En las cosas de casa, la formación de los ciudadanos en temas de convivencia en una sociedad como la nuestra, en que la Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran en uso de nuestra soberanía, proclamando la voluntad de garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución, y de las leyes conforme a un orden económico y social justo, va de la mano de consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular, como desde el principio dispone nuestra Constitución, al amparo de la misma ley para todos, que requiere ser respetada y no interpretada a la carta de conveniencias del poder político.
La experiencia a lo largo de los tiempos de opciones políticas en gobernanza, debe seguir teniendo presente que la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poder del Estado, y hemos dejado escrito desde 1978, en el fundamento constituyente en la indisoluble unidad de nuestra Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre toda ellas (ver preámbulo de nuestra Ley de leyes); de forma que el presente constituyente de cada día esté al servicio de la Nación.
En las cosas de casa, ya estamos bien informados de cómo nos van los tiempos de ambiciones políticas y los pronunciamientos del mando en plaza y de niveles e igualdad según convenga; debería ser recordado que la soberanía es de la Nación, no de las Cámaras, que la representan; como ilustración para empezar, nuestro diccionario señala que soberanía es el poder político supremo que corresponde a un Estado independiente, y en nuestro caso reside en el pueblo español; y la ley lo es para todos igual.
En las cosas de casa, el respeto de las reglas, del derecho y de la ley, lo es para todos y de la real división de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, y deben ser reales por serlo de la Nación, e insistir que toda acción política tiene que respetar nuestra opción constituyente de cada día en la vida en paz, y ser respetada la Nación española siempre realmente, por ser patrimonio de todos. Las nuevas generaciones y con sus legítimas ambiciones por vivir en Nación mejor, en su vida real y como herederos del patrimonio de la Historia real, les pertenece la herencia de la historia y en vida constitucional sin censurar. La realidad señala que hay que contrastar (comprobar la exactitud o autenticidad de algo) la historia y nuestra realidad política, para evitar olvidos y versiones a la carta, de las crónicas y de las historias reales del pueblo soberano. En las cosas de casa la vida es real, sin necesidad de agujeros ni vacios en una sana acción política, en la vida cotidiana y del llegar bien a fin de mes real en casa, barrio, pueblo, ciudad y comunidad, sin vacios en la acción de la justicia social real.
Es necesario que la acción política cumpla los deberes constitucionales y se ocupe del hacer valer el principio de legalidad y lealtad constitucional y legislar en consecuencia, que son connaturales en el compromiso representativo de la soberanía del pueblo español. Las crónicas de la vida real lo son de vidas reales, sin necesidad de censuras ni versiones partidistas, ni enredos por leyes a la carta, ni lecturas de leyes de pasados y cuentos. Son siempre tiempos del análisis de la acción social y política en una sociedad libre; sobran las gracias de líos en segregaciones en sumas y gracias de poder, que no la tienen; y siempre y especialmente en tiempos de irrenunciable libertad de prensa de información y de opinión, de los medios de comunicación, y de todos amparados constitucionalmente, sin censuras de la vida amparada constitucionalmente.
Hay que recordar nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, el consenso constituyente que debe seguir iluminando la acción política y con buenas cabezas con políticas de Estado, en nuestra Nación española. Sumen su aportación plural. ¡EA!