Fernando R. Piñero

Blanco sobre blanco

Fernando R. Piñero


El examen de Montañés

26/03/2025

El 1 de diciembre de 1588, un joven Juan Martínez Montañés presentaba sus credenciales ante el tribunal que debía decidir sobre su acceso al gremio sevillano de escultores y entalladores. Nacido en Alcalá del Río, en la provincia de Jaén, había recibido sus primeros años de formación en Granada, desde donde había decidido trasladarse a Sevilla para terminar de formarse en el arte de la escultura. La ciudad no solo representaba la puerta al próspero mercado de las Indias, sino que constituía también el principal foco escultórico del sur de la península. Años atrás, en torno a 1552, Isidro de Villoldo había decidido abandonar sus trabajos en la Catedral de Ávila para abordar un importante encargo: el retablo mayor de la Cartuja de Sevilla. Tras su muerte, ocurrida en 1556, será el abulense Juan Bautista Vázquez el Viejo el encargado de culminar el proyecto. No llegó solo, sino acompañado de un importante grupo de escultores también de origen abulense, entre los que destacaban Jerónimo Hernández, Gaspar Núñez Delgado y su propio hijo, Bautista Vázquez el Mozo.
Lo que Montañés encontró a su llegada fue una importante escuela sustentada sobre el estilo importado por aquellos maestros, que habían construido los pilares de lo que décadas más tarde se convertiría en la decisiva escuela barroca, en la que participarían Francisco Pacheco, Juan de Mesa, Pedro Roldán y, por supuesto, el propio Montañés. ¿Y sobre qué se sustentaba el estilo montañesino? O, en otro sentido: ¿sobre qué se sustentó ese reverenciado Barroco? En 1969, el catedrático José Hernández Díaz abordó estas cuestiones en su monografía dedicada al maestro, aventurándose a decir que en su estilo se resumían "la tradición de intensidad expresiva de Villoldo, el sentido de poética belleza de Vázquez el Viejo y la monumentalidad miguelangelesca de Jerónimo Hernández y Núñez Delgado". O, lo que es lo mismo, llegó a afirmar que el genio creativo de Montañés se debía al magisterio creado por ese grupo de escultores abulenses.
El mismo grupo que el citado 1 de diciembre de 1588 acertó al decidir que ese joven alcalaíno reunía méritos suficientes para poder desempeñarse como escultor, creando así la base de lo que más adelante llegaría a ser la importante escuela barroca sevillana. Así que, cuando se hable de las grandes imágenes del Barroco, creadas para resumir en ellas el mensaje evangelizador de la Contrarreforma que desembocó en la Semana Santa; cuando se alabe la contención y el naturalismo de las obras escultóricas; cuando, en definitiva, se haga ver que Sevilla se inventó a sí misma; recuerden que, antes de todo eso, Ávila tuvo mucho que decir.