Un par de semanas después de desarrollarse en Castilla y León la EBAU (la Evau en otras comunidades, la antigua selectividad) tuvimos noticia de las pruebas homólogas que se celebran en Italia con el nombre de Maturità. Aunque alguno me tache ahora de diletante y de preferir un modelo extranjero a uno autóctono, aportaré respecto a esos exámenes italianos que preceden al ingreso en la universidad dos pequeños detalles: en primer lugar, en Italia hay una única prueba de norte a sur, de este a oeste. Un alumno de Catania y una alumna de Vicenza contestan a las mismas preguntas, a la misma hora y en el mismo orden. ¿Será posible? ¿A quién se le ocurre? Segundo dato: la Maturità italiana responde a su nombre: madurez. Un estudiante ha alcanzado esta si es capaz de comprender, valorar y analizar el grado máximo de la expresión escrita, es decir, la literatura, italiana en este caso, como debe ser. Así, en esta edición, los aspirantes han tenido que analizar un poema de Quasimodo, un fragmento de una novela de Alberto Moravia y desarrollar un texto crítico y ensayístico. Casi nada. ¿En Castilla y León? Una previsible columna y una pregunta ya memorizada. ¿Madurez? ¿Acceso a la universidad?
Todo sistema educativo tiene carencias y dificultades. Pero ¿para qué sirve la EBAU en España? Cabría preguntarle esto a cualquier aspirante al Congreso o al Senado. Hablamos de una selectividad que no selecciona: en su edición del 16 de junio El Diario de Ávila publicaba el siguiente titular: «El 98,5% de los alumnos de Ávila aprueba la EBAU». La mayoría de los centros salieron en tromba a reportar cómo el 100% de sus estudiantes superaron la prueba. Habría que sacar en las noticias a ese pobre alumno que no llegó al mínimo. Pero por debajo, queda un reguero de preguntas no respondidas y de insatisfacciones. La principal, desde luego, es la desigualdad: en cada comunidad autónoma se hacen pruebas distintas, aunque al final todos confluyan en un centro universitario lejano. En algunas materias, lengua, por ejemplo, hay una sensación de tongo puesto que el examen no es más que un publirreportaje de El País. Una prueba previsible, superficial y anecdótica. Hay veladas denuncias de que muchos centros inflan previamente sus notas con lo que lo realizado en los días de la EBAU no tiene mucho recorrido.
Pruebas buenas o no, estoy seguro de que la mayoría de los aspirantes lo han dado todo en este curso que ahora acaba. Y lo compruebo con la cantidad de mensajes que me llegan de esos cientos de alumnos de Castilla y León que se preparan la asignatura de Lengua a través de los materiales que desde hace veinte años voy actualizando en mi web (www.davidferrer.net) Ellos no tienen la culpa del sistema educativo ni de las malas decisiones. Han pasado un año terrible con una presión más psicológica que real que se deshace al recibir los resultados. Todos aprobados. Decepciones y sorpresas. ¿Para qué sirve la EBAU? No son los alumnos quienes deben responder. Para ellos solo mi enhorabuena. Feliz verano.