lugares favoritos que no quiero compartir con nadie. Cada día paso, cada día rezo la oración que acompaña al lampadario. Cada día, un momento de reflexión en este mundo de prisa.