José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


¿Quieres ser culto?

30/06/2024

De verdad, créanme, es mucho mejor ser culto que no serlo. No es por ser identificado como el repelente niño Vicente, es por ampliar y expandir nuestras vidas, la forma en la cuál podemos entender todo lo que nos rodea, es la forma en la que podemos identificar todo lo que es nuevo y todo lo que ya ha pasado. Es la única forma en la que de verdad podemos dejar atrás a los primates que habitan dentro de nosotros y mirarlos de una vez por todas con el retrovisor. Es lo único que nos amplía el corazón para ver qué siente una madre que ha perdido un hijo para poder ofrecerle duelo y esperanza. Es lo único que nos permite poder vivir el presente sin el agobio del futuro. Es lo único que de verdad nos vuelve humanos, humildes y caritativos. Es lo único que nos permite enamorarnos cada día de toda la belleza que este mundo ofrece mientras nos pertrecha contra la injusticia y la maldad que cohabitan con nosotros. No es un desafío intelectual, es un desafío sentimental para poder ser considerado miembro de pleno derecho de la tribu amplia que llamamos humanidad. Y hay mucha cultura, no es solo levitar con una sinfonía de Haydn, es poder disfrutar de las explicaciones del acelerador de partículas o grabar en nuestra retina olas del mar que arrastraban a Sorolla en una España que disfrutaba sin tener que preocuparse del precio de todo.
¿qué es ser culto? Una tarea muy pequeña de nuestras vidas dentro de la civilización del ocio que de momento disfruta Occidente. Ser culto es a la vez más fácil de lo que uno piensa, cuesta menos que hacer 30 minutos de abdominales cada día, aunque los efectos de uno y de otro sean menos visibles. Una hora de gimnasio luce hacia fuera más que una hora de lectura, pero hacia dentro es otra cosa.  Lo difícil en este momento de la historia es cómo se hace uno culto para disfrutar de todo el tiempo libre y de todo el ocio que tenemos, para dejar de ser flores regadas con aspersor, en vez de que alguien nos acerque la deseada regadera o botijo abulense. 
Para poder disfrutar de una película como Casablanca, el elemento accesorio son las palomitas. Pero y si hubieran leído a Zweig y supieran el origen de la Marsellesa, o por qué París ofrece esos rincones románticos por ser fruto de la arquitectura de aquel momento que premiaba los paseos, o por qué la espera en el anden del tren es un desafío al dios Cronos que nunca llegaba puntual porque para eso era el dios del tiempo y llegaba justo cuando debía llegar, o a qué momento de la moda corresponde llevar siempre y en todo lugar un sombrero, o porque alguien que escapa llevaba siempre un pianista de cabecera sin tener que observar los equilibrios de lo políticamente incorrecto, o para que sirve un pasaporte o un salvoconducto o un visado y cuales son las diferencias.  O por qué hay personajes en los que el cinismo siempre se presenta de las mejores formas elegantes y a la ve esconde a los más implacables depredadores. Para disfrutar de todo esto si les hablase del Jugadorde Dostoievski,  o de Blues Fell this morning  de Oliver Paul, o por qué Balenciaga afirmaba sin ambages lo que escondía cada sombrero, o Mitos griegos de Robert Graves, verían como volverían a ver Casablanca una y otra vez y les conmovería hasta el tuétano, que es sin duda, lo último en conmoverse en nuestros huesos que son los que desafían a nuestras tumbas.

ARCHIVADO EN: Ávila, Primates, España, París