Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


El barbo y las piedras. La importancia de un entorno limpio

26/10/2023

Hace unas semanas hice una visita casi de escapada a León capital. Aunque en ocasiones había pasado cerca, he de confesar que nunca había hecho una incursión por la ciudad.

La imaginaba más vetusta y austera, más parada y dormida, pero nada más lejos de la realidad. Bueno hay que recordar que casi triplica la población de nuestra ciudad amurallada, así que en algo se tiene que notar.

Pero lo que más me ha llamado la atención es el enorme, bien cuidado y acondicionado paseo fluvial que discurre sobre las orillas del río Bernesga a la entrada de su capital, bien arreglado, con numerosos puentes que le atraviesan y comunican con diferentes jardines. Desde ellos puede llegarse a diversos puntos de su ciudad.

Este largo paseo contiene numerosos árboles de gran tamaño, sendas peatonales y carriles bicis; espacios abiertos para caminar y disfrutar de la naturaleza envolvente, pero también gran parte de las orillas están protegidas por arbustos y algunas zonas enmarañadas que dan cobijo a numerosas especies, viéndose así protegidas de la invasión humana, a pesar de tenerlos prácticamente al lado.

Como buen amante de la naturaleza, me acerqué a contemplar la calidad del río, y mi sorpresa fue mayúscula (bueno tal vez no tanto) al pasar por uno de los puentes y contemplar la vista bajo él: su agua totalmente transparente permitía contemplar gran cantidad de peces desde mi promontorio, y observando sosegadamente, pude admirar cómo un par de ejemplares de gran tamaño merodeaban junto al fondo y eran perfectamente visibles a pesar de que había como mínimo un metro de profundidad.

Después de estar un buen rato disfrutando de sus movimientos y a pesar de la distancia que me separaba de uno de ellos desde el centro del puente hasta el fondo del río, pude identificarlo como un barbo y disfrutar estudiando cómo con su potente morro y labios resistentes iba empujando y a veces volteando las piedras del lecho, buscando larvas con las que alimentarse o algas que estuvieran creciendo bajo ellas. Una piedra tras otra en un trabajo incesante que revolvía ligeramente el sedimento y que también aprovechaban otras especies de menor tamaño aunque desde esta altura no fui capaz de adivinar cuáles eran; probablemente bermejuelas o bogas nacidas este mismo año.

La satisfacción de sentirme inmerso en pleno espectáculo me produjo a la vez una gran tristeza al recordar y compararlo con nuestro querido Adaja a su paso por la ciudad, y el olor a alcantarilla que despiden sus aguas. Sé que las comparaciones son odiosas, pero me da mucha pena ver cómo tanto ésta como otras capitales de provincia de nuestra Comunidad cercanas a la nuestra tienen un río vivo, dinámico y limpio, que responde a las propiedades que todos conocemos del agua, al menos en lo de "la falta de olor y de color".

Me sume en la aflicción no sólo que sigamos con un río sumamente maltratado sobre el que muchas de sus actuaciones puntuales son el añadir cemento, efectuar talas de árboles denominadas "limpieza de riberas y acondicionamiento de márgenes" y que nunca, nunca, NUNCA, se trate de solucionar el problema básico y vital que es la calidad de sus aguas. Aunque asumo que es de compleja solución y arrastrado desde hace mucho tiempo.

Imagino, más bien sueño, como llevo haciéndolo desde hace años con un tanque de las tormentas decente y que no eche inmundicias al río, que las alcantarillas aguas arriba de él dejen de lanzar mierda al cauce cuando llueve… Eso sí, algunas bien ocultas (o estratégicamente ocultadas) entre la vegetación ribereña. Pero aunque no se ven, se huelen, ¡y bien!

Sería ideal, aunque seguramente totalmente utópico viendo el panorama, el poder nadar en el embalse de Fuentes Claras sin miedo a coger una intoxicación, o incluso hacerlo también en el reculaje de Las Cogotas que en ocasiones, sobre todo con lluvia abundante, también presenta una espumilla sospechosa, y con sequía veraniega nos muestra una amplia gama de tonalidades verde azuladas de cianobacterias, tan coloridas como tóxicas.

La capital abulense es hermosa, atractiva y turística. No me canso de contemplar sus monumentos y la Muralla. Si su río y entorno junto al casco urbano estuvieran limpios y cuidados, sería magnífico. Por pedir y soñar, que no quede. :-()

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