Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


El lugar de la felicidad

23/03/2024

Esta semana, coincidiendo con el día mundial de la felicidad, se publicó el Informe Mundial sobre la Felicidad 2024 auspiciado por la ONU. A decir verdad, ha sido la primera vez que he prestado atención a este documento y esto se ha debido a que me llamó la atención que el número uno de la lista es Finlandia y el cinco Israel. Cuando leí lo de Finlandia me chocó porque, aunque no sea la primer vez que pasa y suelen liderar los rankings de educación (ojo, que ya han prohibido los móviles y las tabletas en las aulas), también son uno de los países con la tasa de suicidio más alta. Con Israel no pude evitar preguntarme cómo un país que actualmente esta en guerra y que siempre tiene la sombra del conflicto sobre ellos puede estar en el top cinco de los países donde la gente es más feliz. Nuestro país, por su parte, se quedaba en el puesto 36. Con estos datos decidí averiguar que se medía exactamente en este estudio y descubrí que son seis los factores evaluados: apoyo social, libertad para tomar decisiones clave en la vida, generosidad, esperanza de vida, el PIB per cápita y percepción de la corrupción.

De entre todas, me llamó poderosamente la atención la puesta en valor que se da a la libertad ya que, en ocasiones, olvidamos lo importante que es, lo difícil que es recuperarla una vez perdida y que, sin embargo, solo se necesita un bolígrafo que firme un documento para que desaparezca. Conceptos demasiado grandes e importantes, que no siempre valoramos porque los damos por sentado y necesitamos que una encuesta nos recuerde. Entonces pensé que las pequeñas cosas tampoco se valoran en su justa medida y que también contribuyen a la felicidad.  Los daneses lo tienen claro y por eso suelen estar siempre en los primeros puestos. Hasta tienen un Instituto de la felicidad que se encarga de analizar datos y valorar cómo son más felices. Y cuando les preguntas, la respuesta es el Hygge, que no es otra cosa que crear espacios agradables y compartirlos con la gente querida, con actividades que fomenten en sentimiento de comunidad. Y fue ahí cuando hice mi lista de cosas infravaloradas que nos pasan desapercibidas pero que, si las prestamos atención, pueden darnos momentos de felicidad.

Estos son algunos ejemplos: el sol, la luna o las estrellas brillando, un niño sonriendo, la Navidad, beber una infusión, entrar en Ávila por la avenida de Juan Carlos I (o simplemente ir del Carrefour al centro) y ver las montañas nevadas pero los ciruelos en flor, arreglar el mundo con los amigos, el olor a libro nuevo, el olor a libro viejo, que los burros troten por el prado y se acerquen corriendo en cuanto te ven, las celebraciones con los seres queridos, el olor a chimenea, el arrullo del agua bajando por un arroyo, ir al teatro, la luz del otoño, pasar un momento agradable en familia, el sonido del cencerro de una vaca en la distancia, bailar, los campos de trigo cuajados de amapolas, ir a un concierto, ver (y oír) a un niño leer, echar la siesta, escribir en un cuaderno, cantar, aunque sea mal, tejer una manta y que vaya dándote calor según lo haces, el 23 de abril, el mar, la Novena Sinfonía de Beethoven, los atardeceres, escuchar idiomas extranjeros y entenderlos, pasar horas en la terraza de un bar en buena compañía…

Podría seguir pero, por mucho que nos fascinen las listas, acaban siendo pesadas. Seguro que, garantizada la libertad, cualquiera podría seguir añadiendo sus propios momentos de felicidad. Porque esta, diga lo que diga la ONU, se puede encontrar en todas partes.