El Diario de Ávila publicaba el 3 de febrero de 1936, en primera página, la muerte del fiscal municipal Antonio Fernández, con el titular: "Otro muerto que se añadirá a las listas de los mártires del ideal derechista". Gil Robles, líder de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) estuvo totalmente informado del asunto. Las soflamas de los líderes de entonces llevaron a lo que todos sabemos y, entre otras cosas, a los sucesos en Cuevas del Valle, Ávila.
Hojear las páginas del "Diario de Ávila" en esas fechas da cuenta del sinvivir de la época, y como escribió Chaves Nogales, la estupidez y la crueldad se enseñoreaban de España. Los individuos cambiaban de ideología como de chaqueta, los que tenían dos.
Unas palabras fuera de lugar son balas, unos carteles arrancados de las paredes porque no me gustan, esas cosas aparentemente menores que crecen con el estiércol del miedo y la violencia incendian el ambiente y, por la incapacidad de pararse a reflexionar, abocan al caos.
Salvando tiempos y distancias, han pasado casi noventa años, ese diálogo de besugos en el Congreso, donde todos hablan y nadie escucha me recuerda al pasado. Ver, escuchar y oír sesiones como la del pasado siete de febrero, de control al Gobierno, son para reír, como dice un amigo, por no llorar.
Imaginemos a un extraterrestre contemplando en la televisión una sesión en el Parlamento español. No entendería nada; no sabría si es algo serio o un sainete, realmente malo en la mayoría de las ocasiones. Pero lo que allí se cuece no afecta al extraterrestre, que desaparecerá de la faz de la tierra, somos los habitantes del planeta, de esta pequeña parte llamada España, los que contemplamos abochornados en todo momento ¿las hilarantes? intervenciones de señores y señoras trajeados y encorbatados, que se proclaman representantes de los ciudadanos.
El nivel de decibelios del interviniente es inversamente proporcional a la escasa relevancia que tiene, y se ve sobre todo en la oposición, ya que su propio partido los ha situado en la insignificancia, aunque no conviene perderlos de vista, pues los tiempos son cambiantes. Esos personajes suelen ser los más vociferantes, gesticulantes, estentóreos y han de hacerse notar; a ojos del espectador son: cansinos.
La lectura de Chaves Nogales, debería dar pautas a los políticos para saber que su comportamiento es impresentable. Y aunque no lleguemos a aquello que describe el periodista republicano, un "accidente" siempre es posible, mejor no propiciarlo. Leer a Santos Jiménez, «El círculo imborrable», libro joven de historias viejas, narra entre dolor y poesía los hechos transcurridos en febrero de 1936. Sí, ya dieron noticia de ello el "Diario de Ávila" hace ochenta y ocho años. El libro relata los avatares y desgracias sufridas por un pueblo abulense, Cuevas del Valle. Es importante y necesario, aunque triste, recordar aquellas historias silenciadas en el mundo rural. El contexto y ambiente creado lleva a la barbarie, ambiente que hoy algunos se afanan en recrear y la espiral es un torbellino imparable.
La estupidez de algunos desaforados de hoy, y, sin embargo aforados políticos, obliga a recordar episodios que empiezan con una nimiedad. Atrajo mi atención la recuperación, la exhumación, no solo de represaliados, sino también, como señala en su prólogo, de palabras perdidas, como la vida de aquellos españoles de uno y otro bando.
Si importante es "recuperar la historia para no volver a repetirla", como escribió el poeta español, Ruiz de Santayana, (frase grabada en la entrada de uno de los bloques de internados en Auschwitz), no lo es menos recuperar el lenguaje.
Chaves o Jiménez escriben sobre el manoseo de las palabras, trituradas de buenas intenciones; ¡oiga!, como en los relatos actuales. Urge limpiar los rastrojos verbales y las malas hierbas logorreicas y, así, despejar el camino. Desembozar el lenguaje, recupera la vida, nos ubica en la realidad, explica nuestro entorno y ayuda a aclarar medias verdades y mentiras.
Hoy, ahora, mirando el árbol de las palabras, estamos hasta ahí de tanta, amnistía, Cataluña, terrorismo, EBAU, fascista, comunista, tractor (este será breve) ¡Basta ya!
¿Qué es el terrorismo?: terrorismo es lo que pasó el 11S en EE. UU.; El11M en Madrid; el 17A en Cataluña y el de ETA entre 1967 y 2011. Todos estos sí que produjeron terror, dolor y miedo, ¿alguien lo duda?
¿Es terrorismo lo que hicieron algunos descerebrados en Cataluña en 2017 o en Ferraz ahora?, ¿o las manifestaciones para evitar los desmantelamientos industriales en País Vasco, Cantabria o Galicia? ¿Es terrorismo el abandono de las empresas vaciando una España que sumió en la nada a ciudadanos y poblaciones obligando a emigrar? ¿Es terrorismo que algunas instituciones públicas se dediquen al sálvese quien pueda y dé la espalda a los ciudadanos? ¿Es terrorismo lo sucedido en algunas residencias durante el Covid? En todas estas circunstancias descritas hubo vidas destrozadas y muertes.
No, nada de esto es terrorismo, es el devenir de los tiempos. Se ha de aplicar la ley en su justa medida. Hay que cuidar las palabras y su significado, sobre todo en boca de parlamentario y huir de la hipérbole que tanto gusta. Según Feijóo, lo que produce terror es terrorismo, y de nuevo me permito recomendar que huyamos del simplismo, o todos podemos permitirnos ser simples.
En el extremo de la simpleza, podríamos decir que «El resplandor», «El exorcista», «La noche de los muertos vivientes» producen terror. ¿Estas películas son o propician el terrorismo? Puestos a decir boutades ¿Por qué no podemos soltarlas el resto de los mortales? Define nuestro diccionario, terror: Miedo muy intenso, pánico, horror; y en su tercera acepción, por antonomasia, método expeditivo de represión revolucionaria o contrarrevolucionaria, lo que viene a señalar, esa sinécdoque que a algunas personas tanto conviene.