Este pasado domingo regresamos a las urnas, para elegir a los que serán nuestros representantes en el Parlamento Europeo, un mundo que vemos muy lejos, quizá demasiado, y que repercute mucho, muchísimo, en nuestra vida diaria. La misma historia cada cinco años, pero los españoles parece que no aprendemos, y en vez de emplear las campañas para hacer pedagogía de lo que significa realmente Europa, de lo que repercute y cómo nos afecta a nuestra vida, la mayor parte de las formaciones prefieren emplearse en dar rienda suelta a sus problemas domésticos, encrespando un poco más al personal. En eso se ha convertido la vida política de este país: crispación, polarización, demagogia, insultos…, levantar muros en vez de buscar puntos de encuentro.
Y ese ambiente que se respira en la política nacional se traslada al resto de ámbitos (regional, provincial, local), y así se avanza poco, o nada. Confiemos en que pasado este proceso electoral se logre que los políticos empiecen a pensar en los ciudadanos y sus problemas, y no en buscar el rédito electoral ante cualquier situación que se presente.
Porque vemos que, por muy enconada que esté la situación, es posible el diálogo y el acuerdo, y como muestra los dos últimos plenos del Ayuntamiento de Ávila y de la Diputación donde salieron adelante mociones después de debatir y de hallar puntos donde se confluía. Porque para eso debería servir la política, para confrontar ideas, para defenderlas con ahínco si es preciso, pero también para buscar puntos donde esas ideas confluyen para lograr hacer la vida más fácil a los ciudadanos.
Y un último apunte, sobre la situación que están viviendo las asociaciones de vecinos de Ávila capital, y un buen número de asociaciones del tercer sector, a las que la difícil situación económica que está viviendo el Ayuntamiento les ha tocado de pleno con el recorte que han sufrido en las subvenciones que percibían y que, en muchos casos, era su tabla de salvación para afrontar buena parte de sus actividades. Entidades, todas ellas, que desempeñan una importante labor social sin la que difícilmente se puede entender hoy en día a Ávila.
Quizá depender de una subvención no sea la solución para su supervivencia, pero que desaparezcan muchas de estas entidades sería un drama que una ciudad como Ávila no se puede permitir. Una cuestión que obliga a reflexionar y a debatir sobre qué papel queremos que jueguen las asociaciones en el contexto social en el que estamos y cómo se debe plantear su supervivencia.