Buscábamos hombres y mujeres buenos, sensatos y dialogantes entre los miembros del Congreso y encontramos una sesión de investidura con posiciones irreconciliables. Bronca. Más enemigos que adversarios. Era predecible. La calle ya anunciaba lo que vendría.
Pensábamos que el Congreso rebajaría los decibelios callejeros; creíamos que el templo sagrado de la soberanía nacional bastaría para contener esa tensión, pues es ahí donde deben dirimirse las diferencias. Iluso yo e ilusos muchos otros y recordé aquello de, «don creique y don penseque son parientes de don tonteque».
Visto el nivel de alguna señoría y el nivel y la intencionalidad de su lenguaje, la evidencia nos dice que estamos en el país del insulto y de la violencia verbal. No hay lugar sagrado donde se guarden las formas y es preludio de lo que se traslada a la calle si no se moderan. Al Congreso se va a aguantar, dirimir y discutir, y sobre todo a trabajar y no a abandonarlo porque no gusten las palabras del adversario.
Investido ya Sánchez como presidente del Gobierno por los diputados, se presentan dos asuntos inmediatos que requieren mucha atención. Uno es la composición de lo que será el nuevo Consejo de Ministros. Seguramente más políticos que técnicos porque habrán de pechar con los independentistas, quienes han dejado recados parecidos a: nos iremos viendo en el camino y no consentiremos salida de la ruta marcada. Antes de iniciar la legislatura los de Junts ya se enfadaron pues, al parecer, la palabra perdón dicha por el Presidente no les plugo. Piel demasiado fina, afirmo. Este partido mantendrá una dura disputa con ERC y eso repercutirá en la política nacional. Recordamos, elecciones catalanas en 2025, a mitad de legislatura. Y los nacionalistas vascos, Bildu y PNV, no se quedan atrás. Han apoyado y advertido, como los catalanes; tienen también elecciones autonómicas el próximo año 2024.
Este Gobierno también tendrá que afrontar las posiciones de algunos próximos como Podemos, que intuyendo que no tendrán ningún ministerio, pese a sus reclamaciones, advierten que no seguirán a SUMAR e iniciarán un camino diferente. Más madera. No habrá paz en la legislatura; ahora queda ver cuanto puede durar.
¿Y la derecha?, en su papel: normal. Feijóo dejó un recado no una felicitación: «Esto es una equivocación, tú eres el responsable», dijo a Sánchez. Buen comienzo.
Las actuaciones de algunos diputados muestran que están instalados, sean independentistas o nacionalistas, varios siglos atrás, unos agarrados a 1714 y otros a D. Pelayo. Si una es una ensoñación la otra es una entelequia. La nostalgia les lleva a veces a guarrear la convivencia, cuando lo que les correspondería es que se engorronaran ellos.
Hay mucho talibán entre nuestros políticos y pretenden devolvernos a una moral e ideas de varios siglos atrás. Oí en una emisora que Puigdemont actuaba como un troll; no me gusta el insulto ni tampoco el frecuente recordatorio a la madre de algún político, no es ese el camino. Lo que faltaba, llevar al Congreso el comportamiento soez. Desde luego cuando se va «ad hominen» es que se carece de argumentación.
La injurias está recogidas en nuestro código penal, lesiona la dignidad del otro y menoscaba su fama, ¿por qué nadie se inmuta? Abusan de la inmunidad y parecen invulnerables, pero los españoles si somos vulnerables a los agravios incluso de los otros.
Ya vimos en pasadas legislaturas que algún señor diputado citaba a otro en la calle para dirimir sus diferencias. Patético. El consuelo para nosotros, y suerte para ellos, es que estamos en otros tiempos, sino ya estarían agraviador y agraviado en las traseras de cualquier tapia resolviendo sus cuitas, y los padrinos correspondientes enfrentados a muerte.
Todos los energúmenos actúan igual. Todos los hooligan y ultras, da igual su creencia, tienen como objetivo el caos y la violencia gratuita. Hoy, como ayer, los sufridores son: la policía, la prensa, algunos políticos y casi todos los ciudadanos. La monarquía también se ha convertido en parte del menú. Y en el colmo de la estulticia cantan que la Constitución rompe la nación. ¿Saben unos y otros lo que quieren? Escuchando a algunos parece que la ignorancia y la locura se ha apoderado de algunos humanos. No está España para fruslerías, huelgas y fiestas salvajes. Ni para salidas de tono que a nada conducen, salvo a elevar la presión.
La convivencia que descosan ya veremos cómo y quién la recompone de nuevo. Recuerdo a aquel político de Gran Bretaña, Nigel Farage, no cejó hasta conseguir el Brexit; después reconoció su error, ya que las mejoras prometidas a sus paisanos no llegaron. Él goza hoy de una pensión como eurodiputado que pagamos los tontos de los europeos: 85.000 euros. «Que le quiten lo bailao». Algunos políticos de aquí siguen esa ruta de la discordia, y luego si te he visto no me acuerdo. Dejarán el campo arrasado, pero ellos se irán de rositas.
Ignoro si Joseph Kipling fue un hombre bueno. Vivió entre 1865 y 1936, su época conoció el efecto de la Primavera de las Naciones, 1848, y sus consecuencias; una convulsa Europa, cambios profundos en los Estados y después la Primera Guerra Mundial. Nos regaló un poema excelso que debiera ser de lectura obligatoria, para todos los políticos cuando se dan los últimos retoques y se maquean para asistir a las sesiones parlamentarias. Debieran tenerlo impreso en el espejo y leerlo antes de salir a la calle: «si guardas en tu puesto la cabeza tranquila cuando todo a tu lado es cabeza perdida...», es largo, pero léanlo. También debiera ser de lectura obligada para los que salen a manifestarse, para los que deciden en los juzgados, para quienes enseñan en los colegios. Si no entendemos y comprendemos el poema de Kipling, malo.