"Con varios ademanes horrorosos
los montes de parir dieron señales(…)
Después que con bramidos espantosos
infundieron pavor a los mortales,
estos montes, que al mundo estremecieron,
un ratoncillo fue lo que parieron.
"Hay "pedros" que en voces misteriosas,
estilo fanfarrón y campanudo
nos anuncian ideas portentosas;
pero suele a menudo
ser el gran parto de su pensamiento,
después de tanto ruido, solo viento…"
Lo mismo que anunciaran
Esopo y Samaniego
voy a contar el parto
de los montes y Pedro.
En carta muy sonada,
llena de sentimiento,
El Presi de La Hispania
anuncia al universo
que iba a hacer Ejercicios
Espirituales: —Pienso
con el alma encogida,
y estoy dudando, y creo
que a lo mejor dimito,
no aguanto tal asedio,
me tiene muy jodido,
muy harto, no hay derecho,
toda la fachosfera…
¡me tiene hasta los "mesmos"!
Los jueces y las diestras
siempre están malmetiendo,
sospechan de mi Bego
con tó lo que la quiero,
y me tachan de okupa,
de chulo y embustero…
Yo ya no aguanto más,
¡Estoy hasta los mesmos!
Voy a hacer ejercicios
y a meditar un tiempo,
a a pensar si dimito
y renuncio a este empleo,
que estoy hasta… ¡ya saben
a los que me refiero!
Soltó esta grande bomba
El Presi del gobierno,
y tembló media Hispania,
y el universo entero…
A unos puso en la boca
goloso caramelo,
creyendo que se iba
por el portón trasero…
Otros, al ver la carta,
saltaron al momento
y ministros pelotas
y diez mil peloteros,
cual leones heridos,
de la nada surgieron
con ostentosos gritos
y miles de aspavientos:
—Piénsalo bien, Don Presi,
Gran Pedro, te queremos,
Si tú te vas, Gran Jefe,
sin ti, Presi, ¿qué haremos?
Si tú nos abandonas,
quedamos todos huérfanos
y moriremos de hambre
¡eres nuestro sustento!
¡Piénsalo! ¡No dimitas!
¡Por favor, sigue, Pedro!
¡Sin ti, la democracia
se muere sin remedio!
Pero al fin llegó el lunes,
y Pedro el parturiento
emitió contracciones
y, en paritorio abierto,
dieron radios y teles
el parto en directo,
y asistió toda Hispania
al acontecimiento,
transida de emoción
y cagada de miedo.
"¡Ay, Pedro, "pare" ya!"
gritaba todo el pueblo
—"pare", no de parir,
sino del otro verbo
de "dimitir", "parar",
"irse con viento fresco"—.
Y en un sonoro parto,
con grande sufrimiento
—embarazado estaba
de críticas don Pedro—
el Presi al fin parió…
¡un ratoncito negro!
¡Vaya triste parida!
¡Qué pobre alumbramiento!
Lo mismo que en la fábula
de Hisopo y San Maniego,
aunque a bombo y platillo
anunció el gran evento
y estuvo cinco días
con "me voy o me quedo",
mareando la perdiz
a diestro y a siniestro,
el monte de Mont Cloa
y su inquilino, Pedro
—él es "el puto amo",
ojo, no me lo invento,
que lo dijo don Puente,
atrevido y obsceno—
¡parieron un ratón
ridículo y pequeño!
¡Cuánta parafernalia
y cuánto movimiento,
cuántas horas perdidas,
tomándonos el pelo,
pa parir un ratón
en La MontCló don Pedro!